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Un grupo de ciudadanos autoconvocados llegó anoche hasta la casa del diputado y ladrón confeso José María Ibáñez para decirle lo que no quiere escuchar: que es un ladrón y que no le creen el discurso de santo que pronunció en la sesión extraordinaria de la Cámara de Diputados, el pasado miércoles.
Se lo dijeron de diversas maneras: a viva voz, con rollos de papel higiénico que arrojaron sobre su muralla hasta entonces de color amarillo; con huevos que estrellaron con furia sobre el mismo muro y con la contundente palabra "ladrón" pintada en letras mayúsculas.
Para el amanecer, Ibáñez ya había hecho lo que mejor sabe hacer: recurrir al blanqueo. Aunque en este caso en un sentido metafórico, porque tuvo que recurrir al colorado rabioso. Se comprende, porque no debe ser fácil comprar pintura a la madrugada.
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La muralla de la casa, ubicada en Pacheco y Alas Paraguayas del barrio Mariscal Estigarribia, en Asunción, luce ahora colorinche y todavía se adivina bajo las capas bermellón lo que se intentó borrar.
Además, el diputado solicitó y obtuvo protección policial. A estas horas, en su vereda hay vallas que impiden a posibles manifestantes acercarse y también tiene la custodia de dos patrulleras de la Policía Nacional.
La casa está ubicada en la jurisdicción de la Comisaría 11ª, tristemente célebre por sus aprietes y extorsiones, como el caso de la joven Tanya Villalba, a quien sus agentes le plantaron droga como parte de un plan de extorsión y venganza.
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Por otro lado, circula en WhatsApp el siguiente mensaje: "After Office en la casa de Ibáñez: Hoy (viernes 03/08/2018) 18:00 hs en adelante te invitamos a visitar la residencia del Dipuchorro Ibáñez en Pacheco y Alas Paraguayas para luego partir en caravana al lugar de la cena en la casa de otro Diputado. ¡Favor llevar papel higiénico y huevos!!!"
El caso del diputado colorado comenzó en 2013, cuando en su calidad de diputado Ibáñez pidió la contratación de Favio Gómez, Viviana Falcón y Éver Falcón para prestar servicios en la Cámara de Diputados en calidad de auxiliares administrativos. En agosto de ese año fueron contratados, pero luego se descubrió que en realidad trabajaban como caseros en su quinta de Areguá. Ibáñez certificó documentos a través de los cuales se confirmaba la asistencia de los tres a la Cámara de Diputados, aunque luego se corroboró que no asistían.
Se pudo comprobar también que Lorena del Pilar Plabst de Ibáñez, esposa del parlamentario, depositaba en su propia cuenta bancaria los cheques correspondientes a los salarios de los tres caseros.
Para librarse de una condena, Ibáñez admitió los hechos ante la Justicia.