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“Hoy ya es viernes y no vamos más a poder dormir porque la farra ya comienza. Estamos toda clase de gente en este lugar”, cuenta una mujer de unos 50 años, una de las muchas que acompaña el recorrido de la cámara y tras el micrófono va contando sus penurias.
Son en su mayoría vecinos de San Vicente y San Felipe que se ubicaron en la Costanera de Asunción porque “el dueño de sus casas (el río), llegó”, en palabras de Juan Carlos Santa Cruz. La mayoría de los pobladores aseguran que cuando el agua baje, volverán a sus casas y despejarán la Costanera, pero lo que no van a aceptar son viviendas definitivas lejos de allí.
Entre los pasillos minúsculos de las piezas provisorias, montadas con terciadas, chapas, puntales y carpas, avanza un grupo de varias señoras que son las guías, y a medida que la caminata se adentra aumenta la cantidad de niños encadenados de las manos, dirigidos por una mujer que está preocupada porque el puente que usan los estudiantes es peligroso.
El puente es una improvisación trágica de pedazos de palets, puertas, escaleras viejas, pedazos de cabeceras de camas. Son unos 12 metros de largo sobre un riachuelo sucio, lleno de basura por donde los niños deben pasar para ir a la escuela. “Acá se pueden ahogar”, dice otra de las vecinas.
Al cruzar el puente, comienza un pasillo por donde se puede avanzar pero con la seguridad de mojarse al menos hasta cerca de la rodilla.
En el lugar es evidente la falta de organización, algunos están muy contentos con las tareas desarrolladas por “Don Chacho”, un jefe de seccional de la zona a favor de la comunidad. Otros, sin embargo, dicen que este personaje de nombre tan paraguayo es quien vende todas las chapas que a ellos no les llegan. Atrás, algunos vecinos están molestos por estas quejas contra “Don Chacho”.
Cada vez son más niños y adultos cerca, quieren contar sus necesidades, denunciar la “politización” de la ayuda, y preguntar si la prensa sabe algo sobre las casas que les habían prometido hacia el Botánico.
A ciencia cierta no saben nada, solamente saben de rumores que uno u otro jefe de seccional les cuenta, y lo que ven en televisión, pero es seguro que tienen más preguntas que respuestas.
Juan Carlos Santa Cruz Ibarrola es funcionario de la municipalidad y poblador de la zona. Cuenta que el compromiso de la gente es que cuando baje el agua volverán a sus casas.
Consultado sobre si aceptaría una vivienda definitiva en otro lugar, la respuesta fue clara: No.
El problema es que todos trabajan en Asunción, dice Santa Cruz, algunos son funcionarios públicos, recicladores, “lavadores” de autos y limpiavidrios.
La Secretaría de Emergencia Nacional está trabajando al límite de sus posibilidades, tratando de paliar la situación, pero a largo plazo debe comenzar a pensarse en la reubicación definitiva de la gente.
Eso es algo que tomará mucho tiempo, pero el proceso debería comenzar con un trabajo interinstitucional.