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“La población más vulnerable sigue siendo la de los niños: el 65% de las quemaduras son en niños menores de 10 años. Incluso, el año pasado tuvimos un niño de 2 años que se quemó con fosforito, y las zonas más frecuentemente afectadas son el rostro y la mano”, indicó el Dr. Bruno Balmelli, director del Centro Nacional de Quemaduras y Cirugías Reconstructivas (Cenquer), que junto con el Hospital del Trauma atienden todos los años a las víctimas.
Al producirse las lesiones en mano y rostro, esto acarrea una serie de consecuencias nefastas para las víctimas y se resalta, sobre todo, que no hay nada que contenga pólvora que sea inofensivo. “Hay amputaciones de dedos, manos, problemas oculares, traumas acústicos con sordera permanente (...) Entonces, indicar que en un segundo puede cambiar el resto de la vida y donde hay pólvora hay peligro”, enfatizó Balmelli.
Pese a que los niños son las principales víctimas, los mayores responsables de que las tragedias ocurran son los adultos, que muchas veces demuestran una falta total de responsabilidad para manipular estos artefactos explosivos y también para facilitárselos a los menores.
“Hacer una campaña de concientización para que los padres no den a los chicos pirotecnia para festejar” y, por sobre todo, que los propios adultos los manejen de forma responsable.
“El resto del año sí son adultos mayores las principales víctimas, generalmente personas que están alcoholizadas después de finales deportivas, entonces por mal manejo se queman”, remarcó el médico, que reconoció que en los últimos años las campañas de prevención de este tipo de percances ayudaron mínimamente a mermar la cantidad de tragedias.