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La misa de las 19:00 en Caacupé, que fue presidida por Mons. Ricardo Valenzuela, fue concelebrada por varios obispos y el nuncio Vincenzo Turturro. Miles de devotos participaron, protegidos con paraguas unos y con pilotines otros.
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“Vivimos tiempo difíciles: violencias, muchas situaciones de injusticias, crisis, guerras, el genocidio en Gaza, el cambio climático, sufrimos un calor insoportable, incertidumbres, tiempo de cambios. Sin embargo, estamos llamados a creer en la esperanza”, dijo el fray.
Mencionó que en la Sagrada Escritura encontramos modelos que nos inspiran a creer en la esperanza y citó el modelo a Abraham, que ‘creyó, esperando contra toda esperanza’, contra todo pronóstico (Romanos 4,18). También relató el testimonio de esperanza de doña Delia, ciega de nacimiento. “Para ella Dios es luz que ilumina su vida”.
Malabarismos para medicamentos
“Cuántas personas con su testimonio nos dicen que creen en la caridad, que creen y viven el amor, en lo concreto”, dijo. También recordó a las personas que cuidan a sus familiares en sus casas, en hospitales, haciendo malabarismos para conseguir medicamentos; médicos que salvan vidas porque creen en el amor desinteresado”, recordó.
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“A lo largo y ancho de nuestro país, cuántos consagrados donan sus vidas, acompañan realidades dolorosas, de injusticias contra los campesinos e indígenas; acompañan a personas víctimas de las drogas, la formación de niños, jóvenes y adultos y ponen en práctica”, agregó.
“Los pobres necesitan de nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, ellos necesitan amor”, finalizó.