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El religioso sostuvo que la corrupción es "un proceso de muerte" que se ha vuelto habitual en la sociedad y que “es un mal más grande que el pecado”. Agregó, asimismo, que el afán de poder y de tener no conoce límites, por lo que aseguró que la corrupción no se combate con el silencio.
"Debemos hablar de ella, denunciar sus males, comprenderla para poder mostrar la voluntad de hacer valer la misericordia sobre la mezquindad, la belleza sobre la nada", apuntó.
Por ello, hizo un llamado a aquellos que tienen un poder material, político o espiritual: “No se dejen dominar por la corrupción".
El obispo recordó también las palabras del papa Francisco sobre la corrupción dentro del sistema judicial al denunciar las sanciones selectivas. “Es como una red que captura solo los peces pequeños, mientras deja a los grandes libres en el mar”, indicó.
“Las formas de corrupción que se necesitan perseguir con mayor severidad son aquellas que causan graves daños sociales, sea en materia económica y social –como por ejemplo los graves fraudes contra la administración pública o el ejercicio desleal en las administraciones– como en cualquier tipo de obstáculo que interfiere al ejercicio de la justicia con la intención de procurar la impunidad de los propios delitos o de terceros”, expresó.
Habló también sobre la problemática de la juventud. "Vemos con tristeza y dolor una juventud llena de dones, jóvenes convertidos en un peligro para la sociedad, al convertirse en adictos a las drogas y a las perversiones, delinquiendo para mantener sus vicios".
Exhortó a ayudar y a acompañar a los jóvenes para salir adelante, ofreciéndoles esperanzas y oportunidades.