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Llegó y se fue. Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, arribó con mucha humildad a su tercera escala de su viaje por Sudamérica el viernes 10 de julio a las 14:54 en un vuelo de Alitalia, procedente del aeropuerto Viru Viru de Bolivia. Llegó al país que tal vez mejor conoce por haber trabajado durante años y años en las villas más pobres de Buenos Aires, llenas de inmigrantes paraguayos y bolivianos. Volvió a escuchar en los pasillos el tono del idioma guaraní, que tanto había oído antes de viajar para el Vaticano a finales de febrero de 2013. Entonces era solo el padre Jorge, arzobispo de Buenos Aires.
Francisco, vicario de Dios en la tierra, llegó cansado. Saludó al presidente Horacio Cartes, vio un espectáculo de danza y escuchó a un coro de niños antes de salir del aeropuerto. Solo sonrió cuando los niños del coro lo abrazaron. Después, todo era protocolar para él.
Subió al Papamóvil. El clima era extraño, marcado por una pertinaz llovizna y por un curioso sol que se asomaba y escondía entre las nubes. Saludó a los cientos de miles de fieles que se encontraban a la vera del camino. La camioneta que lo transportaba se movía rápido para llegar a su primera parada, la cárcel de mujeres del Buen Pastor.
Allí, Francisco, pese a estar cansado hasta los tuétanos escuchó con alegría al coro de reclusas de la cárcel de mujeres. Se cuenta que le dijo a la ministra de Trabajo, Sheila Abed, que “no daba más”. El Papa, en una entrevista con un diario argentino del interior del país afirmó una vez que si no hace una siesta de “40 minutos a una hora” lo siente terriblemente. El Pontífice no ingresó a la cárcel, donde las otras reclusas lo esperaban. Hubo muchos decepcionados y muchos otros conformes.
Desde allí, cayendo la tarde, fue hasta la Nunciatura para prepararse para una reunión con autoridades del Gobierno en Palacio de López, al que fue en Papamóvil. Esas son las cuestiones que el Papa debe soportar pero que eliminaría del protocolo si pudiera. Allí no se dirigió a los políticos sino a la mujer paraguaya, a su querida mujer paraguaya. Volvió a decir que es “la más gloriosa de América” y condenó la Guerra de la Triple Alianza, que conoce muy bien por la historia de su país.
El Papa recibe a todos. Una curiosidad que marcó el viernes por la noche fue el saludo que le obligó a hacer el presidente Horacio Cartes, quien lo paró y obligó al Pontífice a que abrace a la diputada Cristina Villalba, quien también lo abrazó a llantos. La mujer perdió a su hijo en un fatal accidente hace poco más de una semana. ¿Cómo iba a saber el pobre Francisco que el nombre de Cristina Villalba aparece en las notas que el asesinado compañero de ABC Color, Pablo Medina, dejó antes de morir, y en donde contaba que Villalba es la madrina del narcotráfico en Canindeyú? Nadie le avisó. Igual, el Papa abraza a todos.
Sin embargo, Francisco sí se refirió al combate contra el narcotráfico en su discurso en Palacio de López. Horacio Cartes lo saludó como si hiciera un discurso de elecciones, destacando sus obras y la concreción de los pedidos de Francisco, que exige siempre el compromiso con los pobres.
Después de esto, Francisco fue hasta la Nunciatura a dormir, seguramente con todas las ganas del mundo.
El sábado por la mañana, Jorge Mario Bergoglio se levantó temprano. Uno de los feligreses le dio un mate, que sorbió para luego subir al mismo Peugeot que hace 27 años transportó a San Juan Pablo II. En ese coche fue hasta Reducto, San Lorenzo, al hospital de niños “Acosta Ñu”, donde fue recibido por miles. Dentro del hospital bendijo a los enfermos, a esos desfavorecidos por la sociedad que él más quiere. “Por los milagros que hace, bendigo sus manos”, le dijo al cirujano Marcos Melgarejo.
En Reducto, el Papa cambió al Peugeot por el Fiat Essence Idea que suele usar en Roma y el Vaticano. En un coche igual, suele fugarse por las murallas vaticanas para pedir una pizza en Roma. Una vez lo reconocieron y desde entonces su séquito ya no le deja salir de incógnito.
Otro cambio de móviles se hizo en Curusú Peregrino, lugar emblemático de Cordillera. En ese sitio subió al Papamóvil y fue hasta el Santuario de la Virgen de Caacupé, que tanto veneró en Buenos Aires. Se sintió mal por un momento pero de la Sacristía volvió al altar. Estuvo allí dos horas, destacando en su homilía a la valiente mujer paraguaya. También convirtió al santuario en una basílica menor.
Francisco hizo 60 kilómetros de vuelta a la Nunciatura, en Asunción, en su coche Fiat. Allí almorzó y después hizo la primera de sus dos visitas sorpresa. Fue a la clínica Divina Providencia de la Fundación San Rafael, donde lo esperaba su amigo, el padre Aldo Trento. Estuvo en ese lugar desde las 16:15 hasta las 16:25, los diez minutos que le había pedido Trento.
El sábado no paraba y Francisco fue luego hasta el polideportivo del León Coundou para un encuentro con la sociedad civil. Allí lanzó sus mensajes más fuertes, condenando todo tipo de ideología y llamando al diálogo franco, sincero, entre los actores de la sociedad. Pidió ayudar al más pobre y dio la imagen más locuaz de la ayuda al más necesitado: todos algún día podemos estar en ese lugar.
En otro momento, el Papa abogó por la diversidad en la sociedad. El mensaje fue directo al corazón de la Iglesia católica paraguaya en referencia a los grupos proaborto y los que abogan por la legalización de matrimonio entre personas del mismo sexo. Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, diría horas más tarde que no, que el Papa no se refería a eso sino a una diversidad social simplemente más incluyente y que no hacía referencia hacia las posiciones del catolicismo hacia la preferencia sexual de las personas.
Más entrada la tarde, Francisco fue hasta la Catedral, edificio que alabó muchas veces porque supo reconstruirse tras cada episodio trágico en la vida del Paraguay. “A veces hay que tirar todo y empezar de vuelta” fue la frase del Papa, una frase que podría ser hasta cliché, pero que con la Catedral tiene ese doble efecto que resulta válido para la vida de muchos.
La noche del sábado recibió al Sumo Pontífice en la parroquia del Cristo Rey, donde veneró el corazón de San Roque González de Santa Cruz. Dio casi el mismo mensaje a los jóvenes del colegio y los instó a “jugarse” por sus ideales. Luego fue a descansar a la Nunciatura.
El domingo, bien temprano, Francisco fue a su querida “periferia”, la que tanto pide que se visite. Era el Bañado Norte, que le contó al Papa la verdad del Paraguay, una en donde los pobres son excluidos de los planes a largo plazo. Allí sintió el calor de la gente: bendijo a abuelas, abuelos, niños, niñas y esa gente carenciada que tiene mucho para contar.
A las 10:00, el plato estrella del día: la misa en Ñu Guasú. El imponente altar de maíz y coco que diseñó “Koki” Ruiz veía a Francisco celebrar su segunda y última misa en Paraguay. Más de un millón de personas se reunieron en el sitio para escucharlo. Algunos ya llegaron el sábado. También, por primera vez en Paraguay, allí se rezó el Ángelus, que fue transmitida a todo el mundo.
Francisco llegó a la Nunciatura cerca de las 12:30 del domingo. Recibió en un almuerzo a los más altos representantes de la Iglesia católica en nuestro país. Estuvo allí casi cuatro horas, seguramente preparando todo para el regreso al Vaticano. Desde allí fue al Papamóvil hasta la Costanera de Asunción, para encontrarse con los jóvenes. Unas 500.000 personas escucharon al Papa.
En su encuentro con los jóvenes, Francisco escuchó el testimonio de tres jóvenes y les dio un emocionante mensaje. “Armen lío, pero ordénense”, dijo el Papa riéndose con los asistentes. Una multitud lo despidió en su papamóvil.
Después, fue hasta el Ycuá Bolaños, en donde hubo un altercado porque los fieles sobrepasaron las vallas de seguridad. La seguridad papal decidió no quedarse en el sitio tras este hecho. Cientos de víctimas y familiares de víctimas del incendio quedaron muy molestas porque Francisco no pudo quedarse en el lugar. La Policía echó la culpa al séquito del Papa.
La imagen del Papa es la de despedida con una sonrisa afable, cargada de amor hacia nuestro país, a pesar del interminable acto final en el aeropuerto. Cerca de las 19:30, escaló hacia el Airbus 330 de Alitalia para un vuelo de unas 12 horas que lo hará llegar al Vaticano mañana por la mañana. Desde este lunes, la vida en Santa Marta seguirá como siempre para Francisco. Lo que sí sabemos que es difícilmente olvidará a Paraguay.