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Monseñor Lucio Alfert tiene 80 años de edad desde hace cinco años está en la espera del nombramiento de su sucesor. Una vez que esto ocurra desea seguir viviendo en Paraguay.
“Siempre dije que quiero vivir y morir aquí”, expresó el carismático religioso.
En las oficinas de monseñor Lucio Alfert, ubicada en el Tercer Cuerpo del Ejército, en Mariscal Estigarribia, el tiempo pareciera haberse detenido; diversos objetos de arte sacro, fotografías antiguas y cosas llamativas, como una radio que data de los años 50, revelan una vida que pasó mucho tiempo entregada a la lectura y la reflexión.
“Esta radio funciona bien y sintoniza incluso la BBC de Londres”, comenta mientras se acomoda para la entrevista con nuestro diario.
Hacer memoria no fue ninguna dificultad para el obispo Alfert. Contó que su vocación sacerdotal surgió de pequeño en su natal Alemania.
“En mi pueblo siempre hubo mucho espíritu misionero, en mi familia hay misioneros y tuve la idea desde niño de dedicar mi vida a ayudar a los demás. Solo que los tiempos después de la guerra (Segunda Guerra Mundial 1939-1945) eran difíciles”, recordó.
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Vida clerical
Rememoró que una tarde, jugando fútbol en la casa de los Oblatos de María Inmaculada con los monaguillos, un cura lo invitó a estudiar con ellos. Así se iniciaba más de medio siglo de servicio.
En el año 2017 monseñor Alfert presentó renuncia al Vicariato Apostólico del Pilcomayo, cargo que sigue ocupando mientras espera una respuesta del Vaticano o el nombramiento de su sucesor. “Presenté mi renuncia, pero elegir un sucesor no depende de mí”, explicó.
Además este año celebra el Jubileo por sus 50 años de votos perpetuos como religioso, 50 años de ser diácono, 50 años de sacerdocio y 50 años de llegar a Paraguay, comentó.
Su venida a Paraguay
Paraguay como destino de servicio se cruzó en sus planes de forma curiosa, comentó el Alfert. Mencionó que cuatro curas, él entre ellos, estaban preparándose para misionar en África del Sur.
“Yo estudié entonces inglés y afrikáans, pero luego informaron que hacía falta un voluntario para Paraguay, y yo me ofrecí”, relató.
Entre risas recuerda que al llegar a Paraguay, en octubre de 1972 (en el auge de la dictadura stronista) y observar por todos lados las banderas rojas con una estrella (símbolo del Partido Colorado), el primer pensamiento que se le vino a la mente es que llegaba a un país comunista.
“La impresión que tuve también fue de mucha naturaleza y con la amabilidad de la gente enseguida me sentí en casa”, rememoró.
Su trayectoria en el Paraguay y con los pueblos originarios comenzó cerca de la capital del país. Luego estuvo en el norte del Chaco argentino y un tiempo más en Asunción hasta instalarse definitivamente en el Chaco, donde lleva 36 años.
La lucha de siempre
Respecto a los pueblos nativos, refirió que la gran lucha va ser siempre por el territorio propio.
“Aquí, en el Chaco, siempre hubo mucho espacio para que los pueblos originarios se puedan desarrollar, pero los alambrados aumentaron y se achicó el espacio físico que pueden ocupar para vivir de la naturaleza”, dijo.
Se refirió a la actual lucha que lleva el pueblo Manjui en el Chaco, los cuales están siendo despojados de su territorio “en las narices” del propio Instituto Paraguayo del Indígena (Indi) que permanece tibio ante la invasión alevosa de las tierras destinadas a los nativos por empresarios y políticos.
Respecto a su relacionamiento con los germano descendientes (menonitas) en todo este tiempo en el Chaco, mencionó que a nivel de trabajo o económico siempre “se puede conversar bien con ellos”, pero criticó la forma de evangelizar que tienen al decir que cada iglesia realiza proselitismo espiritual para su propia congregación ingresando a las comunidades a predicar y ganar adeptos, causando divisiones en vez de unidad.
“Entran con comida y otras cosas, bautizan a personas que ya están bautizadas y dividen. Es algo que nosotros no hacemos, no entramos en la comunidad de ellos a predicar”, dijo.
Necesitados e inseguridad
Sobre la situación de nuestro país, monseñor Alfert refirió que falta que los gobernantes tengan mayor empatía con los más necesitados. También expresó preocupación por la situación de inseguridad en escala dentro del gobierno, desafiando a las propias fuerzas del orden.
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Como mensaje final, refirió a que el arma más fuerte que se puede tener es la unidad de las diferentes culturas del Chaco, que trabajando y luchando en esa dirección muchas cosas se pueden lograr.