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El Papa estuvo tres días en tierra guaraní, suficientes para pronunciar cinco discursos y tres homilías que calaron hondo en las miles de almas que se agolparon en los actos donde estuvo presente. O cuanto menos en las calles, solo para verlo pasar.
¿Cómo olvidar el día en que Francisco, con su particular tono porteño, exclamó: “¡Qué mentiroso que sos!”? Fue el 11 de julio, en el encuentro con la sociedad civil. Las crónicas de la época dicen que allí el Papa dio uno de sus discursos más aplaudidos en Asunción. Había tres mil referentes de la sociedad civil paraguaya invitados especialmente.
En ese escenario criticó a los sistemas económicos pensados para enriquecer a algunos pocos, a aquellos que dan limosna pero desprecian al pobre, e instó a no rehuir al conflicto sino a hacerle frente con el diálogo y a los jóvenes les pidió no ser “jubilados”.
Entre los tres mil invitados estaba el presidente Horacio Cartes y cuando Francisco dijo que le daban “moquillo” ciertos discursos y coronó la frase con un “¡Qué mentiroso que sos!”, muchos creyeron escuchar una crítica teledirigida al Mandatario.
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Cuando visitó el Hospital Pediátrico Acosta Ñu conmovió a pacientes, médicos y familiares mostrándose cercano con su padecimiento. “Hay momentos de mucho dolor, incertidumbre. Hay momentos de una angustia fuerte que oprime el corazón y hay momentos de gran alegría. Los dos sentimientos conviven, están en nosotros. Pero no hay mejor remedio que la ternura”, les dijo.
En Caacupé Francisco dio un mensaje de amor hacia la Virgen y convirtió el Santuario en basílica menor. Allí volvió a referirse a la mujer paraguaya. “Y ustedes lo saben, han hecho experiencia de esto que estamos compartiendo. Todos ustedes, todos los paraguayos, tienen la memoria viva de un Pueblo que ha hecho carne estas palabras del Evangelio. Y quisiera referirme de modo especial a ustedes mujeres y madres paraguayas que, con gran valor y abnegación, han sabido levantar un país derrotado, hundido, sumergido por una guerra inicua”.
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En el pobrísimo Bañado Norte les enrostró su hipocresía a muchos: “Una fe que no se hace solidaridad es una fe muerta o una fe mentirosa. 'No, yo soy muy católico, yo soy muy católica, voy a misa todos los domingos'. Pero dígame, señor, señora, '¿qué pasa allá en los Bañados?'. 'Ah, no sé, sí…, no…, no sé, sí…, sé que hay gente ahí, pero no sé…'. Por más misa de los domingos, si no tenés un corazón solidario, si no sabés lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta. Es una fe sin Cristo”.
Antes de irse del país, en la Costanera de Asunción, en su encuentro con los jóvenes, recurrió a un clásico de su discurso, la convocatoria a hacer lío, pero esta vez con un giro. “Hagan lío y organícenlo bien. Hagan lío que nos dé un corazón libre, que nos dé solidaridad y esperanza”, dijo y fue vitoreado por la concurrencia.