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Norma Villanueva, tía y mamá de Daniel y Rocío está convencida de que Dios la preparó para cumplir el rol de madre, ya que fue religiosa dedicada al trabajo con jóvenes en situación de vulnerabilidad. Hoy celebra el Día de la madre, en memoria de su hermana y rodeada de su familia.
Tras el fallecimiento de su hermana Elina, en 1994, se hizo cargo de sus sobrinos de 16 y dos años.
“No les quise separar”
Una grave enfermedad afectaba a la hermana de Norma, que siguió el proceso de tratamiento hasta su deceso, además de acompañar la crianza de sus sobrinos durante el último año de vida de Elina.
Con la partida de la madre y sin que ella haya dejado oficialmente a sus hijos a cargo de su hermana, fue ella quien se abocó a la tarea de contenerlos y acompañarlos hasta hoy. “No les quise separar porque la otra opción era que uno vaya con mi hermano y otro quede conmigo”, especificó.
“Dios me preparó para esto, pero a pesar de eso fue muy pesado ya que sin planear me convertí en madre de Dani que estaba en el colegio y Rocío de dos años, recuerda.
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“La oración de una amiga me levantó”
Poco tiempo después también falleció la mamá de Norma y fue cuando sintió que el mundo se le venía encima.
“Me desplomé. Recurrí a mi amiga Marta que tenía una despensa en el barrio, cerró su negocio, oró por mí, me contuvo, eso me levantó de nuevo. Me hizo ver que mucha gente me estaba apoyando”, comenta.
Su mayor preocupación era poder dar a sus sobrinos lo que ellos necesitaban. “No sabía quién de los dos me necesitaba más”, recuerda.
“Lo más duro fue cuando Rocío tuvo noción de la situación”
Rocío sólo tenía dos años cuando se quedó sin su mamá, pero unos años más tarde cuando ya iba a la escuela, se fue dando cuenta de la situación y le llamaba la atención que su hermano le decía tía a la que ella decía mamá.
“Tenía cuatro años, me decía mamá y eso fue lo más grande, pero a la vez lo más triste, no sabía si me merecía tanto y le prometía a mi hermana tratar de hacer todo como yo creía que ella hubiese querido”, agrega.
Norma y su sobrino Dani le explicaron a la pequeña Rocío que su mamá ya estaba en el cielo.
La felicidad de ser llamada abuela
Si bien ella es consciente de que son los nietos de su hermana y le duele que ella no los pueda disfrutar, le inunda una gran felicidad ser la abuela de tres niños, de los cuales dos, los más grandes, conocen su historia de vida.
“Todo hago por el amor que le sigo teniendo a mi hermana, porque ella para mí era mi todo, mi hermana, mi amiga, mi compinche, todo”, remarca.
Indicó que sus hijos y nietos son su vida y su mundo, que se siente realizada y feliz porque la vida puso en sus manos pequeños corazones a los que sigue acompañando en todos los aspectos de la vida.
“Ser mamá del corazón es lo más grande que hay, es la plenitud más grande a pesar de no haber sentido el dolor de parto. Desde que era religiosa sentía la maternidad en mi corazón, la misión que tenía en ese momento era la de ser mamá del corazón de unas 50 chicas, por eso digo que Dios me preparó”, finalizó.
Una abuela malcriadora
Como toda abuela, Norma consiente a sus nietos en todo y llegan los reclamos amorosos de sus hijos.
“Si mis nietos no quieren comer, no les obligo o les preparo otras cosas; entonces, mis hijos me reclaman que a ellos les decía que tenían que comer todo porque había niños en África que no tenían qué comer”, comenta entre risas.
Día de la madre
El Día de la madre paso feliz con mis hijos, vamos al cementerio y luego comemos todos juntos. “Ellos nunca me dejaron, me acompañan en todo momento, aunque no puedo dejar de sentir la ausencia de mi hermana”, concluye.