Invasores en su tierra

Cansados por la falta de cumplimiento del estado paraguayo, miembros de la comunidad indígena Xámok Kásek decidieron reocupar sus tierras ancestrales, y piden al gobierno que cumpla con la sentencia de la CIDH.

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La pequeña figura del anciano se mueve ágil entre los matorrales. Quien lo viera caminar entre los árboles en la calurosa tarde del sábado no creerían que ya tiene más de 80, parecería más bien un hombre de 50 o quizás 60.

Recorre cada rincón por delante de la delegación que había llegado desde Asunción poco antes para conocer la situación de la comunidad. Saluda a todos mientras se desplaza por el terreno. Entre los árboles, unas carpas hacen las veces de techo bajo los cuales se observan algunos colchones y unas pocas pertenencias. Ingresaron hace apenas algunos días y todavía faltan mover muchas cosas.

Aún así, en los rostros de todos se nota cierto aire de felicidad y tranquilidad. Al fin y al cabo, por fin estaban en las tierras que les pertenecen desde mucho antes que los primeros “blancos” llegaran a suelo americano.

Para llegar a la comunidad Xámok Kásek desde Asunción hay que viajar 340 kilómetros por la ruta Transchaco. El paisaje de las tierras chaqueñas y la posibilidad de toparse con algunos animales silvestres hacen que el recorrido se pueda aguantar. Mientras nos dirigimos a destino, observamos los cuerpos sin vida de un oso melero, una enorme serpiente, un koatí y un oso hormiguero. “Eso pasa porque la gente no quiere frenar para dejarlos pasar”, se lamenta Ricardo Morínigo, trabajador de la organización Tierraviva, quien hace las veces de guía para la expedición de periodistas en tierras sanapaná.

Al llegar al kilómetro 340 de la Transchaco, hay que tomar el camino conocido como “Desvío Salazar”, un camino de tierra en el que se evidencian los rastros de las recientes lluvias en varios de sus tramos. Carteles en los que hablan de la reivindicación de su lucha y el motivo por el que decidieron “invadir” la propiedad que figura a nombre de una empresa extranjera dan la bienvenida a la comunidad Xámok Kásek.

Don Félix asegura ser el más anciano de la comunidad con sus 83 años. “Mis hermanos son todavía jóvenes”, afirma mientras conversa con nosotros y nos muestra los recovecos de las aún precarias casas que han puesto en el lugar. Pasaron apenas cinco días desde que decidieron ingresar a la propiedad, cansados de las promesas incumplidas por el estado paraguayo.

La mayoría de los que se encuentran allí son hombres, otros trajeron ya a sus familias. Muchas mujeres quedaron en el lugar donde estaban instalados anteriormente, a 18 kilómetros, dentro de las tierras que otra comunidad indígena decidió cederles mientras ellos reciben las que les pertenece.

Don Félix cuenta que su padre era inglés y su madre una indígena de la comunidad. Llegó a hablar el idioma de su padre, aunque con el paso del tiempo se le olvidó pues en la época de la Revolución se escondió en el monte y ya no volvió a utilizar el inglés. Una vez terminado el conflicto armado, fue a trabajar a la estancia Salazar, donde se encargaba de cuidar al ganado. Una tarea que desempeñó durante 55 años y la que dejó durante un tiempo luego sufrir algunos golpes pero a la que volvería posteriormente y seguiría hasta ya entrado en años.

“Hace mucho tiempo ya que reclamamos nuestra tierra. Esta (señala el lugar en el que se encuentran) fue siempre nuestra tierra. Quiero un pedazo de tierra para mi familia, para que puedan tener una casa y poder cultivar”, afirma.

Es cerca del mediodía, así que bajo algunas carpas se comienza con la preparación del almuerzo. Algunos toman tereré, acostados en sus hamacas; otros realizan limpieza del perímetro donde se encuentran sus carpas. “Hay que limpiar porque ya se encontraron varias víboras”, relata un joven que trabaja con un machete en mano, cortando los matorrales que luego son barridos por su esposa.

Mientras vamos recorriendo y conversando con los indígenas, un miembro de la comunidad se encarga de filmar y fotografiar todo. “Milciades es nuestro periodista”, dicen entre risas sus compañeros. A sus 30 años, Miliciades González, es uno de los portavoces de la comunidad debido a su fluido español.

“Como medida de fuerza decidimos reingresar a nuestra tierra. El Estado no cumple con nosotros y ya se le dio la oportunidad de cumplir. Muchas veces si uno no llora, no mama”, relata. Milciades creció sin saber lo que era tener la tierra propia y ahora tiene esperanza de que la lucha de su comunidad sea respondida. Hace algunos años, tuvo la oportunidad viajar a Estados Unidos como parte de un programa que le pagó el pasaje para participar de un encuentro con pueblos indígenas de todo el continente.

Terminó el colegio en 2007 y afirma que muchos indígenas de otros países se enteraron recién en ese encuentro que en Paraguay existen pueblos indígenas.

“Como indígenas somos prácticamente esclavos”, afirma. No es para menos, recuerda aún los años en que los miembros de su comunidad trabajaban en estancias desde antes de que amaneciera y hasta bien entrada la noche sin que se les pagara lo que les correspondía. Historia repetida entre las varias comunidades que viven en el Chaco y que llevan años reclamando años las injusticias a las que han sido sometidos por años.

A veces, apenas recibían algunas provistas como pago. Los casos de peones indígenas que murieron como consecuencia de accidentes que les ocurrieron mientras cumplían sus tareas en las grandes estancias son innumerables.

Paraguay es el único país sistema interamericano que cuenta con tres sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por violaciones de derechos de los pueblos originarios. Una de esas sentencias hace referencia específicamente al caso Xámok Kásek, las otras son de las comunidades Sawhoyamaxa y Yakye Axa, del pueblo Enxet Sur. A pesar de las muchas dificultades que representaban sus casos, estas últimas dos ya cuentan con una ley que expropia las tierras que les pertenece. Hay que ser claros, ambos casos aún siguen sin cumplirse del todo.

El de Xámok Kásek es un caso relativamente más fácil pues los dueños de gran parte de las tierras que deben ser restituidas ya manifestaron su intención de venderlas. Ricardo Morínigo, de Tierraviva, señala a ABC Color que ya hubo incluso un acuerdo en cuanto al precio y que aún así el proceso quedó paralizado el año pasado.

La sentencia de la CIDH dada a conocer en 2010 establece que Paraguay debe restituirle a la comunidad Xámok Kásek un total de 10.701 hectáreas. De ese total, los dueños vendieron años atrás unas 3.000 y las que quedan aún en el poder de los propietarios son las que han sido ocupadas parcialmente. El plazo expiraba en 2013, pero el estado paraguayo volvió a pedir una ampliación que feneció en setiembre de 2014. Además de la devolución de tierras y el fondo para el desarrollo de la comunidad, ahora también se deben pagar US$ 10.000 por cada mes de atraso en el cumplimiento de la sentencia.

Doña Castorina, de 55 años, relata que nació, creció y casó en las tierras que le pertenecen a la comunidad. Es la madre de uno de los líderes de la comunidad, Gerardo Ayala. Relata que tuvo siete hijas mujeres y dos varones, uno de los cuales se murió de pequeño debido a una enfermedad de la que no se pudo salvar por la falta de acceso a la atención médica. Su marido también trabajó en grandes estancias y durante mucho tiempo nunca recibió dinero alguno como parte del pago.

“Ya entramos y no vamos a salir más”, afirma tajante antes de dirigirse al presidente de la República y pedir que ayude a que se cumpla la sentencia de la CIDH y que de esa manera la comunidad pueda recuperar sus tierras.

Los mismos miembros de la comunidad afirman que la falta de una tierra propia no solo ha afectado las condiciones en las que viven sino que también su cultura y tradiciones que han sido dejadas de lado.

Clemente, uno de los líderes, relata que decidieron reingresar a sus tierras por la falta de respuesta del Estado. En noviembre del año pasado les habían prometido que se avanzaría en la compra, pero que al final no quedó en nada. “Muchos murieron en este tiempo de lucha”, afirma.

Pide al vicepresidente de la República, Juan Afara, quien es el que encabeza la comisión encargada de procesos como el de Xámok Kásek que los reciba y al presidente del Indi, Jorge Servin, que les den algunas respuestas. En ese punto, Morínigo señala que existe preocupación ante la posibilidad de que las tierras vuelvan a ser vendidas por falta de respuestas del estado.

“No vamos a salir más. Algunos ya dijeron que si viene la Policía nos vamos a quedar y que si vamos a morir, moriremos en nuestras tierras”, sentencia.

Cansados de promesas sin cumplir, los miembros de la comunidad Xámok Kásek reocuparon las tierras que les pertenecen desde tiempos ancestrales y de las cuales ya no piensan salir, así les cueste su vida.

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