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Para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), esta especie se encuentra en la clasificación Vulnerable (V) pero en Paraguay su situación es más crítica, ya que está catalogado como En Peligro (EN). Poco se sabe sobre el estado de sus poblaciones y su comportamiento. La información sobre la especie es muy escasa, pues hace tan solo 10 años se le seguía considerando una subespecie del tigrillo.
En octubre de 2022, Paraguay albergó por primera vez en su historia la realización de los Juegos Suramericanos ODESUR. El evento resultó un éxito y la gente acompañó las jornadas desde el primer día, motivada, en gran parte, por la especie que se eligió para ser la peculiar mascota de la competencia deportiva: el tirica (Leopardus guttulus).
El carismático, pero muy desconocido personaje, se ganó el cariño del público y rápidamente los medios locales contaron dónde vive, qué tipo de félido es y los problemas que tiene con su hábitat. Los juegos ODESUR dejaron en evidencia que, si bien la figura del tiríka como mascota deportiva fue extraordinaria, existe un profundo desconocimiento sobre la especie.
Un poco más grande que un gato doméstico, este félido amarillento de manchas negras habita en zonas del Bosque Atlántico de Paraguay, Argentina y Brasil. Su rango de distribución abarca, incluso, el extremo más oriental de Bolivia. La UICN señala que su población total ronda los 6 000 individuos y la cataloga como una especie Vulnerable.
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En todo el Bosque Atlántico, que cubre bosques paraguayos, argentinos y brasileños, la principal amenaza es la deforestación a gran escala. Así lo explica Víctor Martínez, investigador, miembro de la Asociación de Mastozoología del Paraguay y gestor de áreas protegidas de la represa Itaipú, una hidroeléctrica binacional compartida entre Paraguay y Brasil. Aun así, como ocurre con todos los pequeños félidos de la región, no hay muchas investigaciones relacionadas con el tiríka.
Tres pequeños félidos manchados en el Bosque Atlántico
Entre los pocos datos certeros que se tienen sobre el tiríka está el hecho de que comparte hogar en el Bosque Atlántico de Paraguay con otros dos félidos pequeños manchados. “Tenemos el Leopardus guttulus, que es el tiríka, está el Leopardus wiedii (margay) y el Leopardus pardalis (ocelote). Muchas veces, a los tres se les dice tiríka, pero eso es un error”, dice Martínez.
Aunque no siempre son fáciles de diferenciar a simple vista, cada especie tiene sus características. Según datos de la Asociación de Mastozoología, el tiríka puede medir entre 65 y 95 centímetros, y pesar entre 1,5 y 3 kilos. Entre los félidos pequeños, es el que tiene la cola más corta, tiene un pelaje áspero, las manchas de su piel son grandes y a veces forman una especie de anillos abiertos.
El margay es un poco más largo y mide entre 90 y 120 centímetros. Su peso varía entre 2 y 5 kilos, además que tiene los ojos saltones y su pelaje, grueso y afelpado, varía de marrón amarillento a marrón arcilla.
El ocelote, por su parte, es el más grande de todos. Su tamaño varía de entre 115 y 145 centímetros y el peso está entre 8 y 16 kilos. Su cola es corta, pero se diferencia del resto porque está rodeada de anillos negros y blancos en la parte inferior. Las manchas negras en su pelaje son alargadas, formando bandas.
La deforestación está dejando sin movilidad al tiríka
Víctor Martínez es directo al señalar que el gran problema para el tiríka es la cantidad de hábitat que ha perdido en las últimas décadas. Por eso, esta especie aparece junto al jaguarete (Panthera onca) y el margay entre las tres más amenazadas en Paraguay.
“Su hábitat es el Bosque Atlántico y en Paraguay hemos perdido casi todo. Apenas queda el 7 % de lo que alguna vez fue el Bosque Atlántico Alto Paraná. La situación es complicada para esta especie, porque cada día vamos perdiendo más bosques”, dice.
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A pesar de que Paraguay tiene, desde el año 2004, una ley conocida como “Deforestación Cero”, que prohíbe los desmontes para cambio de uso de suelo en toda la Región Oriental —donde está el Bosque Atlántico Alto Paraná (BAAPA)—, la realidad es que el bosque se sigue talando.
Un informe del Instituto Forestal Nacional (INFONA) de 2022 señala que en la Región Oriental fueron deforestadas 89.890 hectáreas de bosque entre 2017 y 2021.
Datos de la aplicación Global Forest Watch (GFW) muestran que desde 2001 hasta 2021, los diez departamentos en donde se encuentra el BAAPA han perdido casi 1,5 millones de hectáreas de cobertura vegetal, una superficie superior a todo Puerto Rico. “La deforestación se da por el avance del urbanismo y el cambio de uso de suelo para la agricultura”, asevera Martínez.
La bióloga Marianela Velilla, investigadora asociada de la organización Guyrá Paraguay, coordinadora responsable del programa Jaguareté, y técnica investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), coincide con que el mayor riesgo que afrontan especies de félidos como el tirica es la pérdida y fragmentación de hábitat por cambio de uso del suelo.
Según Velilla, la deforestación de la región Oriental es, justamente, el principal problema para el tiríka.
Paula Cruz, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, ha investigado más sobre la especie en el país vecino y comenta que al tirica le gusta pasar de un remanente boscoso a otro.
El problema es que, debido a la deforestación en el Bosque Atlántico, los corredores que unen esos remanentes se han ido perdiendo y el desplazamiento del animal se hace más difícil.
El narcotráfico también ha incursionado en la región boscosa de Paraguay, afectando la vida de la fauna y flora, así como de las comunidades indígenas y campesinas.
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El mismo informe del INFONA señala que 10.800 hectáreas deforestadas en la región Oriental del país entre 2017 y 2021 se utilizaron para la plantación ilegal de marihuana. Es decir, el 12 % de todo lo derrumbado en esos cuatro años.
Prácticamente, las únicas zonas que mantienen los bosques en pie en esta zona de Paraguay son las áreas protegidas, muchas de las cuales tienen control por parte del Estado, pero pertenecen a propietarios privados. Es aquí donde, según los investigadores, todavía se conservan corredores de vegetación que son utilizados con frecuencia por los tirica para pasar de un bosque a otro.
Aún así, el pequeño félido debe lidiar con otro problema que está creciendo dentro de las áreas protegidas. Los narcotraficantes no solo han llegado hasta el BAAPA sino que las zonas reservadas en este ecosistema se han convertido en las preferidas para la plantación de marihuana.
Según un informe de la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD), entre 2004 y 2020, en las reservas naturales San Rafael, Mbaracayú, Morombí y Parque Nacional Caazapá, todas ubicadas en el ecosistema del BAAPA, en la región Oriental de Paraguay, se han destruido casi 10 000 hectáreas de bosques para destinarlas a la plantación ilegal de marihuana. Una superficie casi igual a toda Asunción (11 700 hectáreas), la capital paraguaya.
<b>Un gato poco investigado</b>
A Paula Cruz, sus amigos científicos le dicen “Tiri” porque es una apasionada y estudiosa del tiríka. De hecho, es una de las pocas biólogas que se ha especializado en investigar esta especie. Cruz es de Argentina, vive y trabaja en la provincia de Misiones, una región que tiene frontera con Paraguay y cuyo territorio también abarca el Bosque Atlántico.
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“No hay demasiada investigación respecto a esta especie. Pero hay cierta información sobre su distribución. Existe un trabajo de especialistas brasileños donde, incluso, se menciona la presencia de un tiríka en la zona norte del Cerrado brasileño. Pero eso está en discusión aún. No está totalmente comprobado”, comenta.
Cruz asegura que, hasta el momento, la distribución confirmada del tiríka se limita a los conectores boscosos que unen el gran territorio del Bosque Atlántico, recorriendo las zonas de frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil.
Hasta hace muy poco se creía que el tiríka era una subespecie del tigrillo (Leopardus tigrinus) pero en el 2013, indica Cruz, un grupo de científicos brasileños lo clasificó como una nueva especie gracias a estudios genéticos.
El trabajo comprobó que la subespecie de Leopardus trigrinus que habita en la zona sureste de Brasil, así como en parte de Paraguay y de Argentina, carecía de flujo genético con sus congéneres del norte de Sudamérica y no había continuidad geográfica de la especie, por lo que nombraron a la población sureña como Leopardus guttulus.
En la tesis de doctorado de Cruz, titulada Distribución, requerimientos de hábitat e interacciones ecológicas de los felinos medianos y pequeños del Bosque Atlántico del Alto Paraná de la provincia de Misiones, se destaca que “pueden coexistir seis especies de felinos: el jaguar o yaguareté (Panthera onca, de 62 a 92 kg), y el puma (Puma concolor, de 36 a 53 kg), considerados como los felinos grandes, el ocelote (Leopardus pardalis, de 6 a 18 kg) como el felino mediano, y tres felinos pequeños, el yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi, 3 a 7,6 kg), el margay (Leopardus wiedii, 2,3 a 4,9 kg) y el tirica (Leopardus guttulus, 1,7 a 3,5 kg)”.
A pesar de lo difícil que resulta investigar esta especie, ya que no es fácil de observar en vida silvestre y ha sido muy poco estudiada, la especialista ha asumido el reto de buscar y conocer más sobre el tirica.
“Es una especie que puede tener actividad de día y noche. Además, son animales raros, esquivos y los horarios de actividad de repente son impredecibles. Quizás puede ser al amanecer o al atardecer”, dice Cruz. En pocas palabras, alrededor de este pequeño félido abunda la incertidumbre.
Cruz trabaja en diferentes proyectos en conservación de especies de félidos, pero se dedica, principalmente, al tiríka en la provincia de Misiones, Argentina.
Hasta ahora, los estudios realizados en diferentes zonas del Bosque Atlántico de Misiones muestran cómo el tirica busca lugares donde no esté el ocelote, un félido más grande y que tiene mayor capacidad como cazador.
“El ocelote desplaza al tiríka, entonces, este último necesita de los corredores de bosque para poder desplazarse. Sin embargo, al no encontrar esos ‘pasillos’, por así decirlo, su área de hábitat se reduce cada vez más” explica Cruz. “Se sospecha que el ocelote, al ser un felino más grande, podría estar ejerciendo una dominancia”, agrega.
Dos problemas más que carecen de datos
Además de la deforestación y la pérdida de hábitat, la cacería y la creencia de que es un animal “domesticable” son otras dos amenazas para el tiríka en el Bosque Atlántico.
Con el paso de los años, la urbanización de regiones que antes eran bosques hizo que la presencia del ser humano se constituyera en una amenaza directa para esta especie. Y gran parte de esta amenaza proviene de la ignorancia con respecto al animal.
En el 2016, el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible de Paraguay (MADES) intervino un restaurante en Asunción porque el propietario del local tenía, colgadas en las paredes, varias pieles de animales silvestres. Entre ellas, había dos de tiríka.
En octubre de 2018, el MADES rescató a un ejemplar de tirica que estaba en el patio de una casa, en San Bernardino, una ciudad ubicada a unos 35 kilómetros de Asunción. Pero este es uno de los pocos datos oficiales, la institución no cuenta con registros de otras intervenciones relacionadas con esta especie.
Julio Marecos, director de fiscalización del MADES, dice que el tirica es un animal que figura en la lista de especies protegidas, como todos los felinos del país. Por lo tanto, domesticarlo estaría en contra de las normativas que resguardan a esta especie. “La gente cree muchas veces que es como un gato, que se puede domesticar”, reflexiona Martínez, de la Asociación de Mastozoología.
Marecos considera que no hay indicios para pensar que haya una situación de gran tráfico ilegal que involucre al tirica y que escape al conocimiento del Ministerio del Ambiente.
“Se sabe cuando hay ese tipo de tráfico, porque tenemos nuestros informantes y por lo menos vamos a hacer decomisos, incautaciones, pero no hay registros de eso en el caso del tiríka” dice Marecos. Sin embargo, reconoce que al MADES le falta más infraestructura y tecnología para tener una voz más autorizada frente al tema.
Determinar la población de tiríka, al menos en Paraguay, es casi una misión imposible. Como las investigaciones dedicadas a esta especie son escasas, no se tienen registros concluyentes.
Víctor Martínez explica que ese tipo de trabajos requieren tiempo y altos recursos humanos y, en estos tiempos, mucha tecnología; elementos que no abundan en Paraguay a la hora de hacer trabajos de campo sobre fauna y flora.
Desde el Estado paraguayo poco o nada se invierte en investigaciones de este tipo. La mayoría de los proyectos tienen que ver con iniciativas de organizaciones civiles, que cuentan principalmente con fondos del sector privado.
Paula Cruz asegura que ha trabajado en proyectos como “Jaguareté” en Misiones, Argentina, donde, para tener contabilizados a los jaguares, han trabajado con rastreo satelital para tener una mejor aproximación sobre la situación poblacional. Cruz asegura que un trabajo como ese tendría que llevarse a cabo con los tiríka para tener una cifra aproximada sobre sus poblaciones.
Por ahora, lo único cierto es que el tiríka logró su mayor visibilidad en Paraguay a través de unos juegos deportivos, pero que el conocimiento real de la especie sigue siendo mínimo, mientras que su hogar, el Bosque Atlántico, sigue perdiéndose aceleradamente no sólo en Paraguay sino también en Brasil y Argentina.
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(Este reportaje forma parte de un especial de Mongabay Latam llamado: Los pequeños gatos silvestres olvidados de Latinoamérica)