Cargando...
Monseñor Pedro Jubinville, presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya y obispo de San Pedro ofició la misa vespertina en el santuario de Caacupé. En su prédica abogó por los jóvenes de nuestro país y dijo, que actualmente se ve la realidad que sufren muchos teniendo angustia, ansiedad y miedos por la falta de trabajo y apoyo de las autoridades.
“La desocupación, el desempleo y el empleo informal causan todas estas afecciones. Los jóvenes difícilmente pueden encontrar un empleo formal, sobre todo cuando son pobres y sin contactos con (familiares, políticos). ¿Cuántos jóvenes deciden migrar y muchas veces en condiciones muy precarias y riesgosas? ¿Cuántos jóvenes se aturden y se anestesian con juegos, videos y la realidad virtual? ¿Cuántos jóvenes están “en modo supervivencia”, buscando lo mínimo para su propia vida y la de su familia, blindados para no sentir las humillaciones y el abandono, poniéndose duros ante las adversidades?”, se preguntó monseñor Jubinville.
Asi también monseñor resaltó que hay jóvenes adultos, que llevan adelante sus vidas, pero que sufren en sus cuerpos y en sus almas, porque están en medio de la violencia y del caos. Mientras que otros jóvenes “comunes y corrientes” que llevan adelante su fe, que tienen sus altibajos, aman a sus semejantes, vibran con la naturaleza, descubren y comparten sus talentos.
“Aquí, no se trata de ‘delicaditos’ o de ‘generación de cristal’, hay una realidad que hay que tener en cuenta. Por supuesto, que hay también muchos jóvenes dinámicos, entregados, comprometidos, que sí logran encontrar su camino, pero hay muchos que no lo pueden hacer”, indicó.
En la jornada se pudo observar a miles de jóvenes que participaron de la misa. Ellos primeramente se concentraron en el Seminario San José, que se encuentra a la entrada de la ciudad de Caacupé, y luego en peregrinación llegaron al santuario para la misa en donde presentaron un manifiesto.
Lea más: Obispo fustigó la corrupción que excluye a los pobres y la indiferencia hacia los indígenas
La esperanza
En otro momento de su alocución, monseñor Jubinville señaló que “La esperanza, alegría y la creatividad, son palabras que si deben hacer eco a lo que vivimos, lo que viven también algunos/muchos jóvenes. La juventud no es todo farra y sonrisa. Hay muchas etapas delicadas a vivir y es un tiempo de muchas vulnerabilidades”, expresó.
El obispo dijo que nivel mundial, la tasa de suicidios ha disminuido, excepto en las Américas, donde ha aumentado un 17 % entre 2000 y 2019. En Paraguay, la tendencia al alza se ha mantenido constante en los últimos 11 años (MSPBS, septiembre 2024). Recién el Papa Francisco se acordaba de este tema: salud mental y suicidio entre los jóvenes.
Añadió que hoy en día hay también una preocupación, con pocos estudios profundos, pero con muchos comentarios en todo el país, sobre ciudades y la campaña, sobre el consumo de drogas legales e ilegales debido a que esto aumenta.
“Muchos hasta se preguntan, si se podrá vivir tranquilo en Jerusalén, en Capiatá, en San Pedro, en Saltos del Guairá, en Puerto Casado, en la campaña de Ybycuí, en tu país. No somos gente que se autosugestiona para no sentir los dolores, ni los desafíos. Somos gente de esperanza. Y ahora, durante un año, nos unimos al gran Jubileo para celebrar esta esperanza. ¿Qué nos mueve? ¿Qué nos hace pasar a través de las pruebas y las dificultades? ¿Qué nos da la fuerza de “esperar” y actuar, hacer algo nuevo, algo bueno, algo justo?, dijo.
El obispo indicó que la esperanza no tiene el plan, todo hecho sobre cómo cambiar la realidad. Y muchas veces, cuando creemos que las tenemos, las soluciones no son las que pensábamos.
Lea más: La festividad mariana de Caacupé invita a renovar la fe de los paraguayos
“La esperanza es lo que nos hace continuar, permanecer, ser pacientes, escuchar los signos y seguir creyendo y amando. Sueño para este año del Jubileo que podamos contar nuestras historias y alegrarnos por los tesoros de esperanza que están en este pueblo. El sínodo nos invita a “caminar juntos”: la gente que tiene esperanza debe guiarnos, aunque muchas veces ni ellos/ellas no saben de dónde, ni cómo les viene este don. Conversar es desenvolver el regalo, poner palabras sobre el misterio y aprender los unos de los otros2, mencionó.
“Aquí los adultos tienen que estar y escuchar. Estar conscientes de sus propias experiencias, pero no dominar la conversación, más bien ayudar a los jóvenes a contar las suyas. No asustarse por las diferencias, ni las crisis, que son de este tiempo, no del suyo. Escuchar, escuchar, escuchar, con compasión, para que en este espacio los jóvenes tomen confianza y descubran sus dones”, puntualizó monseñor Pedro Jubinville.