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El próximo mes de julio, un papa de la Iglesia Católica volverá a visitar Paraguay luego de casi tres décadas, en lo que sin duda será otro momento histórico similar a la venida al país del Pontífice Juan Pablo II.
A mediados de 1988, cuando Paraguay aún se hallaba bajo el dominio de una dictadura militar que había gobernado por más de tres décadas, la venida del "Papa viajero" fue un momento importante más allá de lo religioso.
Tras haber visitado Uruguay, Bolivia y Perú previamente en su gira sudamericana, el papa Juan Pablo II aterrizaba en el Aeropuerto Internacional “Silvio Pettirossi” de Luque el lunes 16 de mayo, en horas de la siesta, siendo recibido por una gran multitud de personas que durante horas esperaron bajo un clima inestable de persistentes lluvias.
De allí, el Pontífice polaco se dirigió directamente al cercano Parque Ñu Guazú, en el predio del Grupo Aerotáctico, donde recibió la bienvenida del recordado monseñor Ismael Rolón y presidió una masiva misa campal ante unas 400.000 personas. En esta ceremonia, el Papa canonizó al primer y hasta ahora único santo de nacionalidad paraguaya, San Roque González de Santa Cruz.
Tras esa primera misa, el Papa fue recibido en audiencia en el Palacio de López, sede central del Gobierno paraguayo, por el entonces presidente Alfredo Stroessner, militar quien lideraba una dictadura que había mantenido el poder en Paraguay desde mediados de la década de 1950. En los años siguientes a la caída de la dictadura de Stroessner –que tuvo lugar menos de un año después de la visita papal, en febrero de 1989– se consideraría la visita de Juan Pablo II y las numerosas declaraciones críticas que hizo durante su recorrido por Paraguay como un factor importante en acelerar la caída del régimen stronista.
A este acto protocolar siguió un encuentro con religiosos en la Nunciatura Apostólica en Asunción y luego otra misa que se celebró en la Catedral Metropolitana, en la que volvió a recordar a San Roque González y a otra figura clave de la religiosidad local: fray Luis de Bolaños.
Al día siguiente, el Pontífice se desplazó para celebrar una misa en la ciudad de Villarrica, capital del departamento de Guairá, donde otra gran multitud lo recibió con cánticos como “¡Juan Pablo, querido, Villarrica está contigo!”, “¡Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo!”, “¡Cristo, contigo, nosotros tus amigos!” y “¡Juan Pablo, ore Ru, campesino nde rayhu! (¡Juan Pablo, nuestro padre, los campesinos te aman!)”.
Posteriormente, el Papa se trasladó al Chaco para encontrarse con los indígenas de la misión de Santa Teresa, cerca de Mariscal Estigarribia. Durante todos sus actos, el Pontífice se dirigió al público tanto en español como en un bastante apto guaraní.
La segunda jornada de la visita papal concluyó de nuevo en la capital del país, donde Juan Pablo II se encontró con una multitud de jóvenes en el Consejo Nacional de Deportes. Este acto fue considerado uno de los más claros momentos en que el Papa lanzó críticas contra la situación política paraguaya: “La paz no es compaginable con la forma de organización en la que solamente unos pocos individuos instauran su exclusivo provecho con un principio de discriminación, donde los otros dependen del arbitrio de los más fuertes”, dijo, entre otras declaraciones.
El último día del papa Juan Pablo II en Paraguay fue, además, su cumpleaños número 68, por lo cual fue agasajado en la Nunciatura Apostólica previamente a su viaje a Encarnación, tierra de origen de San Roque González, donde el pontífice llevó a cabo otra celebración litúrgica.
Ese día tuvo lugar uno de los principales eventos de la visita papal: una celebración religiosa en el Santuario de la Virgen de Caacupé, considerado el punto central de la religiosidad católica en Paraguay. Una impresión artística del histórico momento adornó el Santuario de Caacupé durante años.
Ya concluyendo su visita, el Papa mantuvo un nuevo encuentro con jóvenes fieles en Ñu Guazú antes de despedirse en el Aeropuerto “Silvio Pettirossi”.