Anuncian más “crucifixiones”

ASUNCIÓN. Extrabajadores de la represa hidroeléctrica de Itaipú anunciaron que una sexta persona será “crucificada” en breve si el Gobierno no atiende sus reclamos y la intermediación de la Iglesia en la problemática.

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Carlos González, líder de la Coordinadora que agrupa a los extrabajadores de Itaipú, informó que en uno o dos días será clavado de la misma forma y junto a sus compañeros otro antiguo trabajador de unos 60 años, como modo de presionar al Gobierno.

Añadió que el pasado día 30 el presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, Claudio Giménez, obispo de Caacupé, aceptó mediar ante el Gobierno para establecer una mesa de negociación que dé solución al problema.

“Ayer domingo nos llamó el obispo y nos dijo que alguien de Presidencia se pondría en contacto con nosotros. Pero no ha sido así”, dijo.

El próximo viernes se cumplirá un mes desde que Roque Samudio, de 58 años, Gerardo Orué, de 49, y Roberto González, de 61, fueron clavados a una cruz de madera frente a la embajada brasileña, en el centro de Asunción, en la que desde entonces permanecen acostados y alimentados solo con suero y zumo.

Posteriormente se les unió Rosa Cáceres, de 52 años y esposa y madre de dos extrabajadores de la represa; y el 29 de diciembre Pablo Garcete, de 71 años y antiguo empleado.

La protesta del quinteto busca que miles de extrabajadores paraguayos de la represa cobren los derechos laborales retroactivos que dicen se les adeudan por un convenio suscrito en 1974 por los Gobiernos, entonces dictatoriales, de Paraguay y Brasil.

Según González, la última entrevista con representantes del Gobierno paraguayo fue antes de Navidad, al igual que con miembros de la embajada de Brasil, quienes les manifestaron que se trataba de un asunto interno.

“Es una entidad binacional y si hay voluntad para aliviar este inmenso sacrificio, si hay sensibilidad, nuestro Gobierno tiene la posibilidad de lograr una reacción inmediata de Brasil”, indicó.

Agregó que los “crucificados”, especialmente los que más tiempo llevan, se encuentran bien de moral, pese a que lo extremo de la protesta les está pasando factura física.

Las cinco personas acopladas a otras tantas cruces están asistidas por decenas de compañeros que se turnan bajo la lona en la que yacen los “crucificados”.

Allí les dan de beber, les ayudan a hacer sus deposiciones, desinfectan sus clavos, les proporcionan analgésicos, les controlan la tensión arterial e intentan mitigar con abanicos las altas temperaturas que azotan al país, que el 21 de diciembre entró en la estación veraniega.

“Los compañeros están dispuestos a llegar hasta la última consecuencia, y esta es la muerte”, afirmó González.

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