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Fue el 1 de septiembre de 1959 cuando el periodista Bernardo Aranda fue brutalmente asesinado. Su cuerpo fue encontrado quemado, maltratado e irreconocible. Un crimen atroz que quedó impune, al igual que muchos otros cometidos durante la dictadura de Alfredo Stroessner.
A partir de este asesinato, comenzó una “caza” de personas que, al igual que él, eran homosexuales o que se sospechaba que lo eran. Una dictadura violenta, disfrazada de un gobierno “moralista”, se encargó de perseguir injustamente a este grupo durante todo ese mes.
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108: un número asociado a lo “inmoral”
Se dice que “108″ personas fueron detenidas en esta persecución, supuestamente como parte de las investigaciones del crimen de Aranda. Dado que se sospechaba que Aranda era homosexual, se asumió automáticamente que los responsables del presunto crimen también lo eran y, por lo tanto, cualquier homosexual estaría implicado.
Esta fue la excusa para la feroz persecución, la cual muchas personas que aún están vivas pueden testificar haber presenciado. Además, la frase “108 y un quemado” quedó en el imaginario popular como algo asociado a lo “inmoral” y negativo, como lo deseaba el dictador.
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Muchos de nosotros hemos conocido este número como algo malo. Incluso, muchos pueden recordar cómo los padres y maestros reprendían a los niños cuando mencionaban el número, o cómo se usaba de manera despectiva.
La carta del “inmoral” a El País
El 30 de septiembre de 1959, un lector identificado simplemente como “un inmoral” envió una carta al director del diario El País, uno de los medios de comunicación oficiales. La carta fue publicada y sorprendió tanto a nivel nacional como internacional.
Era la primera vez que alguien defendía a todos los “108″ (que en realidad fueron muchos más según los documentos). Incluso, las fichas de algunos individuos en el Archivo del Terror mostraban que eran “homosexuales”, como si fuera un crimen. Para el régimen, así era.
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“Los moralistas de El País están equivocados”, afirmaba la carta. “El País ha considerado apropiado llamar ‘lacra social’ a un gran número de personas honradas, que lo son porque en sus vidas hacen de ellas un motivo moderado de placer, sin ofender a los demás, tan moderado y silencioso como corresponde a las sanas actividades íntimas, a diferencia de los placenteros desenfrenados que suelen terminar en escándalos públicos incluso en la sociedad llamada culta”, expresaba la carta del valiente, que fue toda una revolución para su época.
El País la publicó, probablemente porque en Paraguay “se vivía en democracia”, o al menos había que aparentarla en ocasiones.
Esta es solo una parte de la historia detrás del número “108″ que encontramos en el libro del abogado Erwing Szokol, titulado precisamente de la misma manera.
El material es el resultado de un trabajo de recopilación y reconstrucción histórica realizado a partir de diversas publicaciones, archivos y otros documentos. Se completó en cuatro años y abarca este caso y otros similares ocurridos entre 1954 y 1989, durante la dictadura. El material está disponible aquí.