Una selección de 550 imágenes limpiadas y digitalizadas se exhibirá el lunes y el martes en la sede de la Academia Paraguaya de la Historia en Asunción, de entre una colección de mil instantáneas que atesoró el fallecido historiador Carlos Pusineri Scala.
Después estarán disponibles en el museo que lleva su nombre, donde sus responsables esperan que sean consultadas por investigadores y el público en general.
Las fotografías ofrecen un testimonio visual de las costumbres de la época y de las condiciones de vida en la retaguardia paraguaya.
Hay guerras en la historia que generan ríos de tinta e imágenes indelebles, pero la disputa en el Chaco, en la que 86.000 bolivianos y paraguayos dieron la vida por un pedazo de tierra remota y vacía entre 1932 y 1935, pertenece a la clase de conflictos que se desvanecen de la memoria.
“Nosotros los paraguayos siempre somos un poco indiferentes a las cosas nuestras, no nos ocupamos de nuestra historia”, se quejó Ramón Bóveda, de 83 años, cuyo suegro participó en algunas batallas.
Se trató del capitán Santiago Romero Úbeda, quien escribió un diario de guerra en tres libritos, a los cuales la familia inicialmente no prestó mucha atención, reconoció Bóveda.
Solo conservó uno, que posteriormente compiló y publicó el nieto del capitán, Gustavo Bóveda, y que contribuyó a la génesis del proyecto de recuperación de las fotografías.
Su esposa, la restauradora Helena Malatesta, presentó el libro a Susana Pusineri, la hija del historiador, que se sintió conmovida, lo que llevó al proyecto conjunto.
En el diario el capitán de caballería describe, por ejemplo, el “huracán de fuego” sobre las líneas enemigas, aunque sin triunfalismo, con una repulsa patente a la matanza de ambos lados y una resignación patriótica a seguir “en este tren de miserias ”, como lo definió.
Las fotografías recuperadas son el relato en blanco y negro de lo que describen ese y otros diarios de soldados. En el acervo no hay imágenes de combate como las que inmortalizarían la Guerra Civil española unos años después, pero sí revelan otras facetas del conflicto.
Destaca, por ejemplo, una imagen de los reservistas paraguayos llamados a filas en un estadio de fútbol, descalzos, como también lo están algunos prisioneros bolivianos en otras imágenes.
Contrastan con los elegantes uniformes de los oficiales, que visten botas, y cuya apariencia recuerda al corte de la Alemania nazi, entonces el poder militar en alza en Europa. Incluso hay una imagen de un oficial con un bigote al estilo de Hitler.
“A mí me conmovieron mucho las fotos de mujeres, la fuerza con la que enfrentan esas situaciones”, dijo Malatesta, quien recalcó que no hay muchos retratos de mujeres paraguayas de esa época.
Los que existían eran de damas de la elite, mientras que las mujeres que aparecen en la colección eran las que viajaban con las fuerzas militares: planchadoras, enfermeras y cocineras.
La pequeña muestra fotográfica montada en la Academia de la Historia termina con una imagen de un cementerio de paraguayos, con cruces simples y sin visitantes, que da paso al brindis entre los generales de ambos lados por el armisticio y el desfile bullicioso de la victoria en las calles de Asunción.
Es la contraposición del silencio de las víctimas y la alegría nerviosa de los sobrevivientes.
En el conflicto ambos países movilizaron a 340.000 soldados, de los que 36.000 de las filas paraguayas nunca volvieron a casa, mientras que Bolivia perdió a más de 50.000, según el historiador Ricardo Scavone Yegros.
Las fotografías están en diferentes soportes, como negativos en vidrio y en celuloide y papel fotográfico, y muchas de ellas son inéditas, según Susana Pusineri.
Malatesta cree que el coleccionista las compró en mercados callejeros o a particulares. Su recuperación costó 19 millones de guaraníes, aportados por el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec) .
Ramón Bóveda lamentó que se desconozca la identidad de la mayoría de los soldados y las mujeres que aparecen en ellas. Fueron los combatientes anónimos de una guerra que se olvida.