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Un equipo periodístico de RBS TV en Brasil evidenció una modalidad que está en auge dentro de la millonaria industria tabacalera, donde, en vez de arriesgarse a perder los cargamentos de cigarrillos ante los fuertes controles de las autoridades del vecino país, prefieren montar "agujeros" donde se hacen réplicas casi idénticas de las marcas paraguayas, lo cual, aseguran, solo se puede lograr mediante "expertos" paraguayos que trabajan en los sitios en condiciones de cuasiesclavitud.
Hasta el momento son más de 15 las fábricas encontradas por las autoridades policiales; sin embargo, el equipo periodístico siguió el rastro de toda la estructura criminal, a partir de un campamento ubicado en Montenegro, Brasil, pasando por empresas legales en Candelaria, Región Central de Río Grande do Sul, e incluso contactando con un nexo en la propia capital de nuestro país.
Los delincuentes utilizaban a paraguayos para la elaboración de los cigarrillos, manteniéndolos en condiciones prácticamente de esclavitud. "Ellos trabajaban en régimen de 24 horas. Se turnaban en turnos de 12 a 14 horas, dormían y comían en el suelo. Una situación análoga a la esclavitud", describió a RBS TV el delegado de la Policía Civil de Montenegro, Paulo Ricardo Costa.
En el campamento precario de Montenegro se encontró a 13 compatriotas, que ya fueron deportados a nuestro país. En el sitio -se estima- se podían producir unas 60 cajetillas por minuto, lo que equivale a 2,6 millones de paquetes de cigarrillos al mes.
Además, se encontró un cuaderno en que se anotaba toda la producción y que dio pistas a los investigadores para seguir el rastro de los responsables de montar eso que llamaban agujeros.
Los apuntes coincidían perfectamente con los responsables de la empresa Botucaraí Tabacos -legalmente constituida-, específicamente con el propietario Sérgio Lawall y uno de los vendedores, de nombre Tales Ellwanger, ambos relacionados a la fábrica ilegal ubicada en Montenegro.
El periodista continuó las negociaciones con Ellwanger, que, pese a la desconfianza en el trato, finalmente accedió a mostrar una fábrica en Sao Paulo para promocionar el trabajo y también otorgó el contacto para conseguir las máquinas y la mano de obra.
Esto llevó al equipo de investigación a contactar con Casio Joel de Lara, llamado Chispa en la ciudad de Vera Cruz, también de Rio Grande do Sul. Este le ofreció tener la maquinaria por US$ 1,2 millones y un adicional de US$ 300.000 para los técnicos que debían montarla y tenerla ya operativa.
Lo más llamativo es que Lara es categórico al ofrecer la mano de obra paraguaya: específicamente, requería 4 ó 5 trabajadores, agregando que lo único que debía montar es la casa donde depositarlos y pagarle unos 4.000 reales (G. 6.400.000). El mismo incluso se ofreció a hacer el contacto para conseguir a las paraguayos.
"Chispa" cumplió su promesa y facilitó el contacto de alguien que se hace llamar Silvio, quien atiende el negocio reclutando interesados en trabajar desde Asunción.
El contacto paraguayo no tiene tapujos en promocionar su actividad ilícita, agregando que él no estaba disponible, ya que iba a atender una oferta más tentadora de montar un "agujero" nada más y nada menos que en Polonia, Europa.
Sin embargo, Silvio se pone serio al momento de los negocios en concreto y advierte al periodista -que seguía manteniendo su fachada de supuesto cliente- que una vez que los compatriotas lleguen a Brasil tenían que secuestrarles todos los teléfonos celulares. Además, debía instalar cámaras de seguridad e inhibidores de señal de celulares en el sitio, para evitar lo ocurrido en Montenegro.
Finalmente, Silvio deja a cargo de su compañero Marco, un brasileño radicado hace más de 20 años en Paraguay y experto en el rubro del tabaco, para que concrete las negociaciones.
El equipo periodístico se dirige a Foz do Iguazú, frontera con Ciudad del Este, para concretar las negociaciones con Marco, quien promete que en 20 días podría tener montada la maquinaria para la elaboración de los cigarrillos empaquetados, pero este le advierte de algunas condiciones de trabajo.
Por experiencia, solicitó que el lugar donde se monte la fábrica clandestina sea un sitio apartado, para no tener que lidiar con las sospechas de vecinos, lo que, según indica, ya le costó un pequeño tiempo detenido, aunque luego logró ser liberado por un abogado.