El calvario de Tobías

Tobías está internado en terapia intensiva de un sanatorio privado en Buenos Aires, Argentina. Ha soportado 22 cirugías y todavía no se sabe si la última dará resultado. La madre lamenta que el sistema de salud pública de Paraguay no les haya ayudado.

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Erwin Tobías Escobar Cáceres nació el 27 de noviembre de 2012, con 3.750 kilogramos y siempre fue un niño sano, que siguió todos los controles y recibió todas las vacunas que los niños debían recibir, contó su madre, Elizabeth Escobar. Sin embargo en febrero de este año, con solo dos años y tres meses, el niño enfermó. La médica de cabecera, la pediatra Silvia Jojot le diagnosticó herpangina y le indicó un tratamiento sintomático con ibuprofeno, dipirona y vironida, según contó la madre del niño.

Tras la consulta Tobías no mejoró, la fiebre no lo abandonó y Elizabeth decidió llevarlo a otro pediatra de apellido Merlo, atendiendo a que la pediatra de cabecera estaba de vacaciones. El profesional coincidió, era herpangina y este cuadro duraría unos días tras el inicio del tratamiento. El niño no mejoró, la fiebre siguió, la ingesta de líquidos se resintió y la madre lo notaba deshidratado, describió, por lo que fueron a urgencias de un sanatorio, pero el diagnóstico fue el mismo.

La madre no estaba satisfecha, no comprendía como podía desmejorar tanto por un cuadro que hasta ese momento le habían descrito como algo simple de tratamiento sintomático. Al día siguiente lo volvió a llevar a urgencias de un sanatorio privado, decidida a internarlo. La médica de guardia revisó al niño y no encontró herpes en la boca ni en la garganta, por lo que siguió examinándolo, palpándolo, hasta que encontró algo anormal en la zona abdominal y decidieron intenarlo.

Comenzaron los análisis, ecografías y muchos otros estudios. Tobías pasó a una sala de internación y los primeros resultados de sangre mostraron anemia, deshidratación y 500 de glóbulos blancos, aseguró Elizabeth. La panza comenzó a inflamarse pero no encontraban la razón, así que decidieron “explorar” para determinar la causa. Al abrir encontraron la mitad del apéndice “necrosado” (necrósis/gangrena), y en teoría al extirpar eso sería todo.

Los padres y toda la familia de Tobías jamás imaginaron que esa sería la primera de 22 cirugías, tres en la primera semana de internación, luego otras siete cirugías todas para tocar el intestino delgado que se iba necrosando. Para ese entonces Tobías, que siempre fue un niño sano según recuerda su madre, ya no podía alimentarse por vía oral, sino solo de forma parenteral (por las venas). Pasaron las semanas, los meses y Tobías fue sometido a ocho cirugías más, esta vez relacionadas al cateter, todas por las venas principales, dijo Elizabeth.

Fueron seis meses durante los cuales el niño estuvo varias veces al borde de la muerte. El niño quedó con el Síndrome del Intestino Corto. Ella entiende que los médicos le salvaron la vida al niño en varias ocasiones, sin embargo dice que también hay mucha corrupción entre los médicos, que entre ellos terminan tapando detalles que resultan vitales para un tratamiento favorable.

Según la mujer, durante ese tiempo, entre intervención e intervención ellos manifestaron varias veces que si hacía falta buscarían ayuda afuera. También recuerda que tocaron muchas puertas: IPS, porque contaban con el seguro, para pedir medicamentos que el niño necesitaba pero se lo negaron porque la criatura inició tratamiento en un centro privado; el Ministerio de Salud al que solicitaron también medicamentos y alimentos, pero no hubo una respuesta favorable. Elizabeth dice que los asesores del Ministerio de Salud, y el propio ministro de la cartera, Antonio Barrios, conocen el caso de Tobías, pero su carpeta quedó guardada como tantos otros casos de padres, que desesperados por salvar la vida de sus hijos recurren a la salud pública para que le cierren las puertas en la cara.

La madre manifiesta que recién tras la cirugía 18 los médicos le dijeron que aquí en Paraguay ya no había un tratamiento posible y que debía llevarlo a otra parte, a pesar de que ellos habían dicho a los médicos en varias ocasiones que si debían buscar ayuda en otra parte se llevarían a su pequeño.

El tratamiento que Tobías necesitaba a esa altura, con 18 cirugías, solo podían encontrarlo en otra nación. En Buenos Aires hay solo dos sanatorios privados que cuentan con la especialidad para tratar de reconstruir el intestino o en última instancia ir por un trasplante.

Ya en Buenos Aires, le practicaron cuatro cirugías más y tras la última el niño ingresó a terapia intensiva, donde está actualmente. Los médicos intentaron reconstruir el instestino pero aún no saben si los resultados serán favorables porque el órgano ya fue demasiado tocado en intervenciones que lo han dañado o debilitado.

La familia vendió todo lo que tenía y podía, realizaron y realizan actividades para recaudar fondos pero los gastos en una clínica privada son cuantiosos. Elizabeth está acompañada de su madre, la abuela de Tobías, mientras que el padre del niño trabaja aquí en Paraguay para tratar de pagar algunos gastos y va cada tanto al país vecino a ver a su hijo. 

Ya son dos meses en otro país y es duro, dice Elizabeth, quien sobre todo lamenta que desde un principio no se hayan hecho todos los análisis necesarios y que el Ministerio y el IPS le hayan cerrado las puertas, debiendo irse con su hijo a buscar ayuda en otra parte. Los interesados en ayudar a la familia pueden contactar a través de su página en Facebook: Todos por Tobías o al  0981-908600. 

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