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El padre Alberto Luna ofició la misa vespertina de este domingo en el santuario de Caacupé. En su prédica indicó que ya no se tortura en el Paraguay, como era en la época de la dictadura, pero los pobres que tienen que viajar como animales cada día, sí sufren una tortura por la falta de una política de transporte que atienda la necesidad del pueblo, antes que los intereses de los amigos. Así como las interminables colas que los pobres tienen que hacer para ser atendidos en nuestro deficitario sistema de salud.
Señaló que solo unos pocos gozan de riquezas, mientras otros viven miserias. “La grandeza de un pueblo no se mide por la ostentación y la acumulación de grandes riquezas en manos de unos pocos privilegiados, sino de cómo viven las personas con menos posibilidades y recursos, dijo.
¿De qué vale tener grandes números en el producto interno bruto si eso se queda en manos de unos pocos que ya están mejor?, los pocos ricos que se vuelven cada vez más ricos, mientras la mayoría hemby ha ndaijái, cuestionó el padre Luna.
“Llegará un día en que las autoridades de este pueblo, presidente, gobernadores, intendentes, parlamentarios, diputados, senadoras, de este país puedan ir al bañado frente a un reciclador, toho pe campaña ruguáre peteĩ campesina renondépe, que se vaya al chaco frente a un indígena y enfrente de él, de ella, y mirándole a la cara le digan, vos sos mi hermano, vos sos mi hermana, y nosotros estamos trabajando para que se haga justicia con ustedes, que se respete su derecho. Llegará ese día de la dignidad, ese día necesario y urgente, hacia el que tenemos que ponernos en camino con gestos y palabras claras y con acciones concretas, como peregrinos de una esperanza activa y comprometida”, dijo.
El padre Luna enfatizó que este campeonato de la dignidad, de la justicia y el derecho, es la clasificación que tenemos que ganar. “Necesitamos jugadores que entren a esta cancha por una política en favor de la gente y que se pongan la camiseta de un país que da lugar a todos, donde no hay sobrantes, donde todos nos miramos a la cara como hijos de Dios, como hermanos, donde un día finalmente podamos cantar “ni opresores ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad. Llegará ese día. Oguahẽ mante va’erã pe ára, he’iháicha Ñandejára”, expresó el padre Luna.
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Indígenas no pierden la esperanza de un futuro mejor
En otro momento de su alocución el padre Luna también mencionó que muchos de estos líderes religiosos, lideresas indígenas no pierden su esperanza en el futuro que Dios les promete, levantan la cabeza como dice Ñandejára Jesucristo, fortalecen su fe en el canto, en el baile y en su tradición espiritual y religiosa.
“Amo mombyry, cerro guasu jerére, cerro sagrado de los Pai tavytera, Amambay, Brasil ykére, heta ñembo’e’ýva guaraníma ojejuka, varios líderes religiosos asesinados en medio del fuego cruzado de varios grupos. Oime oñembojárava ijyvy rehe ha omosẽva ichupekuéra mbaretépe. Escuela oñemboty ha ndoikói, comisaría osẽ. En medio de esta persecución el pueblo pa’ tavyterã lucha en nombre de Dios, Ñande Ru rérape, para defender su casa, su tekoha, su lugar sagrado”, señaló.
“Ellos nos enseñan a no adueñarnos o apropiarnos de manera absoluta de la naturaleza, de los ríos, de la tierra, que no es un simple objeto para exprimir ha ñamoperõ ha ñambopiru kavaju sambykýicha. Como decía el Papa Juan Pablo II: sobre toda propiedad privada pesa una hipoteca social”, agregó.
“No se puede usar y abusar de cualquier manera de los bienes naturales. Los indígenas, los campesinos, la gente pobre nos enseña que no es necesario acumular más de lo necesario para vivir dignamente, que podemos vivir bien compartiendo con los demás. Nos enseñan a ser agradecidos con lo que tenemos, agradecidos con Dios, con la naturaleza, con los demás, a cuidar lo que es de todos”, puntualizó el padre Alberto Luna.
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