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Agotados por meses de batalla, sin dormir, ante la riada que no daba tregua y amenazaba la propia supervivencia de las valientes familias pilarenses, miles de vecinos iniciaban el triste éxodo.
Mariano Roque Alonso, Asunción, San Ignacio y Villeta fueron los principales destinos de los desterrados. Para el rescate acudieron barcos que navegaban en las cercanías de la ciudad y acudieron ante el S.O.S. emitido por la radio Carlos Antonio López, la emblemática emisora de Pilar.
Otros miles de vecinos decidieron refugiarse en los lugares más altos, resistiendo hasta que meses después los ríos volvieron a su curso. Los estudiantes acudían a precarias aulas bajo carpas y la población se movilizaba de un punto a otro de la ciudad en canoas, reemplazando a la bicicleta, el medio de transporte predominante en esta ciudad en aquellos tiempos.
La economía local acusó un duro golpe al inundar las aguas gran parte de la planta fabril, que debió parar sus actividades por varios meses. La ganadería sufrió la mortandad de aproximadamente 250.000 vacunos y miles de hectáreas de cultivos quedaron bajo agua.
A pesar del desastre de aquel año, además de las nuevas riadas que afectaron a la ciudad en el transcurso de las últimas décadas, pobladores y hasta instituciones públicas no han sido capaces de aprender de la experiencia y siguen hasta hoy construyendo edificios en las zonas inundables.
Con la construcción de los muros de contención, actualmente es más segura ante las crecidas de los ríos, pero paralelamente ha quedado más expuesta al agua que se acumula tras las grandes precipitaciones, inundando centenares de viviendas ubicadas en la zona baja y en los reservorios del sistema de defensa.