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Deberían brotar en agosto, pero por esas cosas de la naturaleza estallaron en flor ahora, distrayendo la vista de automovilistas y transeúntes por un instante y despertando admiración.
Sus colores hacen olvidar al encarnaceno -aunque sea por un rato- el tedioso tráfico vehicular y el humo del transporte público de pasajeros que inhala a cada minuto.
Los que conocen dicen que el tajy se rige por temperaturas y cambios intermitentes del tiempo. No pasan inadvertidas estas abigarradas flores que reemplazarán -quizás por unos días- el mustio color del invierno.
Así, pese a los avatares del día a día, los lapachos en flor regalan todo su esplendor y es imposible no solazarse, siquiera un segundo, con su presencia.