Inclusión en todas partes

QUITO, Ecuador. Cientos de miles de personas están participando en este momento de la misa que está presidiendo el papa Francisco en el Parque Bicentenario de Quito, Ecuador.

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Luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración, pidió el papa Francisco a los ecuatorianos en una multitudinaria misa que celebra en el Parque Bicentenario, un predio que en el pasado fue un aeropuerto, donde incluso hace 30 años llegó por primera vez a estas tierras el papa Juan Pablo II.

Es impresionante el mar de gente que se proyecta ante la vista. Esta multitud ya estuvo en el lugar desde la noche del lunes acampando y tuvo que soportar la lluvia y la baja temperatura, pero como la fe puede más adversidades, no amilanaron el deseo de ver al Pontífice.

Francisco llegó cerca de las 10:00 al Parque Bicentenario y luego de recorrer en papamóvil las manzanas del inmenso predio se dirigió al altar y luego de algunos minutos entró en procesión luciendo una casulla con distintivos negros. Una vez instalado en el presbiterio, procedió al incensamiento del altar y de las imágenes para luego ubicarse y comenzar la misa. Cuando participaba de estos ritos iniciales, arribó a lugar el presidente Rafael Correa.

En su homilía el Papa invitó a los ecuatorianos a luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Seguidamente, exhortó a confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, aclarando que “es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica”.

En otro momento, criticó los afanes de guerra que aún perduran en la humanidad. “Nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese difuso individualismo que nos separa y nos enfrenta, de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera”, afirmó. Francisco dijo que Jesús envía a los cristianos a este mundo desafiante y la respuesta no es hacerse los distraídos o argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa.

Recordó el grito independentista del Ecuador y afirmó que a aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le falto convicción ni fuerza, “pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas”, remarcó el Papa.

El pontífice abogó por una evangelización que sea vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. “Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos mutuamente a llevar las cargas”.

Invitó a los presente a confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. “Confiarse al otro es algo artesanal; es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica”, indicó.

Agregó que la unidad es ya una acción misionera, la evangelización no consiste en hacer proselitismo, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes para decirle también que el Señor les llama.

Propuso una Iglesia como sacramento de la salvación, que incorpore en su marcha a todas las naciones de la tierra. “¡Qué lindo sería que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros, cómo mutuamente nos damos aliento y como nos acompañamos! El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando ‘cosas’, sino dándose uno mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona”, concluyó.

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