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Rosana González de Escobar se declara apasionada por los pesebres y es emocionante escuchar sus anécdotas y pequeñas historias que acompañan a cada Nacimiento.
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El escenario es una casona señorial de 1906 con pisos, techos, columnas y puertas que mantienen su original diseño, declarada patrimonio de la ciudad de Asunción.
En el área social, un pesebre distinto: San José sostiene en sus brazos al Niño, enalteciendo la figura paterna. Es de Italia.
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Los muebles son antiguos y, aunque pudieran robarse el protagonismo, el espíritu navideño tiene una fuerte connotación cromática con los infaltables rojo y verde.
El arbolito y los objetos
El arbolito tiene círculos de madera con los nombres de queridos familiares que ya partieron al cielo.
Tal como sucede en un museo, los objetos parecen hablar del pasado y de la concepción particular del artista que los creó. Bellos pesebres del Paraguay, de Ecuador, Argentina, Perú, México, Italia y Estados Unidos también dan cuenta de técnicas actuales.
En miniatura y de porcelana fría, el establo se halla junto a un trencito y duendes que adornan. Recuerdan la espiritualidad y la belleza de la Natividad del Señor, que para Rosana es lo más importante.
En una esquina, el trabajo de ñandutí fue hecho por Karina Galeano, hija de Maneco Galeano. Suspendido en el aire, un colibrí bate sus alas, que “al igual que las capas y la corona de la Virgen son de ñandutí, con las caritas pintadas”, nos dice su propietaria.
“Era de mi mamá”
La voz de Rosana se quiebra cuando nos muestra “el pesebre que era de mi mamá. Tiene mucho valor para mí. Es el tradicional, el que recordamos de nuestra infancia”, cuenta.
Comparte el mismo sector un arbolito pequeño. “Me regalaron ahora, lleva una vela atrás como un hornito y los personajes se mueven. Me llama la atención que los pesebres de países andinos tienen dos Reyes Magos y un pastor”, refiere.
En el escritorio
Un pesebre tradicional de resina está en el escritorio. “Se lo regalé a mi marido”, relata mientras se le iluminan los ojos.
“Hace siete años, cuando tenía un solo pesebre, empecé a coleccionarlos por el valor artístico de diferentes culturas que expresan amor, paz y la Natividad del Señor”, reveló. Hoy tiene 32 pesebres que se han convertido en su pasión.
El más chiquitito
El pesebre más chiquitito está hecho de borradores y su origen es alemán. Cada personaje mide entre uno y dos centímetros. El trabajo debió ser muy minucioso y es una obra única.
“Mi casa está llena de detalles que llaman la atención porque allí está el Niño Dios, a la vista en época de Navidad, y cuando acaba vuelvo a colocar los personajes en su caja identificada para que el año que viene pueda volver a lucir”, relató.
Otro, también de Alemania, lleva incorporado un molino que gira con el viento. El nacimiento es de granjeros, de madera tallada.
Esta vela no será encendida
Se trata de un pesebre tallado en una vela totalmente blanca. “Es algo único que no voy a prender nunca, es de San Diego”, indica.
Al lado del reloj que suena cada 15 minutos hay una Sagrada Familia de madera terciada de Ecuador. Las fotografías de abuelos maternos, el reloj que perteneció a su suegro, son objetos preciados aquí.
De México con amor
Un pesebre de siluetas de latón, cuyo origen es México, se observa sobre una mesita de luz justo cuando suena el reloj de péndulo, como lo hace cada hora.
Junto al ángel de la guarda, un pesebre peruano chiquitito tiene dos Reyes Magos y el pastor, de forma redonda y de una arcilla rara, muy suave. Se halla a los pies de un cuadro que protege al ángel de la guarda que cuida a los niños.
El cuadro fue bordado durante un año por Isabelita Arréllaga de González, abuela de Rosana, cuando era pupila en la Divina providencia. Está fechado en 1914.
“Es la misma imagen que está tallada en una de las puertas de la Basílica de Caacupé”, informa.
Clásico
El pesebre clásico lleva iluminación de estrellas y el material es semejante al biscuit, con una delicada transparencia, de una tienda asuncena.
De moda en especial en la deco de bebés, la última adquisición con la técnica “amigurumi”, que consiste en tejer muñecos de croché. Cada Rey Mago trae un obsequio: la flor representa la naturaleza, la paloma de la paz y el corazón del amor. Hasta tiene la flor de coco en el árbol.
El pesebre paraguayo de vitral también tiene su sitio especial en esta decoración decembrina.
Cada año le toca a uno de los hermanos González reunir a todos en su casa, y este 2024 le corresponde a Rosana, que ya tiene todo montado, listo para encontrar aquí la ilusión y el asombro.
El primer pesebre que tuvo esta familia era uno grande, de Areguá, sin pintura. “Y un día Nelly Escobar, mi suegra, pintó las piezas y así quedaron. Allí nos reuniremos el 24 a la medianoche para rezar y dar gracias por todo lo que nos da el Señor”, apunta.
La exhibición que prosigue en la galería con pisos originales en damero antecede a puertas y en sus picaportes tienen un tierno Papá Noel o un reno de tela.
No lo van a creer, pero también hay un pesebre para fanáticos de las mascotas. Sus personajes son perros salchichas, como los que han acompañado a esta familia. Se los ve con gracia perruna sobre una máquina de coser antiquísima.
“La mayoría de las carpetitas de croché fueron tejidas por mi tía Palmira Yaluk, modista de alta costura”, expresa.
También hay una versión de reciclaje con pelotitas de madera, corcho y arpillera en un rincón bien rústico junto a una carreta, un pesebre que otra vez da la nota distintiva, hecho en Paraguay.
Y para recordar a la campiña hay un pesebre sobre un tronco de arcilla local.
“María Isabel González de Urbieta, mi hermana, hizo este arreglo de latas de atún y una percha, que se convirtió en un portavelas”, expresó.
Las guirnaldas ubicadas en la zona más alta se lograron gracias a los hijos de Rosana, que se tomaron un fin de semana para ayudarle.
“El pesebre de personajes rellenitos es de Itá, un regalo de mi familia cuando empecé a coleccionar pesebres. También hay colgantes de macramé, punto cruz y croché”, amplía.
“Este es el pesebre de mi abuela Isabelita, el más antiguo, que conlleva una historia que recordar y gran espiritualidad”, remarca.
Y no podía ser de otro modo: también hay un pesebre soft, hecho en Paraguay hace 10 años. “Lo ví en ABC Color, está hecho de medias y su base es un frasco de gaseosa”, explica.
Otra representación hecha por la artesana Inés Orrego, de Tobatí, tiene a la Virgen María chipera, el San José, y cada Rey Mago tiene un instrumento: una guitarra, un arpa y una flauta. Vestidos con ao po’í y tienen sombrero pirí. El niño y las frutas se colocaron en canastitas de tacuarilla.
Son de madera liviana, con sandía y la flor de coco, aspectos que el artesano quiso evidenciar.
El espacio está cerrado con vidrios y el jardín ingresa visualmente, con abundante luz del sol. En el comedor, trocitos de madera rectangulares muestran a la Sagrada Familia sobre un espectacular cristalero con mesada de mármol.
Hay mucho para ver y emocionarse y la dueña de casa reitera: “Esto se reunió a lo largo del tiempo”. Pasión y belleza que aspiran a convertirse en un legado de amor.