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Luis María Argaña, entonces vicepresidente de la República, había sido emboscado a las 08:30 aproximadamente sobre Diagonal Molas casi Venezuela. De inmediato, el Parlamento acusó al Ejecutivo, mientras que la Junta de Gobierno pidió la renuncia del presidente Raúl Cubas Grau y acusó del hecho a Lino César Oviedo.
Argaña, considerado como uno de los últimos caudillos colorados, fue acribillado con ráfagas de ametralladoras, escopetas y pistolas. En el atentado también pereció el suboficial Francisco Barrios, guardia del vicepresidente, mientras que el chofer Víctor Raúl Barrios resultó herido.
El atentado fue perpetrado a plena luz del día en un barrio residencial, ante la mirada de varios testigos que posteriormente fueron clave para la investigación.
En el ámbito político se inició el juicio al entonces presidente de la República, Raúl Cubas Grau, acusado por mal desempeño de sus funciones, que finalmente fue archivado ante su renuncia. En su reemplazo asumió el cargo Luis Ángel González Macchi, quien se desempeñaba como presidente del Congreso.
Por su parte, Lino César Oviedo y su familia habían salido del país, rumbo a Argentina, pero fueron demorados en San Fernando por efectivos de las Fuerzas Aéreas en una requisa. Viajaban con documentos falsos. Lino Oviedo quedó detenido.
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Mientras, las plazas del Congreso se llenaban de jóvenes que exigían un país mejor. Los campesinos que se encontraban en la capital para su anual marcha se sumaron a la multitud.
Un francotirador fue detenido y se registraron cerca de 10 fallecidos y varios heridos.
La noche del domingo, tras la renuncia de Cubas, la plaza que se había teñido de sangre se convirtió en una verdadera fiesta democrática, hasta donde llegaban familias enteras para celebrar el inicio de una era, con la esperanza puesta el futuro de la patria.