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El cardenal Adalberto Martínez ofició la misa de las 7:00 en el santuario de Caacupé. En su prédica cuestionó duramente la situación actual que se vive en el Paraguay por la corrupción que corrompe a las instituciones públicas y privadas.
Dijo que las necesidades son muchas y los recursos, escasos. Resaltó que esta realidad exige de quienes administran el Estado que sean buenos y celosos administradores de los recursos públicos para su inversión en políticas y programas sociales para mejorar la vida digna de los ciudadanos.
“La corrupción pública y privada son inadmisibles y se constituyen en un grave pecado personal y social. No se puede decir: “¡Señor, señor!” y robar los recursos públicos, que condenan a cientos y miles a una vida desmejorada e indigna de su condición humana”, indicó el cardenal.
Asimismo, lamentó que entre los pobres más abandonados y maltratados está nuestra oprimida y devastada tierra, nuestra casa común que clama por el daño que provocamos a causa de un acto irresponsable, por la codicia de unos pocos.
“El maltrato y el abuso de los bienes de la naturaleza y sus efectos, como sequías, profundizan el sufrimiento de los pobres”, expresó.
Señaló que Dios se identifica con los pequeños, los jóvenes, niños, personas con discapacidad, con los necesitados, con el que pasa hambre, con el enfermo que no tiene techo ni trabajo y está desnudo de protección.
“Dios no quiere que los pobres permanezcan excluidos y descartados de una vida digna y plena. El amor de Dios debe concretarse en la caridad, no como limosna, sino como derecho a una vida digna a su promoción humana integral”, agregó.
El cardenal continuó diciendo que necesita de una sociedad que no excluya ni margine a los indígenas, sino que los respete y los apoye en sus tradiciones y que puedan vivir seguros en sus territorios ancestrales, una sociedad que contribuye a que las familias campesinas, los pequeños productores, accedan a la propiedad de la tierra con políticas públicas para el arraigo en sus comunidades.
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Misión de seguridad
En otro momento de su alocución, el cardenal indicó que de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional dependemos porque la misión de ellos es brindar seguridad.
“Sabemos de su capacidad de sacrificio, disciplina, lealtad y de honor. En ustedes ciframos una gran esperanza, pues tienen como misión la seguridad, el bienestar y la paz en nuestro país. Vivimos tiempos y situaciones difíciles. Les alentamos a enfrentar con integridad y con alto sentido de patria, honrando la memoria de sus camaradas que han entregado su vida en el cumplimiento de su misión”, dijo.
“En la iglesia con el Adviento iniciamos un nuevo año litúrgico que nos invita a prepararnos para recordar el nacimiento del hijo de Dios, pero también nos señala que es un tiempo de conversión. Cuando llegue ese momento seremos examinados y juzgados por cuánto hemos amado a Dios y al prójimo”, puntualizó Cardenal Martínez.
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Participaron de la misa el presidente de la República Santiago Peña junto a su esposa Leticia Ocampos, el vicepresidente Pedro Alliana, el ministro del interior Enrique Riera, la senadora Lilian Samaniego y varias autoridades locales.
También llegaron ciclistas de Canindeyú, Capitán Bado, San Pedro, Luque, Nueva Italia, Presidente Franco y Argentina.