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Una indígena llegó el pasado jueves al Hospital de Barrio Obrero para un control prenatal, ya que no sentía a su hijo. A través de una ecografía, los médicos constataron que el feto, de aproximadamente 22 semanas, ya había muerto, por lo que se hizo el procedimiento normal en esos casos que es el de suministrar un medicamento que ayuda a que el bebé sea expulsado, informó a ABC Color el Dr. Luis Rubén Ramírez, director médico de dicho centro asistencial.
Una vez que ocurrió esto, el cuerpecito fue entregado a un primo de la mujer, quien al no tener un lugar donde enterrarlo por falta de medios, decidió sepultarlo en la Plaza de Armas, ubicada en pleno centro capitalino, frente al Congreso Nacional y a la Comandancia de la Policía.
Según versiones no confirmadas se había dicho que la propia madre se había encargado de enterrarlo, sin embargo, el galeno negó esta afirmación considerando que la mujer sigue internada en el nosocomio desde el día que ingresó.
Explicó que primero fue tratada por tener bajas hemoglobinas, y como el procedimiento produce mucho sangrado, tuvieron que hacerle varias transfusiones. Ya luego se le detectó una infección urinaria y ahora está siendo tratada con antibióticos. “Ya está mejor y podría ser dada de alta entre mañana y el miércoles”, precisó Ramírez.
El doctor alegó que el procedimiento normal en estos casos es que los restos se entreguen a los familiares, tal y como se hizo en esta ocasión -lo que obra en acta- por lo que deslindó cualquier responsabilidad del hospital sobre lo que pudo haber ocurrido después.
En entrevista con ABC Cardinal, el primo de la mujer confirmó que la joven indígena había denunciado por violencia doméstica a su pareja en ocasiones anteriores, pero que nunca se concretó ninguna acción en contra del agresor. Finalmente, fue un golpe de este hombre en la zona del vientre lo que provocó la pérdida del bebé.