El valor de creer y no rendirse

Con mucho miedo, pero a la vez con fortaleza, llegaron a Paraguay Sheila y Angelo, una pareja de venezolanos. Un puestito de arepas y mucha constancia les permitieron una prosperidad tal, que ya pudieron traer a una de sus hijas de su tan sufrido país.

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Son muchas las veces en la vida en las que nos encontramos en una situación límite, en donde la angustia es tan grande que nos cuesta creer cuando los que nos rodean nos dicen que algún día saldremos de esta.

Esa misma preocupación fue la que sintieron Angelo Di Marcantonio y Sheila Kopp, un matrimonio de venezolanos que llegó a Paraguay huyendo del hambre y la desesperación que ocasionaba la necesidad, donde ya no era posible conseguir comida aunque se tuviera el dinero, porque simplemente no había dónde adquirirla.

Aquí sobrevivieron gracias a almas caritativas que les tendieron una mano, y comenzaron un puestito en la calle, vendiendo arepas y otras comidas típicas.

Hoy, muchos meses después, por fin el sacrificio y las plegarias dan sus frutos, y ahora sí se permiten creer que era cierto lo que la gente les decía: lo superarían y todo eventualmente iba a estar mejor.

Además del próspero crecimiento del negocio, que pasó de ser un puestito callejero a convertirse en un salón que rentaron con el fruto del trabajo, hoy esta pareja de venezolanos logró un sueño mucho más allá de lo material: pudieron traer a otra de sus hijas, Michel Hernández, y a su nieto de un año y medio, de Venezuela. Ahora ya son en total ocho integrantes de la familia los que lograron asentarse en Paraguay.

Para llegar a Paraguay la joven demoró nada menos que 14 días y cruzó países como Colombia Ecuador, Perú y Bolivia, para poder llegar a Paraguay con su bebé en brazos.

Contó que son incontables los venezolanos que se están trasladando, por lo que demoraban hasta un día en sellar su pasaporte para pasar al siguiente país.

Ahora que en Paraguay encontraron una tierra fértil y gente amiga, miran atrás y no se arrepienten de haber emprendido la aventura que al principio les dio tanto temor.

Claro, siempre está latente el sueño de volver al lugar que los vio nacer, pero son conscientes de que mientras la tiranía reine en ese lugar del mundo, no les queda de otra que elevar una oración cada día para que, como dice Sheila: “Dios mire a Venezuela y no la abandone”.

 

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