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La ciudad de Villarrica, en el departamento de Guairá, vivió un emotivo inicio del Jubileo 2025, el Año Santo decretado por el papa Francisco, con una jornada llena de fe. La actividad comenzó con una peregrinación que partió desde la parroquia de Ybaroty y culminó en la explanada de la Catedral de Villarrica, donde se celebró una misa solemne presidida por el presbítero Blas Arévalos, actual administrador diocesano.
La peregrinación sobre la calle Carlos Antonio López, marcada por cánticos y oraciones, reunió a una multitud de fieles que caminaron juntos como muestra de unidad y devoción. Los participantes se unieron en búsqueda de la indulgencia plenaria con el lema “Peregrinos de la Esperanza”.
El Jubileo 2025, fue establecido por el papa Francisco para implorar por el fin de los conflictos en el mundo, a la vez que busca renovar el compromiso de los fieles con Dios y promover acciones de misericordia y reconciliación en las familias y comunidades.
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Jesucristo debe ser la meta y la esperanza de ricos y pobres, sostuvo
Al momento de la prédica, el presbítero Arévalos instó a todos los fieles a caminar juntos en la búsqueda de la esperanza en Cristo, sin distinción entre ricos, pobres o poderosos y necesitados.
“Aquí estamos de diferentes oficios y profesiones, unos son pobres, otros ricos, pero todos debemos caminar con esperanza hacia Cristo. Aunque seas el más intelectual, el más poderoso, el más rico de esta zona, Jesucristo debe ser tu esperanza, así también, si eres el más pobre, el changarín, el que a veces no encuentra trabajo, Cristo también debe ser tu esperanza”, predicó el presbítero.
En la homilía, también explicó a los presentes el significado de la peregrinación y la importancia de trazar una meta que seguir como Peregrinos de la Esperanza.
“Un peregrino es aquel que emprende un viaje, alguien que no se queda quieto, sino que se pone en marcha con la mirada fija a una meta. Cuando no tenemos una meta, ni el seminarista será sacerdote, ni el estudiante será ingeniero, no se llega a ningún lugar. En nuestro caso, esa meta es Cristo, quien es la fuente de nuestra esperanza. Caminamos con fe incluso cuando el camino es incierto, sabiendo que la esperanza nunca se desvanece porque está fundada en la promesa del Señor y nunca nos defrauda”, sermoneó el presbitero.
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Las dificultades del camino no deben debilitar la fe, afirma
El presbítero Blas Arévalos aprovechó para invitar a los feligreses a reflexionar sobre las dificultades que se presentan en el camino a la esperanza, enfatizando la importancia de no dejarse llevar por la incertidumbre o los momentos difíciles de la vida.
“A veces nos plagueamos mucho y así vivimos, nos quejamos de la esposa, del esposo, el sacerdote se queja de los feligreses, la feligresía se queja del sacerdote, el seminarista se queja de sus tareas, pero el peregrino debe caminar con fe. No es que en la vida todo va a ser color de rosa o todo va a salir bien; el peregrino de la esperanza nos recuerda que nuestra vida es un viaje. Vivimos en un mundo que muchas veces está marcado por el sufrimiento, la incertidumbre y las pruebas, pero en Cristo encontramos una esperanza viva, que nos sostiene, nos da fuerza y nos impulsa a seguir adelante”, reflexionó.
Promover la esperanza debe ser tarea de todos
En otro momento de su alocución, el presbítero indicó la importancia de que los feligreses y sacerdotes tomen como tarea esparcir la esperanza a los más necesitados y enfermos.
“Yo quiero decirle a mis hermanos sacerdotes, también, que nosotros tenemos que esforzarnos en este año, en el Jubileo tenemos que dar esperanza a los enfermos. En este año ningún enfermo debe quedarse sin el sacramento en sus casas, ni aunque ya no se muevan de allí, eso nos corresponde a nosotros, es nuestro deber, pero nos deben ayudar muchísimo ustedes (los fieles), porque los enfermos son los que más necesitan de la presencia de Dios y a la mayor parte no los vas a encontrar en los hospitales, sino en sus casas”, indicó.
“Debemos por ejemplo, crear grupos de ayuda a los enfermos, conformados por los laicos y aquellos me ayudarán a mí para que yo vaya a su lecho de enfermedad y llevarles los sacramentos, ya sea de la confesión o de la eucaristía. Es un desafío, una entrega, porque es un trabajo sin horario, no es como una oficina, el llamado, el pedido y la asistencia no tienen hora”, añadió.
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