Hay una resistencia a la pluralidad en Paraguay

Para José Manuel Silvero, existe una especie de resistencia a la pluralidad en nuestro país, pero eso cambiará en las próximas décadas. Para el filósofo, la religión no es garantía para combatir a los males que aquejan a la sociedad paraguaya.

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Siguiendo con la serie de alternativas religiosas y filosóficas, hablamos con el profesor Silvero, actual encargado de la Dirección de Posgrado y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Asunción e investigador de la cultura paraguaya.

Para el pensador, que se licenció en Filosofía en la UNA y cuenta con un doctorado en la Universidad de Oviedo, España, existen muchas formas de vivir la fe en nuestro país y gran parte de la cuota de esta transformación la tiene la religiosidad popular, muy desarrollada en Paraguay.

Según Silvero, los paraguayos muestran todavía mucha intolerancia con sus propios compatriotas; prueba de ello es el trato a los indígenas que habitan el territorio nacional, que llegan a un poco más de 100.000 habitantes de diversa etnias, en una nación con una población de 7 millones.

-¿Es el Paraguay un país todavía muy creyente y cristiano?

-Indudablemente, en el Paraguay hay una cantidad muy importante de varones y mujeres que creen en el Dios de Abraham y en su único hijo, Jesucristo. Pero, además, persiste la creencia en la intermediación de los santos en la resolución de conflictos de la vida cotidiana, ya sea para lograr mejores condiciones de vida o para superar una enfermedad.

Asimismo, subsiste la creencia extendida en el poder del azar, la suerte, y los buenos augurios. La “creencia” como predisposición a asumir una idea como indudable propicia una religación muy particular con un ser, un pensamiento o un acontecimiento específico.

-¿Ve mucho sincretismo y religiosidad popular en el país?

-El sincretismo propicia la confluencia o simbiosis de expresiones culturales diversas a favor de manifestaciones muy singulares. Por ejemplo, la importancia que se le otorga a la chipa en el Kurusu Ára (Día de la Cruz) es producto de esta fusión cultural. Y, en ese sentido, la religiosidad popular imprime su sello característico y dota a los creyentes y a las comunidades una cierta autonomía en relación a los rituales y mandatos “oficiales”.

El novenario y todos los múltiples detalles socioculturales y religiosos que rodean a este acontecimiento comunitario varían de manera importante de un lugar a otro, pero en casi todos los pueblos y ciudades, la comida (karu guasu) permanece invariablemente.

¿Y la superstición no está presente en todo esto?

-Y, por supuesto, a todo este fenómeno también podemos sumarle en alguna medida una porción no menor de conductas supersticiosas. Voy a contar brevemente un caso a fin de ilustrar la concurrencia de estos elementos dispares.

En una comunidad estaban celebrando la fiesta de un santo del lugar; sin embargo, en un espacio cercano al oratorio, habían dispuesto un montón de carteles agradeciendo a San Expedito. La mayoría de los presentes me confirmaron las virtudes del diligente soldado romano, patrón de las causas justas y urgentes.

Asimismo, la figura de San Cono de Teggiano se encuentra muy ligada a las clases populares pues orando al mismo, se “asegura” el pozo mayor de la lotería o la quiniela. También la oración que todo enamorado debe conocer, la de Santa Catalina de Siena, y así, un sinnúmero de expresiones varias.

-¿Cómo ve la introducción en un país católico como este, de religiones y filosofías alternativas?

-Lentamente se van sumando creencias y expresiones distintas. En la medida en que logremos ser cosmopolitas, la diversidad será una bella realidad. Por el momento hay una resistencia a la pluralidad, pero en unas décadas más, los “amigos morales” convivirán con los “extraños morales”.

-¿Cómo son vistos los paraguayos que eligen ser protestantes, budistas o ateos, por ejemplo, en vez de católicos?

-Al parecer, no es fácil, pero más allá de las molestias propias de optar por creencias o posturas ajenas a las hegemónicas, sería bueno recordar que el artículo 24 de la Constitución Nacional habla sobre la libertad religiosa y la ideológica.

Dice el texto: “Quedan reconocidas la libertad religiosa, la de culto y la ideológica, sin más limitaciones que las establecidas en esta Constitución y en la ley. Ninguna confesión tendrá carácter oficial. Las relaciones del Estado con la Iglesia Católica se basan en la independencia, cooperación y autonomía”.

Y continúa: “Se garantizan la independencia y la autonomía de las Iglesias y confesiones religiosas, sin más limitaciones que las impuestas en esta Constitución y las leyes. Nadie puede ser molestado, indagado u obligado a declarar por causa de sus creencias o de su ideología”.

-¿La fe en lo sobrenatural se vive de manera similar en todo el Paraguay?

-No, por suerte. Hay muchas y muy variadas expresiones de fe a lo largo y ancho del país.

-¿Cómo podría explicar que un país tradicionalmente católico, con la mayor parte de la población declarada en esta facción del cristianismo, tenga una sociedad con altos índices de inseguridad, criminalidad y falta de educación?

-La religión como expresión simbólica de profundas necesidades humanas, dice Javier Sádaba, contribuye a liberar las angustias y a prefigurar una trascendencia . Si bien es cierto que podría aplacar las pulsiones y los actos cacoéticos, la religión no es garantía para combatir todos esos males que citaste.

La inseguridad, la criminalidad y la falta de educación se resuelven desde instituciones con planes, programas y proyectos y no necesariamente con expresiones de fe. Si la religión católica fuese garantía absoluta de responsabilidad, benevolencia, piedad y misericordia no hubiesen existido curas pederastas como Marcial Maciel o la obra Spotlight no hubiese ganado el Oscar a la mejor película.

-¿Es la sociedad paraguaya intolerante e inclusiva?

-Somos intolerantes y todavía tendremos que recorrer un largo camino para lograr ser inclusivos. Hace unos días presencié un acontecimiento muy indigno. Un aborigen vestía un pantalón verde muy llamativo, varios transeúntes pararon a observar “semejante aberración” y reprobaron una y otra vez la osadía de aquel joven que cubrió una parte de su cuerpo (de por sí degradado) de un color que la mayoría consideraba “extraño”, probablemente si se adornaba de harapos, lo hubiesen considerado “normal”.

Próxima nota: La filosofía que defienden los ateos y agnósticos de Paraguay.

equintana@abc.com.py - @EdQuintana

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