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La III Cumbre de Autoridades de la Región de los 30 Pueblos Jesuíticos se realizó en San Ignacio, departamento de Misiones, el viernes 24 y sábado 25 de mayo. El evento, organizado por la Unidad Pedagógica San Ignacio Guasu, convocó a representes de nuestro país, Brasil, Argentina y Uruguay.
El padre Alberto Luna, quien fue provincial de la Compañía de Jesús y actualmente es maestro de novicios jesuitas en Paraguarí, a propósito del evento, resaltó la obra de los jesuitas durante la colonización en la provincia del Paraguay desde 1609 hasta que fueron expulsados, en el año 1768.
Los tres primeros jesuitas llegaron en 1588 y después un grupo mayor pisó tierra guaraní entre los años 1604 y 1609. En esa época abrieron el colegio de los Jesuitas en Asunción y comenzaron las misiones entre los guaraníes y también fundaron San Ignacio. Sin embargo, mucho antes ya había otras misiones en la zona del Mbaracayú, mencionó.
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El padre Luna relató que en el año 1607, con la creación de la provincia del Paraguay, se iniciaron las formaciones de las reducciones de indígenas y desde ahí comenzó esta propuesta de trabajo de los jesuitas en nuestra zona. Este proyecto de las reducciones abarcó desde 1609 hasta 1768, más de 150 años, subrayó.
El fin de una época
El proyecto de las reducciones jesuíticas no terminó por fracaso, sino por los caprichos del poder y por una trama política y económica que no veía con buenos ojos el trabajo. “Las reducciones, al ser un espacio económico que tenía autonomía de la colonia y de alguna manera reunía y daba un modo de vida económico y cultural a los indígenas, competían con ella (la Colonia)”, explicó.
Según Luna, esto les restaba mano de obra gratuita, generando mucha envidia y recelo entre los colonos. Hubo muchas calumnias y ataques a las reducciones por ser un proyecto diferente al de la Colonia, esas informaciones llegaron a la Corona y sería una de las razones de la salida de los jesuitas de esta zona del Paraguay en 1768, señaló.
El objetivo de las reducciones jesuíticas era transmitir la fe cristiana, pero querían hacerlo de una manera que los guaraníes pudieran tener una vida digna, obtener alimentos, seguridad y no ser explotados, maltratados ni separados de sus familias para trabajar en las chacras de los colonos, mencionó.
Luna relató que la modalidad de trabajo de los jesuitas era un medio de subsistencia y no de competencia o ganancia. Existían los bienes comunes llamados el Tupã Mba’e (propiedad de Dios) y por otro lado el Ava Mba’e (propiedad de los hombres). En ese sentido, cada familia tenía sus propias tierras en las que trabajaban y todo lo que obtenían de ellas era para ellas, además de la chacra común que era el Tupã Mba’e.
“Dentro de las reducciones no circulaban monedas, solo se hacían intercambios de productos, a los que ellos llamaban el Jopói. Prácticamente los trabajos formales eran la agricultura y la ganadería, pero los jesuitas mantuvieron las tradiciones de los guaraníes, como la caza y la pesca”, dijo Luna.
“Cuando hablamos de las reducciones jesuíticas en el pueblo guaraní estamos hablando de la época de la Corona española, precisó el religioso.
Agregó que se puede decir que después de la expulsión de los jesuitas vino la decadencia y todos los pueblos de la reducción se vinieron para abajo. Tras la independencia de la Corona española, el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia convirtió los establecimientos en las famosas “Estancias de la Patria”.
Conservación del patrimonio histórico heredado
Con relación a la injerencia del Gobierno nacional para el mantenimiento de las herencias que dejaron los jesuitas “podemos decir que, en su tiempo, la ministra Liz Cramer realizó un trabajo de recuperación, principalmente de las reducciones de San Cosme, Jesús y Trinidad, estableciendo un circuito para que los turistas puedan hacer un buen recorrido.
En ese sentido, hay un aporte mínimo por parte del Gobierno central, que podría ser mucho mayor para el mantenimiento de los museos de las reducciones jesuíticas”, reflexionó el padre Alberto Luna.