¿Cómo viven los paraguayos la semana santa?

La chipa, los huevos de chocolate, la comida abundante y los viajes son algunas de las opciones hacia los cuales la mayoría se inclina en esta Semana Santa. Sin embargo, la oración, el ayuno y el perdón, quedan relegados a un segundo plano.

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¿Será que la cantidad de fieles disminuyó o cada uno es católico a su manera?

El modo de vivir la Semana Santa cambió radicalmente. Por un lado se tornó muy comercial con los supermercados repletos de huevos de Pascua; por otro lado la gente se volvió bastante pagana, pues consideran estos días como un feriado largo, para ir a descansar, jugar, comer hasta el cansancio y dedicarse a cualquier cosa menos a Dios.

No se puede precisar si las personas anteriormente dimensionaban el verdadero sentido de la Pascua, pero lo concreto es que había más religiosidad, los fieles adoptaban actitudes más acordes a la fecha: acudían a la Iglesia, guardaban silencio, oraban, ayunaban, en fin, realizaban diversas prácticas de piedad que ayudan a sentirse mejor en estos tiempos.

En cambio hoy, para varios de los que dicen ser católicos, la resurrección de Cristo ya no aparece por ningún lado o al menos, no le dan la debida importancia. El profesor de cultura religiosa del colegio Santa Marta, Jorge Fernández, sostiene que las leyes de Dios solían regular el comportamiento de los cristianos, “eran como una niñera que nos guardaba y protegía” pues normalmente prohibían muchas cosas que ahora se pasan por alto con total naturalidad.

Vivimos en una sociedad donde todo es relativo, nada es absoluto, es entonces en ese relativismo que se pierde todo; inclusive la religiosidad. Desaparecen el sentido moral, familiar, personal, los valores humanos en general.

En lugar de aprovechar estos días para aproximarse a Jesús, predomina el lado comercial de estas fechas. Los huevos de Pascua están en el mercado con mucha anticipación como si fueran el eje central de todo y esto provoca que se pierda el verdadero sentido de la cuaresma. El misterio de la pascua no se remite a un chocolate como equivocadamente se cree. No se puede servir al dinero y a Dios al mismo tiempo.

La responsabilidad de este cambio es de la sociedad entera, del mundo que avanza, de la tecnología cada vez más desarrollada que nos invade, de la ajetreada rutina que ni siquiera permite que nos detengamos un momento a pensar cómo hacerle frente a tantas cosas, y este ritmo acelerado nos consume sin darnos cuenta.

Justamente por eso, la Iglesia pretende volver a evangelizar a través la Misión Continental Permanente en Paraguay. La conferencia Episcopal Paraguaya se comprometió a dedicar tres años a la familia:

- El primero, a la familia y el matrimonio

- El segundo, a la familia y personas

- El tercero, a la familia y vida abierta a la sociedad

Ocurre que es precisamente en la familia donde deben nacer los valores, ahí se inculcan las creencias. Si los padres no van a misa, obviamente los hijos tampoco querrán asistir. Para muchos acudir a la Iglesia representa un fastidio o un castigo. La repuesta de la gente es: “me voy cuando puedo”, “cuando tengo ganas y no me encuentre tan cansado/a” de esta manera ya nadie cumple con ir todos los domingos como realmente corresponde y menos con la misión de catequizar e involucrarse a predicar la palabra de Dios.

A pesar de este alejamiento de mucha gente, Cristo siempre está presente y actúa en la vida del hombre. Cada semana santa constituye una oportunidad para encontrarse con la pasión y la ternura del Señor, quien con una infinita paciencia sigue esperando y apostando a nosotros más allá de la escaza importancia que le damos.

Cuando fallamos y nos distanciamos, tememos volver a casa porque esperamos el regaño, el castigo, la indiferencia, el desamor y la acusación. Sin embargo, Dios como padre bueno nos aguarda para querernos, rescatarnos del abismo y está dispuesto a perdonarnos. No obstante él respeta nuestra libertad y si priorizamos el dinero, el prestigio y el trabajo él no vendrá a pedirnos que nos acerquemos a la Iglesia, somos nosotros quienes debemos acudir a él.

Es como el huevo de Pascua que se vende en los supermercados, no vienen solos hacia nosotros, sino que tenemos que ir buscarlos. La misma cosa ocurre con Dios, si vamos junto a él lo hallaremos, mas no hay que pretender que mágicamente la gracia divina llegue de la nada.

Pero si insistimos en llenar nuestras vidas con cosas triviales, en algún momento vamos a explotar, pues luego de un tiempo el chocolate empacha, el trabajo de satura, la enfermedad ataca, el sufrimiento deprime a tal punto que un día no quedará más remedio que mirar al cielo para pedir clemencia y compasión y ahí estará Cristo sin fijarse en nuestros pecados.

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