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“El tema sexual no es obsesivo en Jesús. Para él hay cosas más importantes: la justicia y la misericordia, el hambre, la dignificación de todo ser humano”, con estas palabras arrancaba la ponencia del padre Caravias en el Primer encuentro Ecuménico de Diversidad Sexual.
El religioso, conocido por su apertura en polémicas como esta, se preguntó el motivo por el cual existen “cristianos” (comillas puestas por él) que desprecian tan duramente a los homosexuales, sin jamás haberse acercado a ellos y respondió a este cuestionamiento con otro: ¿Por qué son en esto tan exigentes, pero no se preocupan de combatir igualmente la violencia intrafamiliar, el embarazo adolescente, la distribución impune de crack entre jóvenes o la elección de gobernantes altamente corruptos?
Expuso que el Catecismo Católico, en su párrafo 2358, afirma que un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; esta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
“A todos los que quieran acercarse a Jesús, los cristianos tenemos que recibirlos con los brazos abiertos. Se impone implementar una pastoral de la diversidad sexual”, afirma.
En cuanto a la homosexualidad en las sagradas escrituras, expresa que las citas más importantes se pueden encontrar en el libro de Levítico (18, 22; 20, 13), en las que se condena a muerte “al que se acuesta con varón como se hace con mujer”. Dice que estos textos son parte del exigente Código de santidad para poder permanecer totalmente limpios ante los ojos de Dios, sin embargo en este contexto el mismo castigo mortal estaba también previsto para el adulterio, la bestialidad y el acostarse con una mujer de su familia o durante el periodo de menstruación (Lv 20, 10.15.18).
“No podemos ejercer un literalismo selectivo exigiendo el cumplimiento de un caso concreto y no los otros, menos aun en circunstancias tan distintas como las nuestras. Si usamos el Levítico al pie de la letra para condenar la homosexualidad tal como hoy se entiende, también los que comen carne de cerdo, o los hombres que se afeitan estarían igualmente condenados”, sostiene tajantemente.
Debido a su apertura a las personas homosexuales que buscan acercarse a Dios, el padre Caravias cuenta que algunos católicos molestos lo han apodado despectivamente “amigo de homosexuales”, pero refiere sentirse alagado por de calificativo “pues me acordé que a Jesús lo despreciaron severamente y lo llamaron amigo de prostitutas y pecadores”.
“Sí, tengo amigos homosexuales. Sé escuchar solidariamente sus dolores, que suelen ser muchos. Es más, he sentido que Jesús me pide poder misericordiar a través mío a todo despreciado que se ponga en mi camino. Decirles y mostrarles que Jesús está con ustedes, que los comprende, que les quiere ayudar”.
El religioso menciona que lo que Jesús no apoya son las violencias o desprecios de género, o los privilegios machistas -que son muchos- o cualquier acto de dominio o violencia del varón sobre la mujer, ni ningún tipo de insulto. “Hombres y mujeres gozamos de la misma dignidad, podemos ejercer las mismas profesiones y merecemos el mismo respeto. Esto es básico”.
Sobre la controvertida campaña de los colectivos cristianos “Con mi hijo no te metas”, que califica como agresiva, Caravias aclaro no creer que el género se elija por voluntad propia, menos desde la niñez. “Esto me parece un disparate altamente peligroso, seguramente promovido por los grandes poderes financieros que pretenden que la juventud sea cada vez menos peligrosa para sus privilegios, degradándolos en todos los sentidos: drogas, consumismo, pornografía, libertinaje”.
Después de muchas consultas y lecturas dice estar convencido de que normalmente el sexo viene ya definido desde la gestación, pero no en todos los casos. El proceso de gestación es delicado y complicado, y por ello no siempre claro. “Pienso, y creo que está suficientemente demostrado biológicamente, que algunos homosexuales son genéticos”.
Dentro del amplio debate de la homosexualidad, existen situaciones concretas que despiertan polémica, como la vida en pareja. Al respecto el padre Caravias cree que la convivencia de personas del mismo sexo no tiene nada de malo, siempre que exista un amor verdadero entre ellos. “Las condiciones básicas son las mismas que para las parejas heterosexuales”.
Sobre la legalización de la unión de parejas homosexuales es igual de abierto, incluso le parece recomendable que de alguna manera sean reconocidas por el Estado para obtener beneficios sociales, como pensiones, propiedades o herencias, pero le desagrada que se utilice la palabra “matrimonio”, que a su criterio debe reservarse para la celebración de un sacramento cristiano entre hombre y mujer.
“Una cosa es el derecho que se puede exigir como ciudadanos en el ámbito civil y otra la celebración de un sacramento cristiano. Son ámbitos distintos. No sé por qué muchos que dicen no creer en Dios, y menos en la Iglesia, se empeñan en celebrar un ‘matrimonio’, que es un acto religioso eclesial. Habría que inventar otro nombre”.
Sobre la adopción, el sacerdote califica como un debate difícil. “Todo niño tiene derecho a ser querido y cuidado al menos por un hombre y una mujer, de forma que pueda desarrollar armoniosamente su sexualidad. Pero en casos especiales pienso que se pudiera permitir si se trata de una pareja homosexual estable, fiel y abierta a otras personas, conscientes de que ese niño o niña debe tener trato cercano y cariñoso con varones y mujeres, parientes o amigos”.
Concluye que los homosexuales son personas que merecen todo respeto, ya que en todo este debate está en juego el derecho fundamental de existir y de ser uno mismo. “En ningún caso podemos afirmar que no son queridos por Dios, ni menos aún que Dios los condena por su forma de ser. ‘Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?’, ha dicho el Papa Francisco”.
“A los que piensan que la homosexualidad es una enfermedad o un vicio les aseguro que con desprecios e insultos jamás conseguirán curarlos o convertirlos. Es como si un médico despreciara e insultara a todo tuberculoso que se le acercara. Sería un delito”, puntualiza.