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A continuación se reproduce el mensaje de monseñor Cuquejo:
La noche Santa de la Vigilia Pascual nos introduce en la historia de la creación y de la salvación de la humanidad por medio de signos. Al inicio de la Vigilia, que significa la espera de un acontecimiento importante, en este caso la resurrección de Jesús, se bendice el fuego.
Es el elemento esencial de toda creación. Lo que conocemos de los astros y de nuestro planeta nos lleva necesariamente a reconocer en el fuego un elemento original, en el origen de la materia. Bendecimos el fuego que luego dará luz a toda la humanidad. Esta misma luz será el signo, aunque pálido de la resurrección de Cristo. Por eso cantamos "Lumen Christi", la luz de Cristo, encendiendo el cririo pascual y entrando en la Iglesia Catedral, símbolo de la Jerusalén celeste.
El fuego transforma la materia, la purifica, la aniquila en algunos casos. Así el pecado es aniquilado por la luz de Cristo, quien disipa las tinieblas producidas por el maligno a fin de confundir a la humanidad y llevarla junto a si.
La luz, símbolo de la presencia del resucitado en el mundo ilumina todo y hace distinguir la malicia del pecado y la bondad de Dios. Lleva a las personas por los caminos iluminados por la gracia y las aparta de la oscuridad del mal causada por el maligno. Es la lucha constante entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado.
El siguiente signo es la bendición del agua, que también es un elemento esencial de la creación. Significa vida, fertilidad, promesa. La ausencia del agua es el desierto, es la soledad, la desesperación y la muerte.
Por eso el agua simboliza el paso del pueblo hebreo que sale de la esclavitud, pasando por el desierto para entrar en la tierra prometida. El desierto de los sufrimientos por la falta de agua, a la tierra prometida abundante en bienes materiales y sobre todo en la libertad de adorar al único y verdadero Dios. El paso por el Mar Rojo y luego por el río Jordán simbolizan la liberación material y espiritual del pueblo. El agua bendecida es signo del bautismo por el cual la persona que se adhiere a Cristo es purificada del pecado original para comenzar una vida nueva.
Esta primera parte de la vigilia pascual nos prepara para entender la presencia de Cristo resucitado en la vida del mundo. Por su resurrección podemos tener la esperanza de purificar nuestra vida de los pecados que hemos cometido. Es la purificación del alma, pero también de los sentimientos y emociones, de la inteligencia y la razón.
Quien vive en la fe del resucitado ya no puede hacerle daño al prójimo. Sus pensamientos dejarán de ser maliciosos, sus palabras agresivas darán lugar a expresiones de serenidad y respeto, su inteligencia dejará de enturbiar la razón de ser de las cosas y la ciencia será servidora de la verdad. Porque el Resucitado es el camino, la verdad y la vida.
Hemos venido a celebrar esta vigilia pascual para dar testimonio de la resurrección de Cristo en esta época de tantas confusiones, de tantos desvaríos y de tanta iniquidad. Todo ello nace de corazones vacíos de fe y de amor, ya sin esperanza de la auténtica felicidad que nos ofrece Cristo Resucitado. Renovemos nuestra fe, aquella que recibimos en el bautismo y que nos unió a nuestros padres, padrinos y parientes.
Es la fe bautismal que nos introdujo en la comunidad cristiana, la Iglesia de Cristo. No tengamos miedo de anunciar la presencia de Cristo en nuestros hogares y en toda la sociedad. No perderemos nada haciéndolo y sin embargo la ganancia será superior a nuestras expectativas.
Felices pascuas de resurrección
Mons. Pastor Cuquejo
La noche Santa de la Vigilia Pascual nos introduce en la historia de la creación y de la salvación de la humanidad por medio de signos. Al inicio de la Vigilia, que significa la espera de un acontecimiento importante, en este caso la resurrección de Jesús, se bendice el fuego.
Es el elemento esencial de toda creación. Lo que conocemos de los astros y de nuestro planeta nos lleva necesariamente a reconocer en el fuego un elemento original, en el origen de la materia. Bendecimos el fuego que luego dará luz a toda la humanidad. Esta misma luz será el signo, aunque pálido de la resurrección de Cristo. Por eso cantamos "Lumen Christi", la luz de Cristo, encendiendo el cririo pascual y entrando en la Iglesia Catedral, símbolo de la Jerusalén celeste.
El fuego transforma la materia, la purifica, la aniquila en algunos casos. Así el pecado es aniquilado por la luz de Cristo, quien disipa las tinieblas producidas por el maligno a fin de confundir a la humanidad y llevarla junto a si.
La luz, símbolo de la presencia del resucitado en el mundo ilumina todo y hace distinguir la malicia del pecado y la bondad de Dios. Lleva a las personas por los caminos iluminados por la gracia y las aparta de la oscuridad del mal causada por el maligno. Es la lucha constante entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado.
El siguiente signo es la bendición del agua, que también es un elemento esencial de la creación. Significa vida, fertilidad, promesa. La ausencia del agua es el desierto, es la soledad, la desesperación y la muerte.
Por eso el agua simboliza el paso del pueblo hebreo que sale de la esclavitud, pasando por el desierto para entrar en la tierra prometida. El desierto de los sufrimientos por la falta de agua, a la tierra prometida abundante en bienes materiales y sobre todo en la libertad de adorar al único y verdadero Dios. El paso por el Mar Rojo y luego por el río Jordán simbolizan la liberación material y espiritual del pueblo. El agua bendecida es signo del bautismo por el cual la persona que se adhiere a Cristo es purificada del pecado original para comenzar una vida nueva.
Esta primera parte de la vigilia pascual nos prepara para entender la presencia de Cristo resucitado en la vida del mundo. Por su resurrección podemos tener la esperanza de purificar nuestra vida de los pecados que hemos cometido. Es la purificación del alma, pero también de los sentimientos y emociones, de la inteligencia y la razón.
Quien vive en la fe del resucitado ya no puede hacerle daño al prójimo. Sus pensamientos dejarán de ser maliciosos, sus palabras agresivas darán lugar a expresiones de serenidad y respeto, su inteligencia dejará de enturbiar la razón de ser de las cosas y la ciencia será servidora de la verdad. Porque el Resucitado es el camino, la verdad y la vida.
Hemos venido a celebrar esta vigilia pascual para dar testimonio de la resurrección de Cristo en esta época de tantas confusiones, de tantos desvaríos y de tanta iniquidad. Todo ello nace de corazones vacíos de fe y de amor, ya sin esperanza de la auténtica felicidad que nos ofrece Cristo Resucitado. Renovemos nuestra fe, aquella que recibimos en el bautismo y que nos unió a nuestros padres, padrinos y parientes.
Es la fe bautismal que nos introdujo en la comunidad cristiana, la Iglesia de Cristo. No tengamos miedo de anunciar la presencia de Cristo en nuestros hogares y en toda la sociedad. No perderemos nada haciéndolo y sin embargo la ganancia será superior a nuestras expectativas.
Felices pascuas de resurrección
Mons. Pastor Cuquejo