Los errores de Fernando

El exministro de Comunicación, Augusto Dos Santos, lanzará un libro sobre la comunicación pública y donde revela lo que considera errores del gobierno de Fernando Lugo (2008-2012).

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El gobierno de Fernando Lugo no fue de izquierda. Fernando Lugo fue un presidente “mudo”. La destitución de Efraín Alegre del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones fue un error. Esto es lo que afirma Augusto Dos Santos, exministro de Comunicación, bajo cuya administración se creó la Secretaría de Información y la TV Pública Paraguay.

El libro de Augusto Dos Santos se llama “Quo Vadis Medios Públicos” y será lanzado el miércoles 10 de abril a las 19:00 en el café del Teatro Municipal. El material contiene un análisis conceptual sobre los medios públicos y una hoja de ruta para la consolidación social, financiera e institucional de los mismos de cara al inicio de un nuevo gobierno.

Dos Santos afirma en partes de su libro que el gobierno de Fernando Lugo no fue de izquierda porque los ministerios más emblemáticos “incluyendo los de rectoría económica y financiera estaban en manos de exponentes de la derecha política”.

“Por citar: el Ministerio de Agricultura y Ganadería, el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, el Ministerio de Industria y Comercio, el Ministerio de Justicia y Trabajo, el Ministerio de Educación y Culto, estaban ejercidos por militantes del Partido Liberal Radical Auténtico. El Ministerio de Hacienda, durante todo el mandato del Presidente Lugo, estuvo regido por Dionisio Borda que estuvo siempre lejos de cualquier etiqueta “socialista”, y lo mismo se puede señalar del Ministerio del Interior, durante el gran tiempo que estuvo bajo la gestión de Rafael Filizzola”, afirma Dos Santos.

Dos Santos considera en su libro que los errores que marcaron el periodo presidencial de Lugo fueron, por citar algunos, haber aislado al entonces vicepresidente Federico Franco, haber destituido al entonces ministro de Obras Públicas, Efraín Alegre (junio de 2011) y la extrema dependencia del presidente del Partido Liberal, Blas Llano.

“El aislamiento del vicepresidente Franco, por razones de preferencia y proximidad del jefe de Estado con el sector del PLRA liderado por Blas Llano, y la posterior remoción de Efraín Alegre por las mismas causas, tenían como resultado aparente el deterioro de poder de actores opositores a Llano al interior del PLRA. Sin embargo, esta aparente asfixia provocaba a su vez la dependencia exclusiva de Lugo de un sector del PLRA como interlocutor en casos de crisis, como finalmente ocurrió en junio del 2012. Para entonces, Lugo comprobó que las baldosas azules de ese piso ya se habían retirado”, señala parte del texto.

El exministro de Comunicación cita otros elementos como la agitación de la supuesta invasión bolivariana bien aprovechada por la oposición, el impacto de las políticas ambientales en los propietarios y agroexportadores, la proyección de la candidatura de Mario Ferreiro al calor del poder –que, sostiene– suponía una tensión para el bipartidismo.

QUERÍA SER COMO CFK

El 13 de abril de 2009 Fernando Lugo reconoció en público ser padre del niño de Viviana Carrillo y este hecho supuso que suspenda las conferencias de prensa semanales de las que participaba se suspendan.

“Las conferencias de prensa continuaron por un tiempo más, hasta que la reincidencia de las consultas sobre el tema de la paternidad incomodó al Presidente, si bien no al punto de cuestionar la realización de tales ruedas periodísticas. De esto se encargaron algunos hombres de su proximidad que empezaron a atribuir a las conferencias una forma muy franca de ‘exposición’ del Presidente a las preguntas ‘poco amables’ de los periodistas. ‘Le estás lanzando a los leones al jefe’, nos dijo alguien del entorno”, asegura Dos Santos.

“Con frecuencia utilizaban el ejemplo de la presidenta Cristina Kirchner de la Argentina, a quien atribuían no ofrecer nunca una conferencia de prensa, y en vano nos esforzábamos en explicar la kilométrica diferencia de un gobierno –como el de CFK– con apoyo mayoritario en el Congreso y una red de medios favorables”, cuenta el comunicador.

“En vano anteponíamos el ejemplo de Lula, en Brasil, que sabía ofrecer varias entrevistas semanales, no siempre amables para sus intereses, pero logrando con ello sostener un nivel de popularidad que lo acompaño hasta su despedida de la presidencia”, lamenta Dos Santos.

A continuación, un fragmento del libro de Dos Santos.

Los 8 felices

Ocho aproximadamente, por citar un número, es el primer anillo de un presidente en Paraguay. Sus secretarios privados, su responsable de protocolo, su jefe y subjefe de seguridad, y aquellos dos o tres amigos, políticos o no, que siempre están cerca y no le abandonan nunca.

Ese círculo se convierte con el tiempo en el terror de los asesores y no solo destinan las más sesudas teorías al fracaso, sino además, aplauden con devoción todo lo que el presidente hace, generándole un clima de falso triunfalismo permanentemente.

Cuando el presidente Federico Franco comete el error estratégico de colocar un tema que no se estaba debatiendo en ese momento en los medios, al discutir en una misa con el Obispo Mario Melanio Medina sobre transgénicos, mucha gente empezó a cuestionar en las redes sociales a sus asesores de comunicación.

Pese a toda la animadversión que me pudo haber provocado el desalojo compulsivo de un gobierno constitucional en junio de 2012, por un momento me sentí muy solidario… con sus asesores.

La gente tiende a culpar a los asesores del Presidente de todos los errores, afortunadamente.

Lo que no sabe la gente es que en gran medida (70-80%) las expresiones de un Presidente ante los medios, fundamentalmente en los encuentros espontáneos, devienen de sensaciones que el jefe del Ejecutivo tiene en ese momento sobre una consulta y no precisamente de una agenda preestablecida o una línea discutida con los asesores.

Lo mejor de esta historia es que cuando los medios o la gente cuestiona a los asesores, éstos no tienen otra opción que mantenerse en un obstinado silencio, jamás defenderse de la acusación, no por una cuestión de sobrevivencia, sino por una cuestión de lealtad. Los asesores y los ministros son (no solo ellos, pero principalmente ellos), fusibles de un Presidente.

No nos figuraríamos, entonces, a un asesor saliendo a la prensa a declarar “lo que acaba de decir el Presidente es cosa suya, jamás le asesoramos en ese sentido”.

Volviendo al ejemplo de la intercepción de la homilía del Mons. Medina por parte de Franco, decíamos que ni ese día, ni el anterior ni en la semana, la cuestión de los agrotóxicos formaba parte de la agenda de los medios.

Si Franco escuchaba la homilía de Medina y se retiraba sin hacer comentario, era muy probable que los diarios del día siguiente le dedicaran un espacio marginal a la visita a Villa Florida. Franco colocó en la agenda un tema que era incómodo de manejar para su gobierno.

En los comentarios que intercambiábamos en Facebook al respecto alguien opinaba que se debería advertir al Presidente cuando comete tales gaffes y nosotros le salimos al paso comentándole que, para un efecto exactamente contrario, están los 8 felices.

Ese primer anillo, con toda sinceridad y hasta con honesto entusiasmo, lo que hace es exclamar ¡estupendo! cuando un Presidente termina de hablar con los medios y en el camino que lo lleva desde el acto hasta el abordaje de su vehículo siguen con elogios. Como en el avión de regreso, generalmente, continúan otras réplicas de este terremoto de valoraciones, al volver a su casa o su oficina, el mandatario está totalmente convencido de que sus declaraciones fueron sencillamente maravillosas.

Hasta que por la tarde llega un asesor de prensa con la mala noticia que deberá atravesar por diferentes filtros, incluyendo alguno último que sabe decir, antes que accedan a la entrevista: “No le tires mala onda al jefe”, o el aún más amedrentador: “No le pongas de mal humor al Presidente”. Experiencias fascinantes que merecen otro libro, evidentemente.

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