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La explicación más lógica del por qué se celebra un Día de la Viuda y no un Día del Viudo reside en el hecho de que según datos estadísticos manejados por Naciones Unidas, son miles las mujeres que, tras perder al marido, quedan desamparadas, desprotegidas y hasta humilladas, porque tienen que recurrir hasta a la prostitución para poder sostener un hogar.
Por supuesto, esto está vinculado al ambiente en el que viven. Tal vez Naciones Unidas argumentó una visión desde el punto de vista en donde los hombres son los sostenes económicos del hogar; pero lo cierto es que también la pérdida del esposo, para muchas mujeres, representa un fortísimo cambio social.
Sin embargo, son muchas de las mujeres que desafiaron este concepto y se abrieron paso de manera personal, perseverando. Nunca podríamos citar a todas; pero podríamos citar a Olga Bianconi, viuda de nuestro compañero asesinado por el narcotráfico, Pablo Medina. O a Ani Morra, viuda de Santiago Leguizamón; valientes mujeres de periodistas.
Entre las mujeres de la dictadura, por ejemplo, recordamos a Guillermina Kanonnikoff, viuda del desparecido Mario Schaerer Prono, asesinado por la dictadura Stronista.
“A lo largo de un amplio espectro de países, religiones y grupos étnicos, una mujer queda en la indigencia cuando muere su esposo. Frecuentemente, la pobreza empeora por tener poco o ningún acceso al crédito o a otros recursos económicos y por el analfabetismo o la falta de educación. Sin educación y capacitación, las viudas no pueden mantenerse a ellas mismas ni a sus familias”, indica Naciones Unidas.
“En India, donde la viudez constituye una institución de baja condición social como así también una condición personal, sus familiares les quitan las propiedades a miles de viudas y quedan en la calle, motivo por el cual se ven obligadas a buscar trabajos informales como trabajadoras domésticas, o comenzar a mendigar o a prostituirse”, agrega el texto de recordación.