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“Avión con 45 personas se perdió en Curicó”, “Estaría cubierto por la nieve el avión uruguayo desaparecido”, “Con desperfectos salió el avión uruguayo”, fueron algunos de los titulares publicados en los medios de comunicación de la época, luego de que el viernes 13 de octubre -tras una parada en Mendoza, Argentina-, el Farichild 571 desapareciera en la Cordillera de los Andes.
Tras 72 días perdidos en las montañas, el encabezado más leído fue “Milagro: hay 16 sobrevivientes”. El suceso dio lugar a una de las historias reales de supervivencia y superación más desgarradoras pero admirables de la historia.
Viven, el libro que impactó mi infancia
Habían pasado 24 años de aquella tragedia cuando en 1996, mi abuelo Germán Cano, me prestó el libro Viven, del autor Piers Paul Read. Tenía apenas 11 años, pero recuerdo vívidamente el impacto que esas 336 páginas tuvieron en mi.
No conforme con leerlo una sola vez, me obsesioné con la historia y lo leí dos, tres, cuatro veces en pocos meses y, finalmente me desentendí de la idea de devolver el ejemplar. El libro, lleva conmigo 28 años y es el único recuerdo tangible que tengo de mi abuelo.
A lo largo de mi vida, ojeé esas páginas al menos unas nueve veces. Lloré y me desesperé por personas que no conocía y que tal vez nunca llegue a conocer, pero que marcaron mi infancia y por sobre todo, mi persistencia en la vida.
Conozco los detalles e imaginé el lugar del accidente en miles de ocasiones, pero jamás pensé que algún día estaría allí, en medio de esas gélidas montañas que acabaron con la vida de 29 personas y cambiaron el futuro de 16 jóvenes, que constituyeron una sociedad con el único objetivo de sobrevivir.
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El Valle de las Lágrimas, lugar de reflexión
El Valle de las Lágrimas, sitio en donde cayó el avión del equipo de rugby uruguayo Old Christians y, que cobija en su ladera el memorial de quienes perdieron la vida en ese trágico suceso, se encuentra a 350 kilómetros de Mendoza capital. Ingresando por la localidad de El Sosneado y luego de unos 60 kilómetros de ripio, el abandonado Hotel Termas El Sosneado te recibe a 2.180 metros sobre el nivel del mar, con una de las imágenes más surreales de las montañas.
Construido en 1938, hoy solo quedan sus ruinas. No obstante, el sitio todavía conserva su pileta termal al aire libre y con aguas sulfurosas que descienden del volcán Overo, que mantienen el lugar como punto turístico para miles de viajeros.
El camino hacia el memorial del accidente, inicia en ese lugar, a orillas del río Atuel. A modo de aclimatación a la altura, la primera noche de travesía consiste en pernoctar en el Refugio Soler, una edificación abandonada por la Gendarmería Nacional Argentina y utilizada frecuentemente por montañistas.
La marcha inicia a primera hora de la mañana siguiente, luego de un cargado desayuno para soportar el primer día de caminata que durará alrededor de siete horas, hasta el Campamento Barroso. El cruce del río Atuel, un cauce de agua sumamente ancho, requiere de un esfuerzo bajo pero prolongado, ya que dependiendo del deshielo, puede tener numerosos brazos y corrientes de agua muy caudalosas.
José Sosa y Claudio Fredes, nuestros guías de Paralelo 33 Adventure, nos explicaron que el cauce del agua del Atuel es muy cambiante, por lo es difícil seguir siempre el mismo camino o lado del río. Fue así que pese a hacerlo a caballo, cruzar el afluente nos tomó exactamente dos horas.
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Tras ese primer tramo en el llano, comienza el ascenso de las montañas. En el camino, uno puede maravillarse de la inmensidad, de las siluetas y vegetación de las montañas; admirar la naturaleza en formas lastimosamente imposibles de asombrarse en Paraguay.
Durante el largo camino para llegar al siguiente campamento, las montañas también sorprenden con tipos especiales de depresión geológica, conocidas como dolinas. Como si fueran espejos gigantes en el suelo, estos pozos de agua son realmente fascinantes y un buen “decorado”, para los amantes de la fotografía.
Mientras el sol se va poniendo y luego de cruzar diversos causes de agua, llegar al Campamento Barroso brinda la primera sensación de triunfo, pese a estar apenas a mitad de camino. El sitio, habilitado generalmente de diciembre a finales de marzo, es el lugar obligatorio para que los caminantes y jinetes pasen la noche.
Mojar el pie en las heladas aguas del deshielo es el primer paso tras llegar, pues pese a ser terriblemente gélidas y difícil de soportar por mucho tiempo, alivian el cansancio muscular. Al poco tiempo de armar carpas, una deliciosa cena espera en la mesa. En medio de charlas y tragos de vino, el frío es soportable hasta que llega el momento de dormir.
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“Vengo de un avión que cayó en las montañas”
Al iniciar la travesía, los guías detallan los datos más importantes de la aventura, pero nadie es capaz de prepararte mentalmente para el segundo día de la caminata al memorial. De 2.600 msnm, el desnivel positivo acumulado o metros subiendo la montaña sube a 3.600 msnm. El ascenso parece interminable y la mente juega un papel fundamental al hacerte recordar en cada paso que el camino de ese día debe ser ida y vuelta; es decir, unas 12 horas de marcha.
El agotamiento es constante, más aún considerando que dos días antes cruzaste caminando la imponente cordillera de los Andes desde Mendoza en Argentina a Santiago de Chile; pero esa es una historia para otro momento.
El ascenso hasta el memorial nos llevó poco más de siete horas caminando, pero saber que estas tan cerca comienza a generar cierto impacto en los pensamientos, en el ambiente. Tras subir la última colina cubierta de piedras que hacen el camino aún más difícil, ver a lo lejos el memorial y los restos de un avión que acabó con la vida de 29 personas y cambio el futuro de 16 sobrevivientes, es una de las sensaciones más inexplicables que he sentido.
Tal vez por mi “historia” con la tragedia, tal vez no, el hecho es que apenas divisé el lugar, mis lágrimas comenzaron a brotar lentamente. Mis pasos también se hicieron más cortos y lentos, pero mi admiración por esos jóvenes, hoy ya adultos, se hizo aún más grande.
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Tras subir la pequeña colina en donde una cruz de hierro es testigo de las emociones humanas que se desprenden en ese lugar, caminé aún más lento, respiré profundo y sentí de lleno todo tipo de sentimientos, pero principalmente tristeza y admiración. Tristeza por la tragedia y admiración infinita por la hazaña.
Subí la cabeza y admiré las montañas. A metros mío tenía al imponente Monte Seler, montaña de 4.600 msnm nombrando por Nando Parrado, en su expedición final en honor a su padre. Finalmente estaba teniendo respuesta a las cientos de preguntas que me había hecho durante 28 años y sin poder contenerlo más, me eche a llorar.
Lloré por Liliana Methol, que pese a haber sobrevivido al accidente y desear con el alma volver a ver a sus hijos, falleció tras una avalancha; lloré por Susana Parrado y Francisco “Panchito” Abal -hermana y mejor amigo de Fernando Parrado- que fallecieron por sus heridas; lloré por Carlos Valeta, quien salió despedido del avión y falleció tragado por la nieve mientras Carlitos Páez, desde el fuselaje intentaba orientarlo para que bajara la montaña.
Lloré por Numa Turcatti, quien pese a no haber tenido casi conexión alguna con el equipo de rugby Old Christians antes de aquel trágico viaje, iluminó a todos con su gran corazón y trabajó incansable por mantener a flote el ánimo de los sobrevivientes. Lloré por los muertos, por sus padres, hijos, hermanos y amigos. Lloré por el padecimiento de los vivos, pero también por la alegría de sus renacimientos.
Una cruz en las montañas
Además de la cruz de hierro enclavada en la tierra, en el lugar todavía se puede encontrar rastros de la tragedia. Una ventana del avión por un lado, el tren de aterrizaje por el otro, además de cientos de objetos dejamos como homenaje en el lugar. Banderas, remeras, crucifijos y placas recordatorias están depositados en cada rincón, admirando la proeza de aquellos jóvenes, que de nadar en las playas de Carrasco, debieron enfrentar la fatalidad en las montañas y alimentarse de los muertos para sobrevivir.
En silencio, sin tocar nada, rendimos respeto a quienes están enterrados en aquella montaña para luego iniciar el descenso hasta el mismo campamento que esa mañana nos vio partir. Mientras me marchaba y en medio de lágrimas, miré atrás muchas veces. “Adiós”, “espero volver pronto”, fueron palabras que repetí diez, quince veces, hasta que perdí de vista aquel lugar que nunca espere conocer, pero que me obsesionó desde muy pequeña.
Poco antes de oscurecer, llegamos al campamento Barroso y por tercera vez nos preparamos para pasar la noche en medio de la cordillera de los Andes. A primera hora de la mañana, levantamos carpa y nos encaminamos hacia El Soler, donde la travesía finalmente llegó a su fin.
Describir el sentimiento de haber caminado el Valle de las Lágrimas, de haber llegado al memorial y sentir esa fuerza emocional, es imposible con palabras. Todavía no encuentro el calificativo para explicar la emoción; pero hoy sé con certeza, que se trató de un milagro.
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Travesía de los Andes, una realización de ABC TV será trasmitida el jueves 11 y jueves 18 de abril a las 21:00. Ambos documentales, contados en primera persona, mostrarán la inolvidable aventura de conocer a pie la imponente Cordillera de los Andes.
- Producción y Conducción: Nadia Cano.
- Realización: Nadia Cano y Diego Volpe.
- Fotografía: Nadia Cano y Andrés Peralta.
- Edición y Post-Producción: Derlis Villalba.