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Componentes de las familias Amarilla, con dos yuntas de bueyes, Valdez, con la misma cifra y Delgado, con más de siete yuntas, peregrinan hasta la villa serrana para pagar una promesa y pedir a la Virgen salud para la familia.
Con la orden del picador de “oro, negro, gaucho, siete, guapo”, lento pero seguro, los mansos bueyes cruzan esta ciudad, luego de pasar por Yaguarón y se dirigen a la capital espiritual de la república.
“Heredamos de nuestros padres la costumbre y la promesa de ir hasta Caacupé junto a la virgen para pagar nuestras promesas” decían algunos de los encargados de las carretas, algunos con llanta de hierro, la tradicional del país.
Ante nuestra consulta, otros peregrinantes manifestaron que retribuyen a la Virgencita Azul todos los favores recibidos por la familia en materia de salud e incluso de estudios.
Una tradición que se repite por más de 50 años y que sigue vigente porque la mayoría de los “picadores” (el que maneja los bueyes) es joven por lo que podemos pensar de la carreta campesina “para rato” por el bien de la costumbre y tradición guaraní.