Ataque en un estrecho camino

Un recorrido de poco más de un kilómetro, un trayecto que no lleva más de cinco minutos transitando lento en un vehículo, cambió para siempre la vida de los Zanotti Cavazzoni cuando agentes de la Senad los tomaron por asalto el pasado sábado.

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Un estrecho camino a cuyos lados se levantan imponentes eucaliptos e interminables cañaverales conduce desde el portón de entrada de la propiedad hasta la casona del capataz. Son aproximadamente 1.000 metros entre un punto y otro.

Según el relato de los testigos, don Ulrico, su esposa, su hijo y su nieta ingresaron desde la ruta Carapeguá-Nueva Italia y aproximadamente a los 500 metros del portón se detuvieron por segunda vez para conversar con personal que en ese momento cosechaba la caña dulce. Desde allí, don Ulrico pretendió retomar el camino para volver a salir a la ruta y en ese momento se percató de algo: dos camionetas negras y una blanca ingresaban violentamente desde la ruta.

Pensó lo peor. Un asalto, un secuestro, algo malo contra su familia. Entonces maniobró de vuelta y siguió por el sendero hacia la casona. Desde allí comenzó la balacera. “Era una lluvia de balas”, describió una trabajadora en el lugar, todavía conmocionada. Más o menos a los 1.000 metros, a la altura de la casona, en algún punto decidió bajar a su hijo Alessandro, para que “por lo menos él se salve”, y siguió un camino abierto a la derecha entre la plantación. Dos camionetas de las tres que ingresaron siguieron a la camioneta de don Ulrico, que tenía el logo de la empresa; la otra, la tercera, se dirigió a la casona.

La camioneta desde ese punto avanzó otros 120 metros y el motor se detuvo. No había escapatoria. Los agentes de la Senad les dieron alcance y comenzaron a golpear al empresario, hasta que se dieron cuenta de que en el vehículo, Viviana, de solo 3 años, se desangraba en brazos de su abuela Ana. 

En ese lapso, en la casa también cundió el miedo. En la puerta estacionó una de las camionetas de la Senad, de la cual descendieron varios agentes. Dentro del viejo caserón, en el baño y en el cuarto se escondieron despavoridos por los disparos el capataz, dos hijos suyos, su nuera y un amigo de la familia. Al hijo menor del capataz, un chico de 13 años, le rompieron la boca. A la nuera le pegaron en la cabeza. A todos los maltrataron y golpearon, mientras alguien gritaba: “¡No miren, no hablen!”. No se identificaron y estaban a cara descubierta, con armas largas.

Donde descansaba el perro durante la visita, estuvo la camioneta de la cual bajaron los agentes que maltrataron a la familia del capataz. 

“¿Dónde está el tinglado, dónde está el cargamento?”, insistieron en vano. No había tinglado ni cargamento. “Ellos se equivocaron”, concluye ahora la mujer. La equivocación le costó la vida a una menor de 3 años, que fue auxiliada y llevada por los propios agentes hasta el hospital de Ñemby, para luego ser derivada al Hospital de Trauma, donde luchó por su vida durante dos días hasta que murió.

La equivocación causó que Alessandro esté ahora en el hospital, gravemente herido por tres disparos de las armas de los agentes. Los agentes están presos, imputados por homicidio doloso. El fiscal que encabezó el operativo, Carlos Alcaraz, se desentiende y Luis Rojas renunció a su cargo de ministro en la Secretaría Nacional Antidrogas.

Tras la muerte de la niña, la ciudadanía -indignada por la violencia del caso y de otros episodios que se vivieron en el país en las últimas semanas- se autoconvoca a una manifestación pacífica para el próximo viernes 24. 

 

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