Una treintena de personas acude cuatro veces por semana a las clases que se imparten en la panadería habilitada en el predio del Centro de Adicciones, en Asunción, con el fin de obtener un certificado que les acredite como profesionales del pan.
Los cursos “ fueron pensados para ofrecer a los pacientes una herramienta para que, una vez recuperados o estabilizados, puedan tener una posibilidad de ganar dinero, sin recurrir al hurto o al robo agravado ” , explicó a Efe el director del Centro Nacional de Control de Adicciones, Manuel Fresco.
La oferta no es solamente parte de un tratamiento integral para los pacientes, dijo Fresco, sino que también está pensada para que acudan sus familiares, e incluso funcionarios de otros hospitales cercanos.
Además, el Centro mantiene un acuerdo con la Municipalidad de Asunción para ofrecer tratamientos y capacitación laboral a cuidacoches y limpiavidrios, trabajadores callejeros cuya presencia en las esquinas de la capital fue prohibida recientemente.
Para poder vestir uno de los 35 mandiles y gorros de cocina disponibles en el curso de panadería, de acceso gratuito, solo hay que ser mayor de edad, cumplir con la escolaridad y “tener las ganas”.
“Hay dos criterios de selección: uno es el criterio de la empresa encargada del curso de capacitación, y el otro es un criterio nuestro de decir que este paciente está o no en condiciones”, señaló Fresco.
El director del Centro Nacional de Control de Adicciones señaló que el curso tiene un componente terapéutico para los pacientes, en el sentido de cumplir con el compromiso, la responsabilidad o la asistencia.
Sin embargo, Fresco puntualizó que “el objetivo es potenciar la posibilidad de reinserción”, dado que los pacientes tienen pocas oportunidades de conseguir un trabajo al abandonar al centro, y muchos de ellos cuentan con un historial delictivo o de adicciones, pero carecen de competencias laborales.
En la panadería habilitada para las clases prácticas, los alumnos aprenden a cocinar pan rústico y, mientras uno de ellos prepara la masa en la prensadora, a base de harina y agua, el resto atiende en torno a la máquina a los detalles que explica el profesor en cuanto a la forma y características de la receta.
Víctor Hugo Ramírez, alumno de 32 años, se esfuerza en darle forma a la masa que tiene entre manos, que una y otra vez lanza dentro de la amasadora para darle la consistencia necesaria.
Él era vendedor ambulante, y espera algún día cumplir su sueño de tener un proyecto de futuro gracias a la oportunidad que le brinda este curso.
“Ahora que estamos con este proyecto que nos está dando el Gobierno, (pedimos) que el Gobierno también se ponga de acuerdo con lo que hacemos y nos pueda dar un apoyo para el futuro de nuestros hijos, de nosotros mismos, de nuestra familia, y para poder demostrarle a la gente que sí podemos también”, dijo Ramírez.
El instructor de las clases prácticas, Gonzalo Cardozo, explicó que la idea es enseñar a los alumnos a utilizar la maquinaria de la que dispone la panadería, con hornos, amasadoras, refrigeradores y demás útiles de una panadería convencional, para que sean capaces de hacerlo por ellos mismos.
“Se trabaja con recetas, luego le dejamos independientemente al alumno que crea en su imaginación, porque en la parte de confitería es la presentación de la imaginación de cada uno en la decoración lo que vamos produciendo”, dijo Cardozo.
Añadió que es una ventaja trabajar con personas adultas, porque son “gente que piensa ejecutar el trabajo para estar ganando espacio en la sociedad”.
En ese sentido, el instructor de la parte teórica, Sergio Cristaldo, declaró que el objetivo es conseguir que los alumnos sean capaces de poder abrir su propio negocio, por lo que se les enseña también la parte legal necesaria para este proceso.
“Tenemos la perspectiva de que el 40 % lo pueda llevar a cabo, y sea para el futuro de ellos”, matizó Cristaldo.