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Durante la celebración por los 51 años de vida sacerdotal del padre Emilio Grasso, sus monaguillos y niñas liturgistas le entregaron una carta. En la misma, le manifestaban el cariño y el aprecio que le tienen; además, recalcaron el valor de la enseñanza que han recibido del él. El vicario respondió con la humildad que lo caracteriza.
Además, instó a que los mismos continúen por el buen camino. “Lo que cuenta es que se preparen bien para seguir una vida bella, como yo repito siempre: una vida feliz”, expresó. El padre Grasso indicó también que Dios ama a todos, pero que tiene un amor preferencial hacia los pobres, los marginados y los desprotegidos.
Enfatizó que, para tener una vida bella y feliz, se debe tener coraje, sacrificio y esfuerzo y pasar por la lucha de la fatiga y el combate. “El primer combate es con uno mismo, por eso debemos saber luchar y cambiar nuestro corazón, ser mas buenos, y esto cuesta, amigos, pero no debemos fracasar”, dijo.
Recordó a los presentes a no olvidarse de los pobres, quienes son los más amados por Dios. “Yo hago siempre la distinción entre perezosos, los haraganes, los holgazanes, los que no quieren trabajar... San Pablo dice: 'Quien no quiere trabajar que no coma', por eso cada uno debe trabajar. La escuela es un trabajo, no ser caprichoso en casa es un trabajo, ayudar a los abuelos es un trabajo”, indicó.
Finalmente, exhortó a no atormentar a los padres: “No los torturen, deben ser buenos en casa, en la escuela, en la calle, cuidar la ciudad”. Culminó su homilía instando a los niños y jóvenes a ser responsables y tomar sus propias decisiones.