Eutanasia o propagación de la leishmaniasis

ENCARNACIÓN. La aparición en Itapúa del tercer caso de de leishmaniasis visceral -la forma más grave de la virus- hizo resurgir una serie de falencias. La Dirección de Zoonosis de la VII Región Sanitaria no cuenta siquiera con reactivos para detectarla.

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Con estas falencias, se está obviando ejecutar el principio básico de la autoridad sanitaria de la región, por un lado, y por otro, no existen normativas claras de qué hacer con el principal transmisor de este mal al ser humano: el perro.

El can enfermo no tiene cura. Por esa razón, las organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud (OMS y OPS), en un encuentro sobre vigilancia, prevención y control de leishmaniasis visceral en el Cono Sur de América, realizado en Foz de Iguazú, instaron a prohibir los tratamientos de leishmaniasis visceral canina con drogas registradas para el uso humano. Esto debido a que además de no dar resultados los tratamientos, interfiere en los trabajos epidemiológicos y genera cepas más agresivas para las personas y animales.

En consecuencia, se recomienda el sacrificio asistido del animal por ser el principal reservorio del parásito. Desgraciadamente es el intermediario más directo entre el mosquito y el hombre.

En Brasil –por ejemplo- está prohibido usar drogas utilizadas por humanos en el tratamiento de la leishmaniasis canina. Es más, una ley obliga el sacrificio del perro contagiado por esta zoonosis, en consecuencia, el veterinario que lo atienda y lo medique, aunque sea por otra patología, puede perder la matrícula y hasta ser encarcelado porque estaría cometiendo un delito penal.

En Argentina, la Administración Nacional de Medicamentos prohíbe la comercialización de productos de uso humano en veterinarias, y viceversa, en farmacias, drogas para animales.

En nuestro país, por lo general el médico veterinario de mascotas hace el diagnóstico, receta y vende los fármacos de su propia farmacia, cosa que en medicina humana no sucede. Transita por una sutil línea ética.

En Encarnación –a contramano de lo que sucede en países limítrofes- existen entidades protectoras de animales que se oponen al sacrificio del perro. Se suman a la postura de algunos profesionales veterinarios que no están de acuerdo con la eutanasia canina y utilizan medicamentos que son exclusivamente para humanos.

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