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La presencialidad de los alumnos en los colegios con la “nueva normalidad” tras la pandemia llevó un periodo de aproximadamente tres meses para la readaptación de los mismos con sus pares, con los docentes y especialmente en aspectos de relacionamiento.
El psicólogo Richard Salerno explica que al inicio se necesitó un proceso de readaptación de los aspectos emocionales e importantes habilidades sociales que se desaprendieron en los dos últimos años de aislamiento.
“Prestar atención por más de 30 segundos, lograr permanecer en el salón de clases, aprender a confrontar opiniones, creencias y puntos de vista de manera tolerante. El reencuentro físico demandó una readaptación los primeros tres meses. Se presentaron muchos conflictos interpersonales”, comenta.
Por su parte, Natalia Sotelo, alumna del Primero Científico del Colegio María Auxiliadora de San Lorenzo, coincide en que al principio costó volver a incorporarse a la vida escolar “dejando atrás la pantalla para enfrentar de nuevo la realidad”.
Presencialidad tras la pandemia: “costó adaptarse”
“Las personas cambiaron, para muchos fue un gran golpe, por ende les costó adaptarse y abrirse a los demás, como era antes”, reflexiona la estudiante.
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Agrega que está muy feliz de haber vuelto a la presencialidad, volver a reunirse con sus amigos y salir sin restricciones, aunque admite que los proyectos y exámenes son agobiantes muchas veces, pero destaca que así como no faltarán los problemas académicos, tampoco faltará la alegría en los cursos.
“Le doy gracias a Dios que las restricciones hayan terminado para poder vivir realmente la vida”.
La nueva exposición, una nueva normalidad
Para el profesional de la psicología, Richard Salerno, la nueva normalidad tiene mucho que ver con el momento actual, pero también con la historia del individuo y con el modelo de crianza.
Indica que es necesario un apego seguro, establecer vínculos de seguridad con los hijos, que sepan que son amados por encima de los errores.
“Necesitamos enseñarles que ciertos placeres pueden ser dañinos y que hay necesidad de postergarlos. Si un cerebro no aprende que algunos placeres pueden ser dañinos, el cerebro se acostumbra a vivir demandando recompensas inmediatas”, explica.
Ejemplificó, indicando que hay chicos que pueden ir a una fiesta y pueden posponer beber porque tienen que manejar, mientras que otros beben y creen que nada malo les puede pasar. “Educar es un proceso de toda la vida, no arranca a los 15 años”. enfatiza.
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Insta a los padres a que se den tiempo para compartir con sus hijos, con la familia, que se desconecten de redes sociales y conversen, se abracen, se miren porque el contacto humano es insustituible.
“Los adultos debemos ser modelos y proponer un diálogo desde le afecto, desde la compresión. Necesitamos más tiempo de contacto humanos real y directo”, sentenció.