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El padre Blas Arévalos ofició la misa de las 7:00 en el santuario de Caacupé. En su prédica indicó que la herida más sangrante de la Diócesis de Villarrica es Paso Yobái, donde se manipula y hay uso desmedido de mercurio y cianuro en los procesos de extracción y separación del oro de la materia viva del suelo.
“El mercurio es un metal pesado persistente, peligroso para la salud humana y el medio ambiente, cuyo uso en actividades mineras provoca la contaminación de suelos, ríos y tajamares a escala regional y afecta la salud humana. Trasciende hacia los más pobres (Indígenas y campesinos). Según la OMS, no hay un nivel seguro de exposición al mercurio. Además, el mercurio es persistente, se bioacumula y causa daños neurológicos y de salud irreversibles. La exposición a niveles altos de cianuro, durante un periodo breve daña el cerebro y el corazón y puede producir coma y la muerte”, explicó.
Señaló que todos tenemos el derecho a un entorno de trabajo seguro y saludable, al agua potable, a un aire limpio y a alimentación y viviendas adecuadas.
No más Mercurio y el Cianuro
El padre Arévalos resaltó que científicamente, a través de la Investigación realizada por la Pastoral Social con la Universidad Nacional de Asunción y docentes investigadores, se llegó a la conclusión de no usar más el mercurio y el cianuro en las actividades de minería y reemplazar por un producto sintético ecológico y más amigable con el ecosistema. “Este producto se llama Gold Max, es un lixiviante; no es tóxico y por su propia constitución química, deja de ser un agente contaminante. Cumple la misma función que el mercurio y el cianuro en los procesos de extracción de oro. Es una opción válida y comprobada en la práctica minera. Además, el uso de este producto no afectaría la rentabilidad de los inversionistas mineros y se podría evitar un desequilibrio irreversible del medio ambiente”, enfatizó.
El sacerdote reiteró que la tarea pendiente en los trabajos de explotación de oro es que se involucren los entes reguladores del Estado, como el Ministerio del Ambiente, la Dirección de Minas y Energía de MOPC, el Ministerio Publico, la Municipalidad, Gobernación entre otros. “Ellos deberían de actuar como órgano rector y no dar luz verde a las actividades informales y peligrosas como es la actividad minera hoy día en Paso Yobái”, dijo.
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Miserable sistema de salud para los asegurados
Arévalos también mencionó que el Instituto de Previsión Social (IPS) enfrenta varios problemas que afectan tanto su operatividad como la calidad del servicio para los asegurados. Añadió que la realidad es que “se ofrece un miserable sistema de salud a nivel nacional”.
Dijo que en el IPS de Asunción, por ejemplo, el sistema informático es obsoleto, tiene más de 15 años de antigüedad, no soporta la demanda actual y genera frecuentes caídas que afectan el agendamiento de consultas y la entrega de medicamentos. “Esto obliga al personal a trabajar manualmente, aumentando la ineficiencia y los tiempos de espera para los usuarios”, resaltó.
También habló de la crisis financiera y administrativa y dijo que la sostenibilidad del sistema está comprometida debido a factores como cambios demográficos (menor natalidad y envejecimiento poblacional) y problemas históricos en la gestión de fondos. Además, existen preocupaciones sobre la posible privatización parcial del sistema y una percepción de desmantelamiento deliberado del IPS.
Criticó las deficiencias en infraestructura y servicios ya que las instalaciones médicas, tanto en Asunción como en otras regiones, carecen de recursos suficientes para satisfacer la demanda. Esto incluye equipos médicos desactualizados, falta de camas en hospitales y tiempos de espera prolongados para tratamientos esenciales.
“La palabra de Dios nos recuerda algo esencial y es que en cada pobre, en cada enfermo, en cada marginado, está el mismo Cristo. Cuando ayudamos a alguien que sufre, estamos ayudando al Señor. Es en el rostro de los más pequeños donde encontramos el rostro de Jesús”, agregó.
Ante esta situación el padre Arévalos pidió a los presentes en la misa de Caacupé a acompañar a los enfermos a través de la visita a hospitales, el apoyo emocional y espiritual y la oración constante.
“Hay que atender a los pobres ofreciéndoles alimento, vestido y sobre todo, dignidad. Recordemos que no solo necesitan cosas materiales, sino también sentirse amados e incluidos. Debemos defender la justicia denunciando las estructuras de pecado que perpetúan la pobreza y la exclusión, dejando de lado la codicia y el deseo insaciable de riqueza y poder”, dijo.
“A veces pensamos que la pobreza o la enfermedad son solo problemas materiales, pero también son oportunidades para amar. Los pobres y los enfermos no son una carga, sino un don, porque nos enseñan a amar con un corazón más puro y desinteresado”, puntualizó el padre Arévalos.
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