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El purpurado presidió anoche la misa de Nochebuena en el principal templo capitalino, en víspera de la solemnidad de la Natividad del Señor, que se recuerda hoy en el mundo.
En su mensaje navideño, Martínez sostuvo que el Paraguay está viviendo tiempos difíciles, que ponen a prueba nuestra confianza entre nosotros y hacia las instituciones de la República. “No nos dejemos robar la esperanza ni la capacidad de reacción ante la corrupción, la impunidad, la falta de pudor y de límites éticos de quienes deberían ser custodios, protectores y promotores del bien común”, indicó.
En otra parte de su mensaje sostiene que la corrupción es un gravísimo pecado contra Dios y contra el prójimo. “En vez de cercenar las leyes que promueven y protegen la lucha contra la corrupción y los corruptos, es necesario fortalecerlas (generando más bien leyes menos complacientes), cumplirlas y hacerlas cumplir. Las decisiones de los que manejan recursos públicos deben estar expuestas a todos los mecanismos de control, con total transparencia. Lo público, debe hacerse público”, afirma el mensaje.
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Según el arzobispo, la descomposición moral y la falta de referencias éticas en las decisiones políticas exigen la actuación ejemplar de la justicia, y una sana y perseverante presión ciudadana, por medio de la sanción social, a los que cometen actos de corrupción.
Rehacer el tejido social
Agregó que es cada vez más urgente impulsar redes con los diversos sectores y actores sociales, iniciativas que contribuyan a rehacer el tejido social y moral de la nación.
“No podemos dejar de escuchar el clamor y la indignación de nuestro pueblo ante tantos Herodes que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. Como San José, debemos ser capaces de escuchar la voz de Dios y poner todo nuestro empeño para cumplir su Voluntad”, señala el mensaje del cardenal Martínez.
Al referirse a la inequidad social, apuntó que los hechos diarios en el acontecer político, así como la situación de inequidad social estructural, contradicen radicalmente la Voluntad de Dios, “como lo hemos señalado recientemente en el 3er día del novenario en Caacupé”.
Para la Iglesia, la corrupción en sus diversas formas, como el abuso de poder traducido en el delito de tráfico de influencias, (influencias de una autoridad que prevaliéndose de las facultades de su cargo, consigue a veces con extorsiones o amenazas o un cháke, un beneficio económico para sí o para un tercero), práctica por desgracia muy común en ciertas instituciones. “Es corrupción el malgasto y desperdicio de los recursos públicos. Es corrupción la compra de las conciencias y voluntades por medio de prebendas, así como propiciar, alentar y generar el avance del crimen organizado, que gozan de impunidad”, sostiene el mensaje navideño.
Intereses particulares
Para el cardenal, la primacía de los intereses particulares o de sectores de poder económico y político por sobre el bien común, traen como consecuencia el hambre que afecta a cientos de miles de compatriotas, la desnutrición infantil, con secuelas irreversibles, el desempleo que genera la emigración forzosa por motivos económicos, del campo a la ciudad y al extranjero, el desplazamiento forzado de sus propias tierras a los pueblos indígenas, la falta de acceso a la tierra propia, al techo, a la educación y salud de calidad e integral, la drogodependencia, la agresión y destrucción del medio ambiente.
“Los cristianos y todas las personas de buena voluntad necesitamos enarbolar la antorcha de la justicia y no descansar hasta que en nuestro país tenga plena vigencia el Estado Social de Derecho, garantía para la justicia social. Esta es una exigencia de nuestra fe cristiana y de la conciencia ciudadana Y es condición necesaria para la construcción de la paz social y para el desarrollo humano integral”, señala el mensaje del arzobispo.
Al referirse a la Navidad, indica finalmente el mensaje que en esta fecha conmemoramos que Dios se hizo carne y sangre: “se rebajó a ser hombre como nosotros, se humilló hasta asumir nuestros sufrimientos y nuestro pecado, y, por tanto, nos pide que lo busquemos en la relación con Cristo y con los hermanos. Dios necesita nacer, crecer y actuar en nuestra vida cotidiana. ¿Estamos dispuestos a escuchar su voz y, como la Virgen María y San José, cumplir su voluntad?”