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Hubo varios campos de batalla durante la Guerra de la Triple Alianza, pero ninguno tan simbólico como el de Acosta Ñu. Hace 146 años, en este sitio del departamento de Cordillera, fueron asesinados unos 3.000 niños y jóvenes quienes defendían el país de una guerra perdida mucho tiempo antes. El 16 de agosto de 1869, en este mismo lugar en donde hoy hay latas de cerveza y botellas de plástico en el suelo, hubo sangre, cadáveres y sacrificio.
El campo de Acosta Ñu y el Cerro de la Gloria permanecen olvidados casi todo el año. Es jueves y el sol se cuela entre las nubes. No se sabe si hace frío o calor en este invierno extraño de 2015. Para peor, hay una suerte de neblina. Para llegar al Cerro de la Gloria o el campo donde murieron los niños hace 146 años no hay guía alguna, no hay un mísero cartel. Para el que va desde Tobatí hay que desviar a la derecha en una calle cualquiera, una de tierra que lleva al sitio. El polvo y la arena reinan.
Los bichos hacen ruido. El camino al cerro es intransitable; solo las camionetas de gran porte resistirían el empinado camino del ascenso. Arriba hay una suerte de monumento que apenas se ve desde abajo. En este sitio, en el medio de la nada, hay unas escaleras. También hay una barandas para sostenerse y en la cima de todo, una especie de corral en donde hay una edificación. La puerta de la casita está cerrada con candado. Adentro, hay un féretro. En él hay un escudo: una estrella en el medio con una palma y un olivo. Una placa dice: “Centro de ex cadetes. Liceo Militar ‘Acosta Ñu’. Encuentro nacional patriótico. Homenaje a los niños héroes de la histórica batalla de ‘Acosta Ñu’. Loor y gloria a todos ellos”. La placa dice que fue colocada en el 2011, en el Bicentenario de la Independencia. Es relativamente nueva. En el centro hay una bandera paraguaya que flamea en lo alto. Es la única señal que muestra desde lejos que en ese sitio ocurrió algo alguna vez.
Es nueva también la obra de las barandas y escaleras: el monumento, erigido en 2008, según el tímido cartel al costado de los escalones. En el tope también hay luces. Ilda Bobadilla es una señora que vive con su esposo, Eusebio Rivarola, a unos 200 metros del acceso al cerro, en la casa más cercana al Cerro de la Gloria. Cuenta que poca gente va por el lugar y que hace poco se hizo una limpieza en la zona porque es época de recordación. El 16 de agosto se acerca. “La calle se arregló porque va a venir el Ministro”, dice la señora entre los cacareos de sus gallinas y los mugidos de sus vacas.
En la cima del cerro, rodeando a la bandera – que está rota en su última franja, la azul – hay un juego de luces. Se supone que se encienden por la noche, pero eso rara vez ocurre dice doña Ilda. “Siempre se roban los focos y cuando se reemplazan, se vuelven a robar”, lamentó.
La batalla se libró a los pies del Cerro de la Gloria, en un amplio campo que ahora está protegido y relativamente libre de malezas. En este terreno se podría ingresar, pero no hay nada. Es como cuando se navega en el océano; solo que en vez de agua hay pastizales interminables.
La señora Bobadilla cuenta que las celebraciones por el Día del Niño son las que traen un poco más de vida a la zona. El festejo más tradicional es la marcha de las antorchas, en donde 3.000 niños y jóvenes van hasta el lugar. Marchan a través del Mitã Rapé, un trayecto de 17 kilómetros que recorre los campos en donde se libró la batalla. Después de este evento, lleno de autoridades y recuerdos, la zona volverá a como está hoy: sola, triste y lúgubre.
El Día del Niño se recuerda cada 16 de agosto recién desde 1948, cuando el entonces presidente de la República, Dr. Juan Manuel Frutos, decretó que este festejo se realice ese día. Así lo recuerda el historiador Luis Verón, quien agregó que la primera fecha de festejo era, sin embargo, el 13 de mayo, cuando en 1919 profesor Julián Rojas Chilavert dispuso ese día a través del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Entonces hubo solo 67 celebraciones de las más de 140 fechas que pasaron desde 1869 hasta hoy.
A inicios de 1869 los brasileños saquearon Asunción y desde ahí las líneas de defensa se replegaron hacia el Este. Son muchas las historias que se cuentan de Acosta Ñu: que los niños tuvieron que ponerse barbas postizas, que pidieron clemencia a los soldados brasileños y que fueron degollados sin piedad. La historia siempre es relativa pues las versiones entre vencedores y vencidos difieren mucho. Francisco Solano López moriría casi siete meses después para dar fin a esta guerra cruel que enfrentó a cuatro países del Cono Sur de América.
La de Acosta Ñu fue la continuación de la Batalla de Piribebuy, que se produjo el 12 de agosto de 1869. Las escasas y cansadas – por no decir vencidas – fuerzas paraguayas iban cayendo sin piedad.
El 16, se registró la contienda de Acosta Ñu. “Seis horas resistieron las cargas de la pesada Caballería brasilera, que vengando el engaño acabaría incendiando el campo de batalla con sus oponentes infantiles”, según cuenta el historiador argentino José María Rosa en su libro “La Guerra del Paraguay y las Montoneras argentinas”, según relata el historiador paraguayo Domingo Cabañas.
Dijo Juan José Chiavenatto en su libro: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando para que no los matasen. Pero eran degollados en el acto”. Después de la insólita batalla de Acosta Ñu, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer a los pocos sobrevivientes, el Conde D’Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres. “Su orden era matar, hasta el feto del vientre de la mujer”.
La Batalla de Acosta Ñu fue algo que en las batallas bélicas del mundo no tiene comparación, no existen antecedentes de otros Ejércitos integrados completamente por niños. En esta sangrienta batalla, aproximadamente 3.500 paraguayos enfrentaron a 20.000 soldados del Ejército brasileño (las cifras difieren desde 3.000 a 4.000 soldados compatriotas), lo que se conmemora como un acto de heroísmo.
“Si hemos vencido fue porque hasta los niños paraguayos hemos matado”, entre otras más, fueron las declaraciones de Domingo Sarmiento ya finalizada la Guerra de la Triple Alianza.
Hoy, a 150 años de haberse iniciado la Guerra de la Triple Alianza el Paraguay sigue sin poder sacarse las cicatrices dejadas por Argentina y Brasil. Sin embargo, revisionistas de los cuatro países (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) se reúnen cada año a hablar sobre esta cruel masacre. El año pasado le tocó a nuestro país y este año el encuentro será en Uruguayana, Brasil.