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Pro Francia o anti Francia, lopistas o antilopistas, pro dictadura o comunistas, colorados o liberales, olimpistas o cerristas. Entonces, no es de extrañar que hoy, en el Día Internacional de la Mujer, estén los del #YoParo y los #YoNoParo. Con toda la carga de intolerancia que existe en un país donde no se puede debatir, porque simplemente el disenso no es admitido y la persona que no está de acuerdo conmigo, automáticamente es mi enemiga.
Muchos conocidos y amigos se sumaron al #YoNoParo y tantos otros, a favor del #YoParo, se burlaban en las redes sociales de las posturas contrarias a las de ellos. Como si pensar diferente los hiciera más inteligentes o como si un grupo u otro sea dueño de la razón absoluta.
Lo que sí creo que no tiene razón es que en pleno siglo XXI, sigamos sin aprender a subrayar los puntos comunes en lugar de las diferencias, en pos de finalidades que están por encima de cualquier ideología, de cualquier opinión y hasta de cualquier creencia.
Puedo ser paciente y hasta comprensiva (a veces), pero rereconozco que me golpea ver que personas formadas, educadas y capacitadas no sean capaces de tolerar que otro piense diferente. La contracampaña del #YoNoParo me parece imprudente e innecesaria, justo en un país donde tantos abusos contra las mujeres se dan día a día, y no me refiero al punto polémico del embarazo y aborto, sino a los acosos callejeros y laborales, feminicidios, violaciones, diferencias salariales entre hombres y mujeres con el mismo cargo y las mismas responabilidades y tantas otras desigualdades injustificables a esta altura de la historia.
No haría una contracampaña por uno o dos puntos en los que no estoy de acuerdo, sino más bien, apoyaría el listado de los ítmes que sí considero absolutamente necesarios plantear, exigir y reivindicar.
Esto no significa que deje de sentar postura sobre los temas que para mí son innegociables. No apoyo el aborto libre y jamás lo haré. “Pero los embarazos de niñas”, “pero los embarazos tras una violación”, “pero los embarazos no deseados”. No amigo, amiga. No. No estoy de acuerdo con el “libre” aborto, aunque usen como bandera los casos más complejos para que después se aprueben todos los casos sin excepción, porque “la mujer es libre de qué hacer con SU cuerpo”.
Como si el aborto acabara con los violadores o con menores de edad, que por falta de educación -entre otra serie de motivos- inician su vida sexual en temprana etapa de sus vidas. No puedo estar de acuerdo porque eso ataca la consecuencia y no el problema. No estoy de acuerdo porque creo profundamente que la vida es vida desde la concepción.
También apelo a la lógica básica. Aprobar el aborto y pretender que con eso se acabe el problema del abuso sexual es como pretender que, prohibiendo la producción de motos, se acaben los “motochorros”. Así de ilógico. Así de sinsentido.
También apelo a la Constitución Nacional del Paraguay. Artículo 4. “El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Se garantiza su protección, en general, desde la concepción…”. El derecho a la vida es un derecho constitucional y no sólo es una cuestión jurídica, sino humanitaria.
Pero, independientemente a mi postura en contra del aborto (pues la intención en realidad no es detallar mis argumentos de oposición), me es imposible dejar de apoyar las demás reivindicaciones planteadas por el colectivo #NiUnaMenos, que organiza a nivel internacional las actividades del #8M.
En contra de la brecha salarial entre hombre y mujeres, la falta de remuneración del trabajo doméstico, la violencia física, verbal, sicológica y económica a la que muchas mujeres son sometidas, las violaciones, abusos y atropellos en general. Por todo eso, hoy, en el Día de la Mujer, #YoSÍParo.