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Hace 34 años, antes de que se convirtiera en un investigador del Ministerio Público, Luis Piñanez era un niño de 12 años como casi todos los de esa época: travieso, amiguero e ingenuo.
En un cumpleaños infantil, sus amigos y él subieron a la habitación del anfitrión para ver los juguetes.
Todos los niños estaban entretenidos alrededor de una cama, hasta que uno de ellos abrió un placard y sacó un revólver.
Creyendo que era un juguete, el niño comentó: “Parece de verdad” y todos se pasaron de mano en mano la pistola.
Cuando faltaba poco para que llegue su turno de agarrar “el juguete”, el compañerito que estaba frente a él probó un disparo, que accidentalmente fue directo a la frente de Luis.
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Un golpe, ceguera y confusión
A partir de ese segundo, todo fue confuso para él. Solo vio una llama en el cañón y sintió un fuerte golpe al borde del ojo izquierdo, que lo tiró al suelo.
Quedó muy confundido en el suelo, no podía abrir el ojo izquierdo y tampoco veía con el ojo derecho. Perdió un poco la conciencia, pero no del todo.
Sus amigos creyeron que era una broma, pues incluso se levantó del suelo y volvió a caer, pero se asustaron cuando salió un pequeño chorro de sangre del lugar donde fue el impacto.
De urgencia, lo llevaron al Sanatorio Italiano, donde le raparon para extraerle la bala, que provino de un revolver caño corto calibre 22.
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Completamente consciente
Una vez en el hospital, completamente ciego, recuerda una voz femenina que le hacía preguntas sobre sus padres y otros datos. Tiempo después, entendió que esto era para comprobar si estaba consciente y sus ideas coordinaban.
Él podía escuchar perfectamente cómo el equipo médico hablaba y determinó que era más riesgoso operarlo, por lo que decidió no realizarle la cirugía, ya que podía tener varias consecuencias.
Si bien en ningún momento le afectó la parte cognitiva, tuvo algunas consecuencias, como problemas para coordinar el tiempo y el espacio.
Pasó 15 días en terapia intensiva del Sanatorio Italiano y otros 15 días más en internación normal. Los siguientes meses se repuso en su casa y regresó pronto a la escuela, mostrando una recuperación milagrosa.
Según las explicaciones médicas que Luis Piñánez recibió a lo largo del tiempo, el organismo se adaptó a la bala, recubriéndola y haciéndola parte de él.
La bala ingresó cerca del ojo, rozó el cerebro y se alojó en la parte de atrás, que se denomina cuerpo pineal. Allí exactamente se encuentra el proyectil desde hace 34 años.
Entre todas las cosas que aprendió de esta experiencia, el fiscal resaltó que desde cuanto más lejos se produce el disparo es más peligroso, porque la bala agarra velocidad de trayectoria. Además, el calibre importa mucho.
Contó que fue clave el apoyo de su familia y sus compañeros de colegio, ya que sufrió algunos retrasos en sus estudios
Y en su red de seguridad familiar, su madre fue fundamental. “Trataba de contenerme pero era dura, no permitía que me haga el pobrecito. Me decía que estaba vivo y tenía que salir adelante”.
Impulsado por el ánimo de su familia, llegó a hacer el servicio militar obligatorio en Ciudad del Este. Para él fue una prueba de fortaleza y valentía.
La red de seguridad de “El hombre bala”
Fue justamente en esa época que más sintió el apoyo de sus compañeros y amigos, quienes incluso años después lo cuidaban mucho para que no sufriera ningún golpe accidental en la cabeza.
Para evitar que tenga que comentarles a todos el problema que tenía, buscaron la manera de identificarlo. Fue en esta época que surgió el apodo de “El hombre bala”, que, lejos de tener el objetivo de molestarlo, era una muestra de admiración y protección.
“No sería nada sin mi familia, mis compañeros de colegio y mi entorno”, expresó el fiscal, quien compartió esta experiencia para dar aliento a otras familias que hoy están sufriendo angustia, esperando la recuperación de un familiar que sufrió este tipo de accidente.
Siempre se puede volver de los momentos difíciles
Luis ya no es aquel niño de 12 años, asustado por un juego que terminó en un accidente. Se convirtió en un administrador de justicia que con su historia busca dejar el mensaje de que siempre se puede volver de los momentos más difíciles.
El último fin de semana, una menor de 13 años oriunda de Pedro Juan Caballero recibió el disparo de una “bala perdida” que impactó en su cabeza. La niña está en coma inducido, grave pero estable, luchando por su vida, así como alguna vez lo hizo Luis.
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Mañana, 25 de enero, se cumplen 13 años desde la madrugada en que el futbolista paraguayo Salvador Cabañas recibió un disparo en la cabeza, conmocionando al ámbito del fútbol internacional, pues era el mejor momento de su carrera como futbolista figura del club América (México) y de la selección paraguaya. Cabañas también logró sobrevivir a dicho atentado.