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Un joven estudiante de la carrera militar denunció haber sido víctima de hechos de tortura durante su formación. Se trata de Luis Alvarenga, un grumete de primer año que cuenta con excelentes calificaciones, según la documentación que arrimó a ABC, pese a lo cual sufrió el constante acoso por parte de sus camaradas y superiores.
Según relató, todo empezó desde su ingreso a la Escuela de Sub Oficiales de la Armada (EFSOA), donde, durante el periodo de adaptación, comenzó a experimentar problemas de salud, como sangrados nasales recurrentes, que parecían ser ignorados o minimizados por las autoridades competentes.
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Siempre según el relato de Alvarenga, quien también presentó certificados médicos que avalan los hechos, lejos de recibir apoyo y atención médica, fue objeto de castigos y vejaciones.
Ya al octavo día de su adaptación, cuenta, tras volver a sufrir un sangrado nasal, fue enviado a su dormitorio y de camino fue atacado por un grupo de grumetes de mayor rango que lo golpearon hasta quedar inconsciente. Este hecho fue ocultado por sus superiores, lo que lo hizo pedir su baja de la escuela.
Violencia en FF.AA.: su traslado y la persecución
Tras haber pedido su baja, el joven -a través de un amigo de su familia- logró ser recibido finalmente por el entonces comandante de la Armada, Carlos Velázquez, que lo reincorporó a la carrera militar.
En una reunión con otros altos mandos militares, cuenta, le propusieron su traslado a la Dimabel, cosa que aceptó. Tras unos primeros días de buen trato, volvieron los problemas.
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El joven relató que, a los 15 días, uno de los superiores convocó a los grumetes de primer año para consultarles quién de ellos era Alvarenga y si conocían a uno de los superiores que había tenido participación en las omisiones a su caso en la EFSOA.
Tras ese interrogatorio, cuenta, comenzó de nuevo un calvario. Escuchó el rumor de que un grumete había desertado de la Armada y que por padrinazgo de su “tío Velázquez” volvió a ingresar, en clara referencia a su caso.
El inicio del calvario
Alvarenga cuenta que a partir de ese momento empezaron los castigos físicos contra él, incluso algunos que supuestamente están prohibidos por la violencia que implican.
Estos ocurrieron, según su relato, por un periodo de dos meses, hasta que tuvo que dársele un reposo debido a “estrés postraumático”. Durante el reposo domiciliario de 30 días, el joven fue atendido por médicos de distintas especialidades, como psicólogos, psiquiatras, neurólogos y otorrinos.
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Tras su retorno, y pese a ya no tener secuelas aparentes de los maltratos, Alvarenga sufrió un episodio que fue documentado por los médicos como un traumatismo de cráneo, pero que fue consignado por los militares como “trastorno de memoria” y hasta como una sobredosis.
Esto fue seguido nuevamente por una serie de hechos de persecución y violencia que finalmente lograron el cometido de quienes lo iniciaron: que el joven vuelva a darse de baja.
Pide una audiencia con el Presidente
En comunicación con ABC, Alvarenga contó que actualmente se encuentra fuera de las Fuerzas Armadas, que tuvo que abandonar nuevamente ante la persecución que sufrió durante sus años de formación.
Con la asistencia de abogados que llevan adelante su caso, el joven se encuentra tramitando una audiencia con el presidente de la República, Santiago Peña, al que pretende contarle lo que le sucedió y que, asegura, le sucede a miles de jóvenes que cada año ingresan a los institutos de formación militar buscando cumplir sus sueños.
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Su intención más importante es que el Presidente se comprometa a acabar con estas prácticas tan nefastas que continúan dándose en los centros de formación militar.
Aseguró que es consciente de que lo que le pasó podría ser objeto de una demanda al Estado paraguayo, pero aseguró que analiza esta posibilidad en caso de no encontrar respuesta por parte del Ejecutivo.