Cargando...
El obispo de la Diócesis de Caacupé, Mons. Ricardo Valenzuela, hizo una fuerte condena a los que hacen gala de violar la ley, a la impunidad de criminales que tienen en jaque a jueces y tribunales. El contundente mensaje lo expresó durante la misa dominical de las 7:00 en la Basílica santuario de la Virgen de Caacupé, a dos días del inicio del novenario en honor de la patrona del Paraguay.
Lea más: Policía destinará 3.000 agentes a la cobertura del operativo Caacupé 2023
Miles de devotos adelantaron su peregrinación junto a la Virgen de Caacupé el fin de semana. El novenario en honor de la madre común de los paraguayos se desarrollará del 28 de noviembre al 8 de diciembre.
“Durante tantos milenios de vida sobre la tierra el hombre se ha acostumbrado a todo, se ha adaptado a cualquier clima, se ha inmunizado hasta casi de cualquier enfermedad, pero de una cosa no se ha acostumbrado nunca, y es a la injusticia, ¡la injusticia! Continúa hoy sintiendo de las autoridades, el hombre, como intolerable la injusticia. Nos rebelamos ante la idea de que el mal, el abuso tengan que permanecer sin ser castigados y triunfantes siempre. Es esta sed de justicia a lo que responderá el juicio, alguna vez habrá claridad sobre todo; jaikuaapaiteta (sabremos toda la verdad)”, dijo el obispo.
Añadió: “Cada día nos llegan noticias de atrocidades contra los débiles y los indefensos que quedan impunes”.
Lea más: Video: operativo de seguridad en Caacupé
“Hemos visto a hombres acusados de crímenes horrendos defenderse con la sonrisa en los labios. Ellos le tienen en jaque a jueces y tribunales, y se hacen fuertes por falta de pruebas. Como si consiguiéndolo todo secretamente o tratando bajo la mesa ante los jueces humanos ya lo tienen todo resuelto, pero no, que ellos no se ilusionen, no nos ilusionemos”, enfatizó.
El verdadero juicio debe aún comenzar, tendrán incluso que terminar sus días en libertad, ellos, temidos, honrados, hasta con un espléndido funeral, como si no hubieran hecho nada, agregó el prelado.
Peligro de que se instaure un sentido general de impunidad
“Pero, no nos ilusionemos ni siquiera nosotros; la cuestión no afecta solo a algunos pocos criminales, es hasta posible que se instaure un sentido general de impunidad por el que se hace gala hasta de violar la ley; corromper y dejarse corromper con la excusa de que: ‘todos lo hacen’, enterovéanteko ojapo, porque pareciera como una especie de práctica común; enterovéanteko ojapo”, advirtió.
Pero, mientras tanto, la ley nunca fue abolida. Y he aquí que un día cualquiera a alguien se le comienza una investigación y se produce una hecatombe, cunde la desesperación. Pero, quién se para a reflexionar que de hecho esta es la situación en que vivimos todos, perseguidos y perseguidores, todo en relación con la ley de Dios, expresó monseñor Valenzuela.
Lea más: Caacupé: horarios de misas de la festividad de la Virgen de Caacupé
Dijo: “Se violan alegremente los mandamientos de Dios, uno tras otro, comprendido el que dice que no hay que matar, con el pretexto de que: ‘todos lo hacen’; estamos en la cultura de la muerte, el progreso lo permite todo, hasta la ley humana, y hoy hasta se consiente: jajuka chupe (matémoslo). Pero, Dios no ha pretendido nunca abolir ni los mandamientos ni los evangelios”.
“Este sentido general de seguridad que hoy estamos aparentemente así viviendo es totalmente ficticio y es un terrible engaño creerse; pecamos mucho de soberbia, nos olvidamos de Dios y le damos la espalda”, dijo al final.
Tiempo para decidir
Ahora es tiempo de la misericordia, hermanos, entonces será el tiempo de la justicia. Nos corresponde a nosotros, mientras que todavía estamos a tiempo, elegir a quién queremos encontrar en el camino. Yo deseo que el tiempo que hemos pasado juntos en estos últimos años, reflexionando sobre el evangelio, domingo tras domingo, aquí, frente a nuestra Madrecita Santa, nos haya ayudado a conocer mejor al Buen Pastor y a no tener miedo al juez, dijo en otra parte de su prédica Mons. Ricardo Valenzuela.
Nuestra vida, hermanos, se está juzgando ahora mismo; no hay que esperar el día del juicio, ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren, de los débiles; ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo; ahora estamos decidiendo nuestra vida. Dios nos recuerda: Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron.
De lo que decidas y elijas dependerá tu destino final, subrayó monseñor Valenzuela.
Los que serán juzgados
“El Evangelio nos hace asistir al último acto de la historia humana; el juicio final. Hemos escuchado: ‘Cuando venga en su gloria el hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones, él separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de las cabras y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda’. Vamos a imaginarnos qué diferencia hay en esta escena, aquí, nosotros, de aquella en que Cristo era fusilado. Entonces, hace 2.000 años, en aquel juicio estaban sentados Anás, Caifás, Pilatos y otros, y Jesús estaba de pie y encadenado. Hoy, aquí, nosotros, ahora, estamos todos de pie, pero él está sentado en su trono”, reflexionó monseñor Ricardo Valenzuela.
Lea más: Operativo Caacupé 2023: garantizan seguridad para peregrinos en zona de ampliación de la ruta PY02
En este mundo los hombres y la historia van a ser juzgados. Juzgan a Cristo, pero aquel día Cristo juzgará a los hombres y a la historia, él examina a los hombres y a los pueblos, ante él se decide quién permanece y quién cae; no hay apelación, él es la instancia suprema. Esta es la fe inmutable de nuestra Iglesia en su credo, cuando dice: Y de nuevo vendrá con su gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.
Pero, el verdadero juez les espera detrás de la puerta y a él no se le engaña; Dios no se deja corromper. Arrepintámonos hermanos, pero en serio; no solo hipócritamente para gozar de la impunidad después del delito, expresó el prelado.
El Evangelio (de ayer), nos dice cómo se desarrollará el juicio: Y entonces dirá a los de su izquierda: ‘Apártense de mí malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, fui forastero y no me hospedaste, estuve desnudo y no me vestiste, enfermo y en la cárcel y no me visitaste, añadió.
Qué será de aquellas personas que no solo no han dado de comer a quien tenía hambre, sino que le quitaron el pan de la boca. No solo no han dado hospedaje al forastero, sino lo han convertido en verdadero forastero que anda buscando dónde reposar la cabeza. No solo no lo han visto, no lo han visitado al que estaba en la cárcel, sino que le metió, incluso, injustamente en la cárcel. Es más, lo ha secuestrado, le han torturado y le han asesinado, dijo el obispo.
Entre la ficción y la realidad
Pero, cuidado, recordemos lo que pasó en aquel famoso barco: el Titanic, cuando su propio capitán había expresado: Este barco no se puede hundir, ni Dios lo hundirá. Pero el día en que partió en su viaje inaugural nunca llegó a destino, se hundió por el camino; el pecado de la soberbia. Anike ejecree (no seas engreído), dijo en otro momento de su prédica el obispo de la diócesis de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela.
No debemos dejar caer en el olvido las palabras que las generaciones pasadas ya habían transmitido, indicó.
El día de la ira, aquel día, nos hará temblar cuando el juez aparecerá para cribarlo todo con rigor, acotó.
¿Qué le pasó al pueblo cristiano? En un tiempo se escuchaban palabras tan saludables cuando se hablaba de Dios y había un sano temblor, nos hacía pensar y reflexionar. Hoy la gente va a un teatro, la gente va a festivales, escucha a veces canciones obscenas, canciones que ofenden, incluso van a escuchar misa de requién; el de Mozart, por ejemplo. Se escuchan notas que hablan sobre el día de la ira, y simplemente se sale de aquel teatro canturreando o repitiendo esas palabras, expresó el obispo.
Pero, tenemos también momentos para reflexionar, nosotros tenemos una linda canción folclórica que nos hace pensar un poco, no sé si conocen ustedes: ‘Amanota de quebranto guyrami haulapeguaícha porque ndarekói consuelo...Ehendumina ha epuraheimína upea nemandu’atava hína (Escuchá, por favor, esa canción, que vas a recordar), indicó el prelado en otro momento de la homilía.
Y así, cada uno piensa en que aquellas palabras le afectan también personalmente a él. Y es de él mismo que se está hablando, puede ser de tu vecino también, dijo el pastor católico.
Hay un juicio universal que tenemos que restaurar en los corazones de los cristianos, en nuestros corazones, que está desteñido del todo y está yendo a la ruina por falta de atención y de cuidado, expresó.
Decía un filósofo: el más allá, el juicio, ha llegado a ser una broma, que nos divierte hasta el pensamiento de que hubo un tiempo en que esta idea transformaba la entera existencia. Todo eso es una broma, señaló.
Hay una película que uno nunca va a olvidar si es que la ve. La historia se trata de un puente del ferrocarril, el río arrastró una parte de la vía del tren, quedando así al aire. Por otra parte quedaron pendiendo las secciones de las vías, relató monseñor Valenzuela.
El guardián del más cercano paso de nivel, al darse cuenta del peligro, corre hacia el encuentro con el tren, que en el atardecer está llegando a toda velocidad y estando a mitad de la vía agita su lámpara, su linterna, gritando desesperado: ¡Párate, párate! ¡Atrás, atrás!
Aquel tren nos representa al vivo, a cada uno de nosotros; es la imagen de esta sociedad, nuestra sociedad, que avanza descuidada al ritmo de un rock and roll, embriagado por sus conquistas, sin darse cuenta del abismo abierto que está delante de ella, reflexionó.
El grito de la Iglesia
La Iglesia se esfuerza en gritar como aquel guardián: ¡Atrás, atrás! Pero, ¿quién le escucha? Como siempre, nos burlamos. Alguno hasta puede consolarse diciendo que después de todo el día del juicio final todavía está muy lejos, está probablemente a millones de años, pero es todavía Jesús quien desde el evangelio le responde: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma, dijo el obispo.
El sentido más claro es: ahora, Cristo se deja encontrar por nosotros como el Buen Pastor, pero un día estará obligado a ser nuestro juez. Se dirigirá a quienes han vivido sin compasión y les va a decir: Cada vez que no ayudaste a uno de estos pequeños, lo dejaste de hacer conmigo, expresó.
Quienes se han apartado de los que sufren, de los débiles, se han apartado de Jesús. Y es lógico que ahora el Señor les diga: bueno, apártense de mí y sigan sus propios caminos, finalizó.