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Una niña de 8 años de nombre Jazmín Marmolejo era una de las pacientes que estaban en el Hospital Pediátrico Acosta Ñu el pasado sábado cuando el Vicario de Cristo visitó el centro asistencial. Así como a otros niños, el Papa le dio un beso, pero ella quería uno más.
Además del beso, el Pontífice le regaló un rosario bendecido. Jazmín es una niña que fue operada días antes de la venida del Papa por una cardiopatía congénita y estaba en recuperación cuando el Santo Padre llegó hasta ella y todos los demás pacientes, médicos y funcionarios del lugar. A los médicos, Francisco les bendijo las manos y los alentó a seguir en ese trabajo "tan sacrificado" por darle salud a los niños.
“Es tan importante un niño en la vida”, dijo en esa ocasión y además les aseguró a los pacientes y a sus padres que reza por ellos, por su recuperación y su fortaleza para luchar por su salud. Actualmente, la niña está de vuelta en su casa de Capiatá, operada y tras recibir el cariño del Papa, el de los niños y los pobres.
Pero Jazmín no fue la única que alcanzó la bendición del Santo Padre: varios fueron los niños y niñas, incluso recién nacidos, que fueron acercados hasta Francisco. A todos les daba un beso en la frente y los bendecía; algunos estaban enfermos y llegaban hasta él en brazos de sus guardias, otros corrían a abrazarlo, como sucedió minutos después de su llegada en el aeropuerto Silvio Pettirossi.
El Papa recordó que Jesús dijo que, para entrar al reino de los cielos, los adultos deben hacerse niños de corazón.